Periódico AM (León)

Relatos de un pasante de derecho

- Mtro. Paulino Lorea Hernández loreayabog­ados@prodigy.net.mx

Un colega, ahora excelente abogado, próspero y destacado por su rectitud, honestidad y ética en su actuar como abogado postulante, hace algunos años me relató algunas de sus experienci­as cuando laboró como pasante de Derecho en un prestigiad­o bufete jurídico en la Ciudad de México en la década de los 70’s mientras era estudiante. Para efectos de facilitar la exposición me permitiré asignarle como nombre ficticio el de Jesús Sánchez, oriundo de Chihuahua, Chihuahua y avecindánd­ose en el entonces Distrito Federal solo para ingresar a la Facultad de Derecho de la UNAM y estudiar su carrera profesiona­l, viviendo en un departamen­to compartido con otros estudiante­s de diferentes especialid­ades, todos también norteños. También variaremos durante el relato los nombres de la firma de abogados en donde laboró y de algunos otros personajes.

I. EL JUEZ HONESTO. - Buenos días licenciado Zorrilla, me dijo la señorita Ana María que en cuanto llegara pasara con usted y vengo llegando de clases, faltan 20 para las 11 -.

- Si Jesús, ya te estaba esperando, déjame hablarle al licenciado Hernández -.

Esperan un rato y llama por la extensión telefónica al licenciado Hernández, un hombre alto, fornido vestido impecable con un traje muy fino y muy sonriente saluda: - Hola buenos días, que pasó ya está listo Jesús? - Pero el licenciado Zorrilla interrumpe: - Espérate, espérate todavía no le digo nada -.

Los dos abogados se sentaron frente al pasante de Derecho Jesús Sánchez y procediero­n a explicarle, el licenciado Zorrilla le dijo – Mira Jesús pon mucha atención, te voy a dar este sobre abierto no lo vayas a cerrar, contiene diez mil pesos, vas a ir al Juzgado Décimo Cuarto Civil, te anuncias con el Juez José Bobadilla y segurament­e te va a recibir, pasas a su oficina y lo saludas serenament­e, él te va a preguntar qué se te ofrece o a qué asunto vas, tu nada más le entregas el sobre y cuando él lo reciba y vea el contenido te fijas qué reacción tiene y si te pregunta de qué se trata quedándose con el sobre, le entregas esta tarjeta y le dices tú: “de parte del licenciado Hernández él luego vendrá” y ya te retiras –.

- Ten Jesús estos mil pesos son para transporte, comida, tus gastos y una gratificac­ión para ti. Nada más que si el Juez cuando vea el dinero te lo regresa, no lo acepta o se enoja o pasa algo fuera de lo planeado, hay tu verás, pero como puedas te pelas y no te quedes en el Juzgado –

- Cuando termines te reportas por teléfono al despacho y ya Anita te dará instruccio­nes. –

Jesús salió de las oficinas ubicadas en aquel entonces en un edificio lujoso ubicado en una esquina de las avenidas Insurgente­s Centro y Paseo de la Reforma. Se dirigió al Palacio de Justicia donde estaban todos los tribunales civiles y las Salas de Magistrado­s; sólo tenían un asunto del bufete jurídico en el Juzgado Décimo Cuarto Civil y corroboró que los datos de la tarjeta que le dio el licenciado Zorrilla eran precisamen­te de ese asunto.

Jesús empezó a pensar y a ponerse nervioso pues no entendía en ese momento cual era el objeto de su misión o del encargo de sus jefes, los abogados Zorrilla y Hernández, pero él como buen pasante de Derecho y leal a su trabajo lo hacía con gusto, no obstante pensaba en no arriesgars­e demasiado por si hubiera algo malo.

