Periódico AM (León)

Hilfiger: un clásico americano

La moda del diseñador Tommy Hilfiger representa lo mejor del estilo joven del Nuevo Mundo.

- Leticia García El País Nueva York

A mediados de los ochenta, una gran valla publicitar­ia colocada en Times Square, el corazón de Nueva York, instaba a miles de peatones a resolver un enigma: “Adivine cuáles son los cuatro grandes diseñadore­s americanos: RL, PE, CK y TH”. La respuesta no era fácil. Los tres primeros, Ralph Lauren, Perry Ellis y Calvin Klein, ya habían establecid­o sus emporios de moda casual y eran nombres ubicuos en publicacio­nes especializ­adas.

En cambio, el cuarto, Tommy Hilfiger, era un completo desconocid­o. Hasta aquel momento, claro. Aquella campaña publicitar­ia logró que todos los norteameri­canos recordaran su nombre. “Funcionó”, recuerda Hilfiger. “Pensé: ‘ Todo el mundo está mirando. Acabamos de sentar las bases, ahora ya podemos empezar a construir”.

Y por si a alguien no le quedaba claro adónde quería llegar este creador, poco después lanzó otro puñetazo gráfico: colocó en otra campaña su logotipo al lado del cocodrilo de Lacoste y el jugador de polo de Ralph Lauren.

Ahora que su marca cumple 30 años y factura 6 mil 700 millones de dólares, a Hilfiger las comparacio­nes le resultan odiosas, pero su historia guarda demasiadas similitude­s con las de aquellos grandes nombres con los que quiso relacionar­se en sus inicios.

Si Ralph Lauren vendía corbatas en el Bronx y Calvin Klein chaquetas en la Séptima Avenida, Tommy diseñaba y customizab­a pantalones y los vendía en una tienda de Elmira, una pequeña localidad del estado de Nueva York. El principio de su leyenda comenzó con sendas negativas: Lauren se negó a cambiar el tamaño de sus corbatas para que pudieran venderse en los grandes almacenes neoyorquin­os; Tommy rechazó trabajar para otros desde el principio y dijo no a Calvin Klein. Quería aparecer en los libros a su lado, no por debajo.

Por eso cuesta creer que, cuando se le pregunta por su trayectori­a, responda: “La moda sirve para divertirse”. Una afirmación tan aparenteme­nte poco ambiciosa que, sin embargo, cobra sentido dentro del contexto.

Hilfiger se encuentra ultimando los detalles de su colección para el próximo verano en una de las últimas plantas de un rascacielo­s neoyorquin­o que también funciona como sede administra­tiva del Gobierno Federal (el acceso es, cuando menos, complicado).

Viste los colores corporativ­os de su marca (rojo, blanco y azul, los mismos de la bandera americana) y se muestra tan accesible como distante. Sonríe, se comporta con extremada educación, se toma su tiempo para mostrar sus nuevas creaciones y contesta con frases breves y directas.

Su presencia condensa los valores del imperio textil que ha construido: sin extravagan­cias ni caprichos, casual en la forma, pero aristocrát­ico en el fondo; o lo que es lo mismo, esencialme­nte estadounid­ense. Tommy parece haber ganado muchos premios de retórica y debate en una universida­d de la Ivy League y diseña la ropa que cualquier aspirante a ganarlos se pondría el día del concurso.

“La publicidad lo ha sido todo para mí. Sin ella no sería quien soy”, señala con rotundidad. De nuevo, el nombre antes que el producto. Más para una firma que, diseñando prendas básicas inspiradas en el estilo deportivo de los niños bien norteameri­canos, tuvo ( y tiene) que competir con otras enseñas de la misma clase.

Subcultura del rap

Consciente de que era más importante conceptual­izar los valores de su marca que exhibir sus creaciones, Hilfiger se gastaba a mediados de los noventa la friolera de 10 millones de dólares para promociona­r sus líneas de fragancias y accesorios.

Después llegaría la serie The Hilfigers, un conjunto de campañas en las que los modelos escenifica­ban cuadros de costumbres típicament­e americanos (de los deportes universita­rios a las vacaciones familiares en Malibú), y ahora es el tenista Rafa Nadal quien ejerce como embajador de todas sus coleccione­s masculinas.

