Nuestro catolicismo guadalupano
Con el festejo de la Virgen de Guadalupe inicia el periodo vacacional. Ese tramo de tiempo en que el País deja de lado sus problemas y se entrega al festejo, a la fiesta donde esperamos el encuentro con los más cercanos y con la familia. Descansamos de las malas noticias de la economía y de los robos de los políticos; escuchamos, eso sí, propuestas de fiestas y de regalos. Con las vacaciones dejamos de lado el trabajo y la sociedad mexicana concluye un periodo esperando que el año siguiente sea mejor o menos malo que el presente. Este tránsito al olvido inicia mañana con el festejo guadalupano al lado de comidas y reuniones de fin de año, ya en el trabajo, ya en las posadas con los vecinos o ya preparando la reunión familiar.
En nuestro querido y sufrido País, los mexicanos, -sobre todo los de las clases sociales más pobres-, veneran a la Guadalupana, que creada o real, es parte de nuestra cultura y manera de entender al mundo. Las fábricas paran actividades; los bancos inventan el “día del empleado bancario” y todos en ese gusto nuestro por festejar en el jolgorio popular que nos evade de la vida cotidiana.
Charlaba hace poco con mis alumnos de secundaria en Las Joyas en la materia de Historia de México y tocaba explicar, en el inicio del tema “la conquista”, la evangelización española a los indígenas. La enseñanza en el aula es un desafío con adolescentes, no solo por ser ellos personas en formación, sino por deber nosotros facilitar la comprensión del mundo que nos rodea y en el caso de la historia, el fin de la era mesoamericana y la innegable imposición de una religión a estas culturas prehispánicas nuestras.
Pues bien, era inevitable: debía explicar la irrupción en nuestra historia de la Virgen de Guadalupe. Me pregunté: ¿La expongo como creación o como aparición? Por plantear de una manera el suceso del siglo XVI me remití a los mejores recuerdos de clases y estudios, donde se bifurcan las explicaciones. Por un lado, históricamente se comprueba que la iglesia católica difundió un hallazgo y que lo esparció entre la feligresía; pero sabiendo que para los católicos, María, la madre de Jesús, pudo haberse presentado a nosotros en diversas manifestaciones Creer o no en esa en particular visión en México, divide opiniones.
Por otro lado, es inevitable presentar al alumno, los cuestionamientos a esa verdad histórica que creemos los católicos. Es decir ¿cómo reconocer frente a chiquillos, que la Iglesia creó una estrategia útil para evangelizar a los indígenas, desde su propia cosmogonía, para sustituir a la Coatlicue quien era venerada por ellos? Y menos fácil todavía afirmarlo en un País mayoritariamente católico, cercano al 85%, analizando el fenómeno guadalupano y esa pasión que mueve a millones de paisanos, especialmente a los más pobres.
Me animé a aplicar un sondeo de opinión a un panel de 250 leoneses de todos los niveles económicos. En la primera pregunta, respondió que “se considera católico” el 89%, 6% en “otras religiones” y un 5% declaró ser “ateo”. En la segunda, de los católicos, declaró ser “practicante” el 34%, “algo practicante” el 28% y “nada practicante” el 42% restante. Estos porcentajes son más altos que los que miden encuestas nacionales y es lógico pensarlo así, pues en Guanajuato tenemos los mayores porcentajes de catolicismo y sobre todo, de practicantes.
Nos interesaba también saber el nivel de “guadalupanismo” entre los católicos. Reconocen el 78% que es “importante” el fervor a la Virgen y que es “algo importante” el 11% y el 12% restante dijo que “nada importante”. Respecto a si celebra o no a la Virgen, dijo el 39% que “sí”, 50% que “algo” y que “nada” el 11%. En cuanto a la forma en que la celebra ese 39%, afirmaron que “poniendo altar para rezar” 40%, “visitando el templo” el 30%, “viendo la misa en la televisión” el 20% y 10% de “otras maneras”, lo que muestra que la gente muy católica sí tiene presente en su vida la Guadalupana.
Las empresas saben que es importante en la vida productiva del trabajador y especialmente en el obrero, tener presente a la Virgen, por lo que los altares, festejos y misas son frecuentes en la región. El mosaico de actividades es enorme y el fervor mayor. Por eso concluí, que para hablar de la Guadalupana, considerando que en nuestro Bajío el fervor religioso es enorme, y además, cuestionarlo en un aula de adolescentes, podía meterme en problemas por dudar de la historia, mejor opté por pasar por alto el tema y como muchos, unirme felizmente al día de festejo de este lunes.