Periódico AM Express (San Francisco del Ricón)

El circo y el chivo expiatorio

- ENRIQUE GÓMEZ OROZCO

La memoria profunda - esa caja de herramient­as que crece con los años- lleva a las imágenes mágicas de la película El Leopardo (Gatopardo), de Luchino Visconti. Una recreación siciliana de la novela escrita por Giuseppe Tomasi de Lampedusa.

Hace 40 años las imágenes deslumbran­tes de Burt Lancaster, Alain Delon y Claudia Cardinale, representa­ban el festejo aristocrát­ico de la vida envuelto en la belleza. Como un “Hola” en vivo.

Era el mundo ritual de la Iglesia al servicio de los nobles, la jerarquía social antes de la revolución de Garibaldi en 1862 y el envase maravillos­o de la recreación perfecta de la época por Visconti, tal vez el más sensible director del cine italiano.

Entonces, en los setenta, cuando todo era aprender mundos nuevos, la película dominaba en el alma romántica con su belleza estética en sí. La música de Nino Rota (El Padrino, Romeo y Julieta, La Strada) enmarcaba el tempo lento de la obra que hoy adormecerí­a a los jóvenes.

La extraña presencia de un señorón actor llamado Burt Lancaster -norteameri­cano héroe de westerns convertido enPrincipe­d eS ali na hacía una descripció­n de un hombre al final de la vida deslumbrad­o con la belleza de Claudia Cardinale y la juventud del galán de la época, el francés Alain Delon.

Con los años maduró la idea central de la novela en esa “caja de herramient­as” al pasar de una simple apreciació­n estética; una celebració­n romántica de juventud, a una descripció­n de la realidad política. La novela publicada después de la muerte del autor al final de los 50, imprimió una forma de comprender los cambios sociales con mayor amplitud. De ahí su resonancia mundial.

Toda revolución cambia una burguesía por otra nueva, semejante al fin y al cabo.

Pareciera que no viviríamos una transforma­ción política como la de hoy. Esperábamo­s un péndulo entre la incompeten­cia del PAN y la corrupción impune del PRI, hasta que llega Morena. Todo cambiará, nos dijeron.

Cuando el sábado se publica que Andrés Manuel López Obrador dice que Rosario Robles es un “chivo expiatorio” y quienes publican sus desvíos hacen un circo, casi nos caímos de la silla. ¿Cómo es posible exonerar a quien ya se le conocían “cochinitos” y contratos otorgados a su ex Carlos Ahumada? Y luego castigar al periódico Reforma con el título de “circo”.

Sólo ver salir bastante alumbrado a Porfirio Muñoz Ledo de uno de los restaurant­es más caros del hotel Four Seasons en México, nos confirma que nada de fondo cambiará. Los ahorros en sueldos, choferes y aviones, será una medida cosmética mientras la alta burocracia encuentra el camino para recuperar el poder y sus usufructos.

Hoy quien denuncia un desvío en efectivo de 700 millones, hace un circo. Su pobre víctima es la responsabl­e de cuidar esos recursos entregados a empresas fantasma. El mundo al revés.

La revista independie­nte Proceso marca su distancia con el nuevo régimen y publica que no se han transparen­tado los gastos de la transición. Cita el peligro del Fiscal a modo, la oscuridad de Morena en sus finanzas y el recuerdo de la opacidad en los segundos pisos cuando AMLO era jefe de gobierno del D.F. Y esto apenas comienza.

‘‘SE VOGLIAMO CHE TUTTO RIMANGA COME È, BISOGNA CHE TUTTO CAMBI’’. “SI QUEREMOS QUE TODO PERMANEZCA COMO ESTÁ, TODO DEBE CAMBIAR”. LAMPEDUSA

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