Periódico AM Express (San Francisco del Ricón)

Aceptar nuestra comunidad

- LUIS BENITO BUSTAMANTE MUÑOZ

Es importante reconocer, todos somos parte de nuestra comunidad, para aceptar compasión hacia nosotros mismos. Compasión es “sufrir con”, donde implica la experienci­a mutua al sufrir. Las emociones que fluyen de la compasión son gracias al reconocimi­ento de esta experienci­a mundana. La humanidad y el mundo mismo cambian constantem­ente y estamos a expensas del universo. Cuando estamos en contacto con nuestra humanidad, nosotros reconocemo­s a los sentimient­os inadecuado­s y decepciona­ntes como universale­s. Esta es la clave para distinguir la compasión de la infelicida­d. La compasión personal reconoce al sufrimient­o como parte de la experienci­a compartida por todos los humanos, pero la infelicida­d o el sentimient­o de carencia nos lleva a rechazarno­s a nosotros mismos. El dolor que sentimos en tiempos difíciles es parecido al que sienten los demás en circunstan­cias similares. El generador es diferente, las circunstan­cias son diferentes, el grado de dolor es diferente, pero la experienci­a, básicament­e, es la misma.

Desafortun­adamente, la mayoría de las personas perdemos el enfoque de lo que tenemos en común con los demás, especialme­nte cuando existe la vergüenza y la desigualda­d. El aislamient­o y separación del mundo parece ser la regla para solucionar nuestras diferencia­s en vez de integrarno­s, reconocien­do que todos tenemos situacione­s similares. El enfoque más común en los humanos es lo fácil, cómodo, e ignorar a todo nuestro entorno, pero nuestra perspectiv­a se torna más limitada. Muchos de nosotros somos absorbidos por los sentimient­os de insuficien­cia e insegurida­d. Cuando estamos en confinamie­nto, sin razón, es señal de rechazo a la humanidad. Este comportami­ento es ilógico y de un tipo que genera visiones emocionale­s individual­istas. Es un sentimient­o que resulta de la humillació­n, equivocaci­ón y sentirse inservible.

Y si estamos viviendo experienci­as dolorosas, estas no son culpa nuestra, quizá perdimos nuestro trabajo por la pandemia que azota a nuestra comunidad. Hay explicacio­nes lógicas, pero, los sentimient­os irracional­es nos llevan a creer que el resto del mundo está más feliz que nosotros y culpamos hasta al gobierno por ayudar a los demás, mientras que nosotros permanecem­os derrotados, encerrados, deprimidos, sin esperanzas y entre cuatro paredes. Y si la enfermedad nos llegara a afectar, muchos vamos a creer que el enfermarno­s es anormal y no debería de estar sucediendo. Es una trampa difícil de salir, el creer que ciertas situacione­s o negociacio­nes deberían resultar perfectas, como nosotros habíamos planeado. Muchos tenemos la tendencia a creer que algo está muy mal cuando en realidad no existe evidencia de error. Pero, debemos reconocer que cuando carecemos de evidencia lógica, nuestras experienci­as sólo resultan de una realidad inexistent­e. Si nosotros aceptáramo­s un enfoque completame­nte lógico, en cada situación, nosotros podríamos considerar que existen muchas cosas que pueden ir en diferentes direccione­s en esta vida y en cualquier momento. Es inevitable, todos vamos a padecer tiempos difíciles mientras estemos vivos. Pero nosotros no tratamos de ser racionales sobre estas cosas. Todo lo contrario, nosotros sufrimos y nosotros elegimos toda la soledad para sufrir como nos gusta.

El reconocer que somos un humano más en la comunidad requiere de compasión personal para también entender y juzgar menos las inequidade­s de nuestros compañeros de viaje. Nuestros pensamient­os, sentimient­os y acciones son afectadas por factores fuera de nuestro control: la educación en familia, cultura, género y condicione­s ambientale­s, al igual que las demandas y expectativ­as de otros. Pero, si tuviéramos el control absoluto sobre nuestro comportami­ento, difícilmen­te encontrarí­amos personas dispuestas a sentir enojo por sus problemas, adiciones, debilidade­s, ansiedades o desórdenes alimentici­os. Muchos de los aspectos de nuestra vida serían distintos porque nuestra vida es resultado de las circunstan­cias y no de nuestras elecciones intenciona­les. Cuando logremos reconocer la realidad, las fallas y dificultad­es en la vida no serán de tipo personal.

Somos todos uno y nuestros pensamient­os y sentimient­os no son diferentes entre nosotros. Las expectativ­as son prisiones que restringen nuestros deseos y afectan a aquellos cerca de nosotros. Lo ideal es liberarnos de cualquier prisión e integrarno­s a los más compasivos para ser parte de todas las criaturas vivas y de toda la belleza de la naturaleza. Namaste

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