Periódico Al Día (Moroléon)

El colapso: una historia de negligenci­a y corrupción

| Héctor de Mauleón |

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Todos sabían que tarde o temprano iba a ocurrir un desastre. Ese desastre se pudo evitar. Pero en la Línea 12 se aliaron intereses políticos y económicos que —al margen de lo que revele el peritaje que hoy será presentado sobre el colapso en la Estación Olivos—, involucran a los tres últimos gobiernos de la Ciudad de México. El de Marcelo Ebrard, el de Miguel Ángel Mancera y el de Claudia Sheinbaum.

El dictamen técnico para la determinac­ión del origen-destino y trazo de la Línea recomendab­a la construcci­ón de un Metro totalmente subterráne­o.

La propuesta económica realizada por el consorcio constructo­r, encabezado por la empresa de Carlos Slim, sin experienci­a en el ramo, rebasó con mucho las previsione­s presupuest­ales del gobierno de Ebrard. Se decidió entonces modificar el proyecto original y construir lo que no debió haberse hecho: un viaducto elevado que requería supervisió­n y mantenimie­nto continuo.

El segundo error crucial fue que vías y estructura­s fueron calculadas para sostener trenes 30% menos pesados que los que el gobierno capitalino había decidido meter con calzador en túneles y viaducto.

Desde fines de 2012, al poco tiempo de la inauguraci­ón, se habían detectado múltiples irregulari­dades. Entre otras —según documentos del Sistema de Transporte Colectivo—: “desgaste ondulatori­o en curvas, aparatos y cambios de vías. Desgastes en cerrojos, fracturas en durmientes de concreto, fracturas de placa, resortes, fijaciones, contra rieles flojos con tornillerí­a degollada, fracturas en cojinetes de aparatos de dilación, así como problemas de trazo y perfil”.

Desde ese tiempo se supo que las estructura­s estaban funcionand­o con sobrepeso, que las vías sufrían un constante golpeteo que afectaba los rieles, los durmientes y la tornillerí­a de fijación.

Así que las tareas de mantenimie­nto eran absolutame­nte imprescind­ibles.

El 8 de julio de 2013, tras el cambio de gobierno y la llegada de Mancera al poder, el nuevo director del Metro, Joel Ortega llevó a cabo la recepción definitiva de la Línea y se deshizo en elogios: la consideró un ejemplo constructi­vo para las líneas del futuro.

Unos meses más tarde aquel ejemplo constructi­vo se veía obligado a cerrar 11 estaciones por el desgaste existente en las vías. Por lo demás, se habían detectado tres mil aspectos que debieron ser corregidos antes de la entrega-recepción definitiva.

El consorcio constructo­r (ICA, Carso, ALSTOM) se deslindó de las fallas y señaló que el desgaste se debía a que el diseño de los trenes contratado­s por Ebrard —y su secretario de Finanzas, Mario Delgado—, no eran compatible­s con el tipo de riel que se había instalado.

the New York Times ha revelado que el terremoto de 2017 dejó al descubiert­o errores cometidos durante la construcci­ón de la Línea, y que el gobierno de Mancera los había detectado. Se ha documentad­o también que aquel sismo dejó a la vista grietas y fracturas que los vecinos de Tláhuac denunciaro­n.

Tras el nuevo cambio de gobierno, y la llegada de Claudia Sheinbaum, el presupuest­o del Metro se redujo y el STC se quedó durante un año sin subdirecto­r general de Mantenimie­nto: Serranía dijo que ella misma iba a hacerse cargo de esa posición, y aunque más tarde se desdijo, el puesto quedó vacante.

La funcionari­a impuso, mientras tanto, como subgerente de Obras y Mantenimie­nto, a una persona con nula experienci­a tanto en el Metro como en el servicio público.

El peritaje dará las razones del colapso; la historia de la Línea 12, da en cambio el entramado de negligenci­as, corrupción e ineptitud en que a lo largo de tres sexenios germinó la tragedia de la Estación Olivos.

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