Nicaragua, Nicaragüita
Nicaragua, el País centroamericano, ha estado cercano geográficamente a México, pero más, por la intensa participación de mexicanos en el proceso de la triunfante revolución sandinista a finales de los años setenta, donde muchos nos volcamos a crear solidaridad y ayuda. En esa victoria confluyeron no solo la izquierda, sino multitud de movimientos liberales y progresistas, incluyendo a la misma iglesia católica. Intelectuales, guerrilleros, pequeños empresarios, lograron sacudirse a la dinastía de los Somoza. Ese triunfo representó una esperanza para mejorar las condiciones de las mayorías pobres de países centroamericanos que se ubican en niveles bajísimos de desarrollo humano.
La revolución trajo esperanzas pues se enfocó de inmediato a reducir las diferencias sociales; puso fin a la dictadura de la familia Somoza, sustituyéndola por un gobierno democrático progresista. Ese nuevo gobierno tuvo la virtud de reunir a un amplio espectro ideológico (socialdemócrata, socialista, marxista-leninista y con la izquierda de la iglesia católica). Logró reformas importantes en los aspectos socioeconómicos y políticos del país, como la gran jornada de alfabetización, el reparto de tierras y la mejora de la salud del pueblo.
Se formó una junta de gobierno que acordó que Daniel Ortega, el hoy líder casi eterno del Sandinismo, llegara democráticamente después del proceso revolucionario desde 1979 hasta febrero de 1990, protagonizado por el FSLN Frente Sandinista de Liberación Nacional (llamado así en memoria de Augusto César Sandino).
Este experimento socialista provocó rápidamente una oposición armada financiada por los Estados Unidos, que formó la llamada “contra” y metió a Nicaragua en una guerra civil que sumada a los errores de gobierno, provocó que el FSLN perdiera las elecciones en 1990 frente a la Unión Nacional Opositora.
Quisieron las condiciones políticas que el FSLN volviera a gobernar, siempre teniendo como dueño a Ortega quien por supuesto, fue postulado por “su” partido. El desgaste de años de gobierno y el mal desempeño de la economía provocó el cansancio del pueblo hacia Ortega. En 2017, Ortega fue investido para su cuarto mandato, de cinco años, y tercero consecutivo, junto a su esposa como vicepresidenta.
Hoy, Ortega ahora gobierna Nicaragua por más tiempo que cualquiera de los anteriores tiranos. Ni el general Zelaya, ni el general Somoza, gobernaron más que el Comandante Ortega. Desde el triunfo de la revolución liberal hasta su derrocamiento, Zelaya estuvo 16 años en el poder. El viejo Somoza, por sí mismo, estuvo también 16 años y su hijo, Luis, 7 años; su otro hijo, Anastasio, el último de la dinastía, estuvo 10 años. Ortega lleva ya 21 años, con lo que supera a sus antecesores.
En el colmo del nepotismo, Rosario Murillo, “la Chayo”, la esposa de Ortega es la Vicepresidente de este País que ahora es de una familia. Polémica y poderosa, Murillo ha sido la incondicional compañera de Daniel Ortega y un elemento fundamental en la toma de decisiones en Nicaragua. La sociedad nicaragüense se ha ido cansando de la dinastía Ortega y una mala decisión sobre el sistema de seguridad social hizo explotar a una sociedad que salió a las calles el año pasado.
Hoy, el gobierno nicaragüense ha prohibido cualquier tipo de manifestación sin autorización previa. La muerte de un joven de 16 años revivió las protestas en Nicaragua. Las razones del gobierno de Daniel Ortega para ilegalizar las protestas en el país (y la reacción de sus críticos) es que son brotes subversivos.
Las estrategias duras de Ortega, no han logrado acabar con la ola de protestas que empezó en abril pasado y que el gobierno nicaragüense considera un intento de golpe de Estado.
Las universidades, la iglesia católica, las cámaras empresariales, los organismos sociales, apoyan la expresión social y denuncian la represión. Son muertos, heridos, desaparecidos, detenidos y numerosos presos políticos condenados por terrorismo, todas, consecuencias de cerca de seis meses de protestas en contra del gobierno de la familia Ortega. Según estimaciones del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, el número total de “presos políticos” ya ronda los 500 y un número similar de muertos. Amnistía Internacional también ha atestiguado y denunciado estas violaciones al derecho de expresión.
Con la represión que hoy proviene de la izquierda, Ortega terminó haciendo lo mismo que criticó de los Somoza: perpetuarse con un poder concentrado en una familia.
Hoy, Ortega olvidando los fundamentos del Sandinismo, es dueño con su familia de Nicaragua y enfrenta una insurrección de todos los sectores sociales. Las fuerzas policiales y paramilitares armadas, actúan en contra de la población y no se puede dar como argumento que sean movimientos financiados por los Estados Unidos. Simplemente el pueblo quiere acabar ya con una dinastía familiar.
¿Qué sucede con la naturaleza humana que el poder la corrompe? ¿Por qué los líderes sociales de la izquierda insisten en perpetuarse? Ortega y su esposa son un ejemplo de cómo –más alá de las ideologías-, el apego al poder impide ver la realidad. Lleno de pretextos, el gran proyecto socialista de Nicaragua, muere a manos de un tirano y su familia que se aferran al poder. Por visitas al País, es triste para mí, ver lo que le sucede a Nicaragua, Nicaragüita.