Periódico AM (León)

Plácido Domingo, voz y guía de la ópera

El cantante, director y productor cumplió 75 años y es conocido no sólo por su proeza vocal sino por su carisma dentro y fuera de escena y su actitud de trabajo constante. Aunque actualment­e se presenta poco como cantante, su voz mantiene la belleza que h

- Luis López Agencia Reforma México

Su timbre de tenor ha enamorado a millones de melómanos, pero tras la huella que ha dejado Plácido Domingo en el mundo operístico hay mucho más que una gran voz.

El cantante, director y productor, quien cumplió 75 años de edad el jueves 21 de enero, es conocido no sólo por su proeza vocal sino también por su carisma dentro y fuera de escena y su actitud de trabajo constante.

Ha grabado más de 100 puestas en escena y ha fungido como batuta concertant­e y director de las óperas de Washington y Los Ángeles, ésta última aún bajo su mando.

Sin embargo, mucho antes de alcanzar el estrellato, un joven Plácido Domingo, de 20 años, daba sus primeros pasos en la ópera profesiona­l, luego de debutar en 1959 en el Teatro Degollado, en una zarzuela.

Nacido el 21 de enero de 1941 en Madrid, Domingo llegó a México a los 8 años de edad porque sus papás, cantantes de zarzuela, fundaron una compañía teatral en el País.

Fue en territorio nacional donde Domingo, desde la adolescenc­ia, adquirió experienci­a en todo tipo de trabajos, desde pianista de bar hasta actor de reparto en produccion­es televisiva­s de obras teatrales.

La Traviata

Su primera aparición en una ópera, como reparto, fue en la Ciudad de México en 1959, pero su primer papel protagónic­o, Alfredo en “La Traviata” de Verdi, fue en 1961, en el Teatro María Tereza Montoya de Monterrey.

Sus inicios como cantante en múltiples géneros, así como su correcta formación musical, lo llevaron a sobresalir en distintas actividade­s artísticas.

“Es un excelente cantante de ópera, pero también un excelente director de orquesta, director artístico e incluso cantante de música popular. Su formación particular realmente lo hizo destacar”, señala Ricardo Marcos, presidente de Conarte.

México también fue sede de una tragedia en la vida del tenor: la muerte de su tía, tío y sobrino en el terremoto de la Ciudad de México en 1985; incluso participó en labores de rescate y luego realizó conciertos a beneficio de las víctimas.

En septiembre del año pasado dirigió en Tlatelolco a la Filarmónic­a de la Ciudad de México en una presentaci­ón del Réquiem de Verdi para conmemorar el 30 aniversari­o del sismo.

En 2007 fue el encargado de inaugurar el Auditorio Telmex y en julio vendrá a dirigir la final de Operalia en el Teatro Degollado, recinto en el que festejó su aniversari­o protagoniz­ando “Lucia di Lamermoor”.

Entre las hazañas de Domingo está su preocupaci­ón por difundir la zarzuela, género español de música teatral, alrededor del mundo entre países no hispano- hablantes, señala el crítico musical Gabriel Rangel.

“Se comprometí­a a hacer al menos una producción de zarzuela en cada temporada de la Ópera de Washington cuando la dirigía”, detalla, “curiosamen­te la zarzuela ya no es tan aquilatada en España como en otros paí- ses fuera de la Península Ibérica, entonces hay que reconocerl­e el esfuerzo por mantenerla viva”.

Fórmula artística

A sus 75 años, Domingo actualment­e se presenta poco como cantante, pero su voz mantiene la belleza que ha lucido durante toda su carrera, señala el productor Rafael Blásquez.

Uno de los principale­s factores detrás del éxito del tenor, indica, es la inteligenc­ia con la que supo elegir sus papeles, sin saltar con demasiada prisa a hacer roles que aún no estaba vocalmente preparado para interpreta­r.

“Si tú ves su agenda, tú no lo veías pasar de Mozart a Puccini o de Rossini a Verdi de una temporada a otra. Él se ceñía a un repertorio homogéneo que lo mantenía cantando con esas mismas caracterís­ticas sin que su voz se moviera de lugar”.

Impulsor de talentos

En las últimas décadas, una de las facetas de Domingo ha sido la de organizado­r del concurso de canto Operalia, que desde su fundación en 1993 ha lanzado al estrellato a decenas de voces emergentes, entre ellas las de la mezzosopra­no Joyce DiDonato y el tenor Rolando Villazón.

Una ganadora de esta competenci­a es la soprano María Katzarava, primer premio en ópera y zarzuela en 2008; más allá de un prohombre de la ópera, la cantante lo considera un pilar en su formación artística personal.

“Lo considero, como muchos de los que hemos salido de Operalia, un padre artístico, un guía, un espejo en el que mirarse”, indica. “Hemos cantado juntos y me ha dirigido en diversas oca- siones, y en esos momentos he podido contar con su ayuda como colega artístico.

“De él aprendí que el arte es entregarse por completo, algo que practico cada vez que me subo a un escenario”.

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