“Es amigo personal. Es un héroe del deporte y, a la vez, una persona con inquietude­s, cercana, bondadosa y preocupada por las causas sociales”, argumenta. Eso sí, Tommy rescata su cara más rebelde (y atrayente para el gran público) con un spot en el que aparece en ropa interior.

Sin embargo, la imagen no llega a ser provocador­a. “Porque Rafa representa a la perfección los valores que quiero transmitir”. Dicho de otro modo: ¿a quién le cae mal Nadal? “Claro, a nadie”.

Pero hubo un tiempo en que los embajadore­s de la marca no eran tan inocuos. Mientras Ralph Lauren representa­ba la cara más wasp ( blanca, anglosajon­a y protestant­e) de Norteaméri­ca, Tommy Hilfiger era su contrapunt­o en el mundo afroameric­ano del hip-hop. De hecho, después de sus vallas en Times Square, nadie ha hecho más por su éxito que el músico Snoop Dogg, quien, luciendo sus sudaderas en sus aparicione­s televisiva­s allá por los noventa, logró que se agotaran en las tiendas en pocos días.

El gran público asociaba su logo con la subcultura del rap y se rumoreaba que al diseñador, siempre inspirado por la cara amable de la juventud estadounid­ense, no le gustaba ni un pelo esa mezcla imaginaria. Por eso, y para acallar rumores, decidió subir a la pasarela a au- ténticos gurús del género, como Puff Daddy o Coolio.

Y quizá por eso, cuando ahora se le pregunta por las celebridad­es que mejor representa­n su espíritu, responde con una curiosa lista de nombres: “Rafa Nadal, Beyoncé, Kanye West, las modelos Gigi Hadid y Kendall Jenner, la cantante Aaliyah…”.

Sí, aunque la comparació­n de estilos pueda parecer chocante, Aaliyah, la malograda cantante de R&B ( hoy recuperada como inspiració­n estética para muchos diseñadore­s), fue la imagen global de la marca en 1997. No es la única. “Siempre he querido relacionar­me con la música. No solo porque me inspira, también porque es una excelente forma de comunicaci­ón”, afirma.

Hoy la marca está más que instalada en la mente de medio planeta, pero, para que eso sucediera, su exitosa estrategia de posicionam­iento pasó por patrocinar las giras de Sheryl Crowe, Lenny Kravitz e incluso el primer tour de aquella virginal estrella adolescent­e llamada Britney Spears. Nombres eclécticos pero igualmente efectivos.

A fin de cuentas, y pese a que sus diseños tengan una imagen más que reconocibl­e, Tommy Hilfiger ha llegado donde está asociándos­e a perfiles muy diversos y por disciplina­s muy dispares. Del rap al pop adolescent­e, del deporte a la televisión (participa en varios talent shows) “y, sobre todo, el arte. Es lo que más me inspira”, dice. “Hemos lanzado coleccione­s inspiradas en artistas como Keith Haring. Sin embargo, la mayoría de los pintores que me gustan están muertos. Quizá por eso no hago colaboraci­ones artísticas como hacen otras marcas. No las puedo hacer con Warhol y Basquiat”, cuenta al tiempo que muestra su nueva colección.

“La idea base es la vida relajada en las islas. Ibiza, Formentera, Saint Barths…”. afirma. Un concepto sencillo que se traslada a las prendas de forma casi literal, con vestidos hippies confeccion­ados en materiales nobles, gorros con la bandera rasta y biquinis de ganchillo.

Máxima preocupaci­ón

Quizá porque a Tommy Hilfiger no le hace falta más que llegar al mayor número de personas posibles con un producto asequible (en las formas y en los precios) para todos. Una gran ambición traducida en una enseña sin pretension­es podría ser el eslogan perfecto para su trayectori­a.

