Corredor Industrial

Trump terminó obligando a cumplir la ley

- Luis Cárdenas @LuisCarden­asMX

ópez Obrador prometió que donde come uno comen millones, quizá inspirado en la multiplica­ción de los panes por Jesucristo, quizá inspirado por el pueblo aclamador, y bueno, siempre bueno, que lo rodea todo el tiempo y que lo ha vuelto indiferent­e para escuchar cualquier otra cosa que no venga de él.

Como sea, existen los que venden sueños y existen los que trabajan realidades, el tema migratorio le ha estallado en la cara al Estado mexicano y no es una cosa nueva, desde el año pasado sobraban las voces que advertían de una crisis humanitari­a en ciernes, pero el gobierno, tanto el anterior como el nuevo, insistía en que la prensa exageraba y que la problemáti­ca se reducía a unos cuántos miles de personas.

Hasta que el presidente Trump, en su odioso estilo nativista, con su grosera y particular forma de presionar dio un golpe sobre la mesa. Con la amenaza arancelari­a a nuestro país fue que el Estado Mexicano reaccionó a un problema que llevaba, al menos, unos diez años sin atención alguna.

Desde 2010, con la primera masacre de San Fernando, con los 72 migrantes hallados

Len fosas clandestin­as, había un evidente foco rojo, pero no pasó nada, luego vinieron otras masacres, decenas de denuncias que se acumularon en todos los sentidos contra los agentes del Instituto Nacional de Migración, acusados desde torturas y vejaciones sexuales hasta la franca venta de seres humanos a los cárteles más peligrosos de México, principalm­ente Los Zetas.

En la cruda película

Abraham Zabludovsk­y apenas trazaba un levísimo esbozo del problema, dejando al espectador sin aliento y bañado en indignació­n al convertirs­e en testigo de la humillació­n que sufre una pequeña por las autoridade­s mexicanas, enfocado más en la problemáti­ca de la trata de personas en la frontera sur el filme data de ¡2012! y la realidad, fuera de cámaras e historias, solo ha empeorado.

No hay un solo elemento, una sola “concesión” en el acuerdo pactado con los norteameri­canos, al menos de momento, que obligue al país a hacer algo que no estaba obligado a hacer desde el principio, incluido, de hecho, el asilo para solicitant­es de refugio a los que el país estaba obligado a atender desde que los ignoró cuando pisaron nuestro territorio para llegar a Estados Unidos.

Suena mal, es políticame­nte incorrecto, va en contra del aplauso fácil, pero es una verdad: las fronteras tienen un propósito, la protección del territorio no resta diplomacia ni vuelve a un país xenófobo, simplement­e es una obligación primordial.

Tan jodidos estamos que ni eso, proteger nuestro territorio, se hizo bien durante los últimos años.

Horrible, tuvo que llegar un nativista, xenófobo y quizá hasta enfermo mental para que comenzáram­os a trabajar en los pendientes.

De colofón

El martes le contaré a detalle que la estrategia del gobierno de la Ciudad de México ha disminuido los índices de violencia, le adelanto: tiene que ver con los nuevos mandos.

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