El Debatómetro
Los debates son un medio privilegiado para conocer a los aspirantes a un puesto de elección popular y en la práctica, son también una obligación para ellos, de acuerdo a las leyes electorales.
Deberían ser también una parte de la cultura nacional donde podamos los mexicanos exponer ideas, plantear argumentos y quizá, dirimir nuestras diferencias. Lo mismo en las familias que en el trabajo que en las calles.
Esta semana, los aspirantes a la Gubernatura del estado, acudieron al debate convocado por el IEEG; más a fuerzas que de buena gana, pero acudieron. Como en nuestra folklórica cultura mexicana, se lanzaron con todo, los aspirantes al igual que en los debates nacionales.
“Dan pena ajena”, me decían amigos adultos, comentando que las diatribas y ofensas hacen ver mal a quienes las lanzan, aun cuando pudieran tener algo de razón; el asunto es que no dan ganas de ver debates cuando lo que contemplamos son solo ofensas y no propuestas.
Las culturas empresariales son un reflejo de las nacionales; los japoneses son tan productivos pues dedican el 80% del tiempo de las reuniones a las soluciones y solo el 20% al análisis del problema y su causa raíz; nosotros, los mexicas estamos al revés: 80% para el problema y 20% a la solución. Triste realidad la nuestra por la que no avanzamos.
AMLO, el casi Presidente de la República, si bien está escaso de inteligencia y elocuencia para los debates, y como puntero en las encuestas, se dedicó a defenderse de los ataques de los demás, pues es cierto que los “punteros” le sacan a los debates y acuden solo si la ley les obliga a hacerlo.
El debate para la Gubernatura no tuvo algo diferente a los del País. Por datos de los medios de comunicación escritos y digitales, podría haber llegado a 400 mil el público que lo vió (desde los que se lo aventaron completo hasta quienes vieron solo parte de él), considerando todas las plataformas donde estuvo disponible y siendo día laborable; aun así, la audiencia no fue mala.
Hoy podemos conectarnos por medio de televisión abierta, cable, internet, radio, webs de medios escritos, entre otros.
Hubo post debate (mesas de analistas) y también incluso, empresas encuestadoras que preguntaron por medio de call centers y robots, para conocer con un sondeo (que generalmente pregunta si vieron el debate), quién fue el ganador.
Si aceptan mi opinión, el debate mostró que el candidato oficial (Diego) salió bien librado a pesar de que sus dos oponentes, quienes se pelean el segundo lugar, le tundieron con todo sobre la problemática de inseguridad.
El 80% del tiempo del debate, cual buenos mexicanos, fue utilizado para denostar, para agredir, para atacar el adversario. Las expresiones más ofensivas -diría yo que groseras y hasta grotescas-, fueron expresadas aquí; las miradas, y los tonos rojos en el rostro fueron sin duda la faz de Sheffield.
Esto muestra de qué estamos hechos los seres humanos, y cómo la vida política ha decaído tanto en aras de ganar votos y un hueso. No hay ya ideologías, lealtades a tu partido o a una causa. Se trata solo de ganar el poder a como dé lugar y de acomodarse en la foto y en el presupuesto
No podemos las autoridades electorales sino promover los debates, convocar a los aspirantes y también a los ciudadanos a que lo vean, aunque sea para contemplar el triste espectáculo circense de diatribas donde no se escuchan ideas concretas de cómo usar los recursos públicos para conducirnos hacia un futuro mejor. No sonrisas, no alientos, no miradas de futuro, solo una cloaca de desechos fétidos.
Como pocos, vi el debate; como muchos de los que lo vieron, me harté de las ofensas y de los gestos y cejas fruncidas por el odio. Con un enorme esfuerzo por mantenerme atento, concluí el pesado episodio que parece concurso para saber quién más ofende y hace escándalos, para ganar.
No hubo realmente debate, es decir, un hilo conductor. El candidato del Verde, perdido entre las cámaras, la cuarta candidata desconocida sin merecer un recuerdo; el aspirante del tricolor repitiendo los tonos del discurso priista en armonías del pasado al que no queremos volver.
No sé si sumarme a quienes votan en plataformas como “massive caller”, robot cibernético, para dar mi opinión de quién ganó el debate, si el mejor o el menos malo; opino que las estaturas no son de centímetros, sino de talante, de liderazgo.
No quiero ver a líderes chaparros y enanos como futuro gobernador; los quiero altos y propositivos, con posturas de vida donde no dejen de decirse verdades, pero que canten futuro. Por eso, yo le daría mi voto al candidato que más me mostró que el futuro puede ser mejor, tomando de la mano a todos.