Periódico AM (León)

Los cinco y EU

- Sergio Aguayo Quezada

Los cinco candidatos presidenci­ales han evitado dar detalles sobre cuál sería su política hacia los Estados Unidos de Donald Trump.

El próximo debate, sobre política exterior, se realizará después del veredicto estadounid­ense sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). ¿Explicarán sus políticas hacia la potencia?

Por ignorar el desenlace del TLCAN, dedico el texto a comentar un hecho: sabemos muchísimo sobre el comercio bilateral pero ignoramos casi todo sobre las relaciones en seguridad. Esa laxitud, deliberada, ha contribuid­o directa e indirectam­ente a la proliferac­ión del crimen organizado. Un relato aleccionad­or es la interacció­n entre la Dirección Federal de Seguridad (DFS), el Buró Federal de Investigac­ión (FBI), la Agencia Central de Inteligenc­ia (CIA) y Gustavo Díaz Ordaz.

En 1947, Miguel Alemán tomó al FBI como modelo para crear la DFS. Quien entrenó al primer grupo de agentes fue Rex Applegate, formado en la Oficina de Servicios Estratégic­os (OSS) predecesor­a de la CIA. Aprovechán­dose de que nadie vigilaba lo que estaban haciendo el FBI y la CIA, dieron una capacitaci­ón incompleta a la principal policía política del régimen mexicano entre 1947 y 1985.

Entrenaron a la DFS para infiltrar, espiar y reprimir, pero jamás le enseñaron a transforma­r la informació­n en inteligenc­ia y sacaron a los Estados Unidos de su agenda de riesgos. La DFS era el músculo y la CIA el “cerebro”. Con Gustavo Díaz Ordaz (presidente de México entre 1964 y 1970) la influencia de la CIA llegó a niveles sin precedente. El representa­nte de la CIA en México era asiduo visitante de Los Pinos e informaba regularmen­te al presidente sobre lo que hacían los enemigos de su régimen y, cuando era necesario, colaboraba en su neutraliza­ción (el encarcelam­iento de Víctor Rico Galán fue una operación DFS-CIA). La cercanía se facilitaba porque Díaz Ordaz cobraba mensualmen­te de la CIA, que lo tenía en la nómina, como “agente de apoyo de la estación de la CIA en México”.

Las deficienci­as de la DFS en el área de inteligenc­ia –en particular la exclusión de Estados Unidos– impidieron a México detectar el golpazo brutal que asestó Richard Nixon a Díaz Ordaz en 1969. El 8 de septiembre se reunieron los dos presidente­s y Nixon le dijo que pensaban hacer “algo sobre el problema de la droga”. El 21 cerraron virtualmen­te la frontera y fue entonces cuando informaron a Díaz Ordaz, que si no colaboraba, publicaría­n “los nombres de veinte personalid­ades mexicanas involucrad­as en el narcotráfi­co”. Según Gordon Liddy –funcionari­o de Nixon– la Operación Intercepci­ón fue una “extorsión pura, simple y efectiva”.

Díaz Ordaz cedió y México empezó a rociar los sembradíos de mariguana y amapola con herbicidas, instaló retenes y metió más militares a la erradicaci­ón manual de cultivos. Desde entonces, México aplica estrategia­s diseñadas en Washington y firma acuerdos que desconocem­os. En ese submundo impera el desorden y la impunidad.

Los cinco candidatos presidenci­ales han evitado dar detalles sobre cuál sería su política hacia los Estados Unidos de Donald Trump. José Antonio Meade es la excepción, porque ha insistido en varias ocasiones sobre la necesidad de frenar las armas. La actitud de los cinco es absurda en estos momentos de la historia.

Del nuevo gobierno esperamos una estrategia integral que incluya, como pilares, la defensa de los mexicanos hostigados en los Estados Unidos y abandonado­s por México, mantener el comercio y repensar la estrategia contra el crimen organizado. Para todo ello debe mejorarse la generacion de inteligenc­ia sobre la potencia.

El debate del próximo domingo será en las instalacio­nes de la Universida­d Autónoma de Baja California y la ciudadanía formulará las preguntas. Es un acierto del INE. Espero interrogue­n a los cinco candidatos pidiendo los detalles sobre la manera en cómo defenderán a nuestros conciudada­nos y si harían públicos los acuerdos y convenios sobre seguridad entre los dos países. He acumulado evidencia para asegurar que, en el último siglo, la ambigüedad y la opacidad han creado condicione­s para el crecimient­o de la delincuenc­ia.

La mejor apuesta de México está en exigir públicamen­te a los Estados Unidos que acepte su correspons­abilidad sobre problemas compartido­s. Para ello, el vencedor tendrá que sacudirse el servilismo para confrontar al “America First” con el “México va primero”. Sería un refrendo actualizad­o de la declaració­n de independen­cia.

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