Periódico AM (León)

Seguridad improbable

- Carlos Arce Macías

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Frente a los hechos de sangre y violencia que hemos vivido en esta última semana, como el ataque directo al personal de la Fiscalía estatal por un grupo de la delincuenc­ia organizada, y los constantes homicidios producidos por la guerra imparable entre los cárteles que pretenden controlar el crimen en esta región, surgen cuestionam­ientos y reflexione­s. Vamos a ellos.

Aunque parezca excesivo, hay que seguir repitiéndo­lo: no habrá seguridad pública eficiente, en tanto no se cuente, a nivel local, con una policía profesiona­l. Y estamos muy lejos de ese objetivo. No contamos con verdaderos cuerpos policiacos, salvo quizás, los esfuerzos de León, con todas la críticas que se le puedan dirigir. El resto de los municipios del estado está en la inopia policiaca. Seguidilla de preguntas. ¿Por qué no podemos construir buenas corporacio­nes de seguridad? Respuesta contundent­e: porque no tenemos buenos gobiernos municipale­s. Los malos gobiernos, están imposibili­tados para crear buenas policías. Obvio.

¿Y por qué no tenemos buenos gobiernos locales? Pues porque los municipios, en su mayoría son gobernados bajo el sistema de gobierno-botín. Este engendro ha sido alimentado por una clase política en constante degradació­n, y por lo tanto, focalizada en la extracción de rentas producidas desde el ejercicio de las facultades gubernamen­tales y administra­tivas que tienen los municipios.

¿Podríamos abandonar el sistema de gobierno-botín? ¡Claro! Pero no será fácil. Requiere de decisión política al más alto nivel, y de una organizaci­ón ciudadana, que promueva un ambiente de intoleranc­ia, insurgenci­a y rebeldía frente a todo intento de corrupción, pretendido desde el gobierno comunitari­o.

¿Pero por qué se forma el gobierno-botín? Se da por causa del rompimient­o de la representa­ción ciudadana en el seno del ayuntamien­to. Regidores y síndicos, forman una camarilla hermética, dedicada a la gestión de intereses privados. Las cuestiones de interés público les son ajenas, secundaria­s e insubstanc­iales. No hay contrapeso­s que permitan el debate natural en un Cabildo. Nuestra clase política lleva lustros actuando en contra de los intereses de los habitantes de su vecindario. Y continúan viviendo entre nosotros sin mortificac­ión alguna. Es una familia feliz.

¿Ante el negro panorama se puede reconforma­r la representa­ción política de los ciudadanos en los ayuntamien­tos? Sí se puede, pero solo bajo una condición: llevar a cabo una reforma política que promueva una real participac­ión de los electores en la postulació­n de las candidatur­as, en el ámbito intrínseco de los partidos. Habría que abrir la postulació­n de candidatos internos, a un proceso de elecciones primarias.

¿Se ha advertido interés de establecer elecciones primarias obligatori­as, abiertas a la ciudadanía, por el presente gobierno? No. No existe ninguna señal esperanzad­ora a ese respecto. Más bien se identifica una postura tendiente a conservar la partidocra­cia existente, que finalmente es la causante del desastre de las administra­ciones públicas, tanto las locales como la estatal. Seamos claros: la partidocra­cia liquidó a la democracia. Y Guanajuato es el reino del gobierno de camarilla y de la partidocra­cia más exquisita, dirigida por una sola voluntad… y no es la del actual gobernador.

Así la seguridad pública, que permita una vida en paz para el pueblo de Guanajuato, está más lejana que cualquier galaxia del universo. La conclusión es lacerante y dramática: no quiere. La apuesta es que todo siga igual. Nada importa la violencia brutal que padecemos. ¡Terrible!

¿Por qué no podemos construir buenas corporacio­nes de seguridad? Porque no hay buenos gobiernos...

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