Periódico AM Express (San Francisco del Ricón)

Que levanten la mano...

- POR DAN T.

Ala Plaza Simón Bolívar, en pleno centro de Caracas, llegó un tipo de larga barba blanca con un aire entre Alejandro Encinas y un profeta del Antiguo Testamento. El hombre traía un megáfono y comenzó a hablar a todo volumen, lo que atrajo primero a unos cuanto y, conforme iba avanzando en su discurso, se iban juntando decenas y cientos de venezolano­s. Decía el hombre:

- Hermanos venezolano­s, ¿no es verdad que el comandante Nicolás Maduro es como Jesucristo porque vino al mundo a defender a los pobres?

- Síiii... - coreó la multitud.

- Díganme, hermanas y hermanos de Venezuela, ¿no acaso el compañero Nicolás Maduro se parece a Jesucristo porque nos protege del demonio capitalist­a de Estados Unidos?

- Síiii... - respondió la gente.

- ¿Y no es verdad que Nicolás Maduro lo único que promueve es el amor al prójimo, igual como lo hizo Jesucristo?

- Síiii... - respondió a coro toda la plaza.

- Y, entonces, compatriot­as venezolano­s, si Nicolás Maduro es igual a Jesucristo, ¿qué diablos esperamos para crucificar­lo? - ¡¡¡Síiii!!!

Si ya de por sí es chocante cuando Andrés Manuel López Obrador decide políticas públicas con lo que diga su dedito, la cosa se pone peor cuando pasa por encima de proyectos que costaron millones de pesos y que llevan años de trabajos y de estudios, nomás porque lo dijo su consultita. Igualito como cuando “aprobó” el Tren Maya o canceló el nuevo aeropuerto, el presidente salió con su payasada de “ustedes díganme qué hago” y le pidió a los asistentes en un mitin en Durango, que votaran, ahí mismo y a mano alzada, si estaban de acuerdo con la construcci­ón del Metrobús o si mejor lo suspendían, al fin y al cabo que 400 millones de pesos ya estaban aprobados y ahora a ver en qué diablos se los gastan. Lo peor del asunto es que en la zona lagunera, como prácticame­nte en el resto de México, el transporte público es más malo que las películas de Omar Chaparro. Y al cancelar el Metrobús, AMLO lo que hizo fue proteger a la mafia de taxistas y concesiona­rios de autobuses urbanos, que traen sus unidades hechas una lástima y que se sentían amenazados por la entrada de un sistema de transporte mucho más rápido, efectivo y, además, limpio. Vaya: no es que el Metrobús sea milagroso, pero sin duda es mejor que el mugrero de transporte que tienen por aquellos lugares.

¿Por qué el amado líder cabecita de algodón insiste en hacer estas tarugadas? Es un gran misterio. A veces me da la impresión -y eso me preocupa mucho- de que Andrés Manuel realmente crea en su cabecita que está haciendo bien las cosas. Porque, vamos, a Enrique Peña Nieto no le creíamos nada porque hasta él mismo sabía que estaba mintiendo. Todos los presidente­s han hecho grandes promesas sabiendo que no van a poder cumplir ni la cuarta parte. El mismísimo Carlos Salinas de Gortari segurament­e se reía diabólicam­ente por dentro cada vez que hablaba de acabar con la pobreza, pues sabía que era puro choro. Pero el fulgor de las mañaneras a veces parece creer que de verdad vamos por el rumbo correcto y que, tarde o temprano, aparecerán los “otros datos” que le darán la razón de que vamos muy, pero muy bien. Tiene tal obsesión por ser considerad­o como el nuevo Benito Juárez, que no se da cuenta de que más bien está convirtién­dose en el nuevo Vicente Fox. Ahora sí que como diría mi amigo ‘El Buki’: “¿A dónde vamos a parar?”.

¡Nos vemos!

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