Jesús llegó hasta la recepción del Juzgado Décimo Cuarto Civil y se anunció con la secretaria del Juez, como le dijeron, efectivame­nte el Juez recibía a todos los que le solicitaba­n audiencia, pues la señorita de inmediato se levantó, le avisó al Juez y le dijo a Jesús – Pásale - Jesús de pronto se vio frente al Juez y sin siquiera tomar asiento saludó y el licenciado Bobadilla le preguntó – Qué se te ofrece muchacho – Jesús solamente le extendió el sobre con el dinero sin decir palabra. El Juez tomando el sobre al mismo tiempo le preguntó - ¿qué es esto? - y al proceder a ver su contenido lo puso en su escritorio y de inmediato sin más preámbulo gritó - ¡muchacho te voy a meter a la cárcel! -. Jesús no espero más, dio la vuelta y salió corriendo de la oficina, el juez seguía gritando ¡agárrenlo, agárrenlo! -. Jesús siguió corriendo sin voltear atrás a todo lo que sus piernas le permitían, salió de los edificios del tribunal, a las calles y seguía corriendo, así continuó hasta llegar a las calles de Bucareli. Allí volteó hacia todos lados y vio que nadie lo seguía, tomó un respiro y siguió caminando despacio aunque sin detenerse. En donde encontró el primer teléfono público se detuvo para llamar al despacho de abogados con la secretaria Anita, quien le dijo - ¿qué pasó Jesusito? estaba esperando tu llamada - Jesús le contestó - comunícame con el licenciado Zorrilla - y Anita le dijo - me encargó que los alcanzaras a él y al licenciado Hernández en el restaurant­e Sep’s de la calle París, tu ya lo conoces ahí van a estar esperándot­e para comer -.

Tremendo susto había pasado Jesús, en su cabeza todo era confusión y no entendía todavía cual había sido el objeto o la finalidad de haberle hecho ese encargo los abogados, quedó igual sin explicació­n alguna, como desde antes lo había previsto; se dirigió hacia el restaurant­e donde lo esperaban sus jefes. Al llegar al punto de reunión vio a los abogados Zorrilla y Hernández en una mesa departiend­o muy alegres con algunas bebidas alcohólica­s y bocadillos en su mesa, de inmediato lo invitaron a sentarse y le hacían preguntas.

- ¿Que pasó Jesús? - preguntó el licenciado Zorrilla, - cómo te fue, traes cara de asustado -. Jesús se sentó respirando todavía agitadamen­te y le contestó al licenciado - la verdad me fue muy mal, porque el juez se enojó mucho -.

El licenciado Hernández quien escuchaba soltó la carcajada y le dio un manazo entre el hombro y la espalda al licenciado Zorrilla, a la vez que comentó - te lo dije, te lo dije -. El licenciado Zorrilla invitó a Jesús a que se serenara y pidiera algo de tomar. - A ver Jesús tómate algo y platícanos detalladam­ente qué pasó, nosotros estamos tomando un whisky -. Mientras tanto el licenciado Hernández seguía riendo.

Jesús explicó en síntesis, - tal como me lo ordenaron llegué a la oficina del Juez, que por cierto se llama José Bobadilla, y de inmediato me recibió, estando aún de pie me preguntó “que se te ofrece muchacho”, le di el sobre como me dijeron y al recibirlo el Juez vio su contenido, o sea el dinero y de inmediato me gritó “te voy a meter a la cárcel” y yo me salí corriendo, mientras que él gritaba al personal del juzgado que me agarraran, pero me salí corriendo hasta acá sin que nadie me alcanzara. No entiendo para qué me mandaron a hacer eso -.

Un mesero llegó y le sirvió un whisky con agua mineral a Jesús sin interrumpi­r la conversaci­ón.

El licenciado Hernández, entre risa y risa le dijo al licenciado Zorrilla - te lo dije ya vez como ese Juez sí es honesto, es bien derecho y no acepta lana ni nada -. A lo que el licenciado Zorrilla contestó que sí pero pues había que corroborar­lo.

Jesús solamente dijo - ah entonces ya entiendo, de eso se trataba - y Zorrilla le dijo - pues claro, pero no te lo podíamos advertir, porque entonces podrías haberte hasta negado a realizar el trabajito -.

Fue así como Jesús Sánchez, en su naciente vida al trabajo jurídico, aprendió esta mala práctica de sobornar a los Juzgadores y a quienes imparten y procuran Justicia.

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