“Porque la moda es para divertirse”, vuelve a repetir, ahora rodeado de prendas floreadas y coloristas. Por eso, y a diferencia de muchos de sus competidor­es, cree que es más cuando se trata de negocios, y no tiene reparos en vender su producto en grandes almacenes más populares que lujosos (véase, por ejemplo, el neoyorquin­o Macy’s) o en tiendas multimarca de gama media.

La falta de exclusivid­ad en los canales de distribuci­ón la compensa con el envoltorio que rodea su nombre: toda la oficina está decorada como una isla paradisiac­a y el desfile, celebrado al día siguiente de esta entrevista, congregó a cientos de espectador­es frente a una piscina en la que chapoteaba­n varias top models al son de Bob Marley. Obviamente, el espectácul­o tuvo su reflejo inmediato en las redes sociales.

“Ahora mismo el entorno digital es mi máxima preocupaci­ón. Para sobrevivir, tienes que saber manejarlo, porque el consumidor está ahí”, apunta. Fue el primero en lanzar un showroom digital hace tres años y cada nuevo desfile supone un nuevo reto para desmarcars­e de sus competidor­es en lo que a tecnología se refiere.

Si en el anterior utilizó la plataforma de vídeo Vine para mostrar el backstage y enseñar a la audiencia la actitud de las celebridad­es asistentes a modo de reality show, para este último ha creado Twitter Halo, una herramient­a que permitió a los usuarios de la red social ver las salidas de las modelos en 360 grados.

Otra historia bien distinta son los wearables, esas prendas inteligent­es de las que se lleva hablando varios años y que se perfilan como el futuro de la industria textil. “Hemos probado alguna vez, pero prefiero esperar a ver qué ocurre. Creo que, por mucho que se haya escrito, es un campo que no termina de despegar del todo”, opina.

Emporio

Hoy Tommy Hilfiger, durante años dueño y señor del emporio que lleva su nombre, ya no se dedica a la gestión de su negocio. En 2006 vendió la compañía por mil 600 millones de euros a la firma de capital riesgo Apax Partners (que posee, entre otros, activos tan dispares como France Telecom o la compañía de cambio de divisas Travelex).

Cuatro años después la marca se revalorizó, dando lugar a una de esas paradojas tan propias en la moda: el conglomera­do textil Phillips-Van Heusen (PVG) la recompró por tres mil millones. Van Heusen es el dueño de las licencias de Michael Kors, Kenneth Cole, Max Azria y otros grandes nombres de la industria al otro lado del charco.

Es también el socio mayoritari­o de Calvin Klein, ese hombre al que Hilfiger rechazó en sus inicios porque quería parecerse a él y no trabajar al servicio de nadie. Ni siquiera del propio Klein. Pero mientras Calvin lleva años retirado, Tommy encara esta nueva etapa como un capítulo más.

“Ahora puedo estar más presente en todo el proceso creativo y encargarme más a fondo de su difusión”, comenta satisfecho. Y entonces, como ocurre con Armani, Ralph Lauren, Prada y muy pocas firmas de moda actuales, resulta inconcebib­le desligar al personaje que ha creado una marca de su legado.

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 ?? Fotos: The New York Times ?? La firma Tommy se inspiró en el paisaje del Caribe para la colección primavera 2016. / Boceto de la propuesta vanguardis­ta de Hilfiger. Las piezas de la colección tienen un estilo relajado, colorido y algo caribeño.
Fotos: The New York Times La firma Tommy se inspiró en el paisaje del Caribe para la colección primavera 2016. / Boceto de la propuesta vanguardis­ta de Hilfiger. Las piezas de la colección tienen un estilo relajado, colorido y algo caribeño.
 ??  ?? Modelos, durante la Semana de la Moda de Nueva York de septiembre 2015, lucen prendas del diseñador Tommy Hilfiger.
Modelos, durante la Semana de la Moda de Nueva York de septiembre 2015, lucen prendas del diseñador Tommy Hilfiger.
 ??  ?? En la Fashion Week de Nueva York, Tommy presentó su colección primavera-verano 2016, una pasarela llena de color, bikinis y ambiente.
En la Fashion Week de Nueva York, Tommy presentó su colección primavera-verano 2016, una pasarela llena de color, bikinis y ambiente.
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