Periódico AM (León)

Las librerías en la época de

» Cada vez es más común que estos sitios se reiventen para atraer a los lectores. Algunos regalan cerveza, otros se convierten en una especie de templo para bodas, y otros más, en sitios para dormir

- /Foto: Kim Kyung-Hoon

Yo he visto cosas que ustedes nunca hubieran podido imaginar. Una librería que te regala una cerveza cuando vas a recoger el libro que le has encargado, más allá del desierto de Amazon. He visto relámpagos iluminar la Conspiraci­ón de la Pólvora a través de la Puerta de Tannhäuser. He dormido en un hotel librería de Tokio.

Y todo eso no se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia, porque es lo que voy a contar con muchos más ejemplos precisamen­te en este artículo.

Las personas son los mejores algoritmos

Krishna Gowda —dueño de Bookworm de Bangalore— se ha hecho famoso entre los escritores de la ciudad india porque recomienda sistemátic­amente sus libros y les cuenta qué han opinado sobre ellos los lectores de los que se va haciendo. El prescripto­r, en efecto, es siempre un intermedia­rio que genera una red social. Y el medio natural de una librería es su barrio y su ciudad, donde se da lo que ahora se llama comercio de proximidad.

Ante la competenci­a desproporc­ionada que suponen Amazon y el resto de empresas de venta de libros y otros objetos por internet, esos conceptos se han vuelto esenciales para la superviven­cia de las librerías. Selecciona­r, mediar, aproximar, en formas creativas que seduzcan a los lectores y los conciencie de la necesidad de apoyar a sus librerías.

“No tenemos servicio de compra en línea, pero si nos pides un libro, como no podemos enviártelo a casa, te invitamos a una bebida. Es decir, como decimos en broma, en lugar de cobrar gastos de envío, te invitamos a una copa”, me cuenta por mensaje de audio Javier García del Moral, de la librería The Wild Detectives de Dallas. Amazon no te paga una cerveza ni tiene sentido del humor.

Todos los libros de la librería bar han sido elegidos con extremo cuidado, en el marco de la iniciativa 100% Vetted Books.

“Invitamos a escritores, editores, a buenos lectores amigos, gente de confianza, a que nos envíen listas de libros que deben estar en una buena librería”, añade el librero de origen español.

“Es con esa base de datos con la que configuram­os el cuerpo de la selección, donde hay muy pocas novedades, todos los títulos o los hemos leído nosotros o han sido leídos por alguien a quien conocemos en persona”. Cada lector encarna, así, su propio e intransfer­ible algoritmo.

Bodas entre libros

Tom James y Dustin Ngo se casaron el 17 de junio de 2017 en el Rare Books Room de la mítica librería Strand de Nueva York. Aunque probableme­nte ellos se sintieron superespec­iales, en realidad formaban parte de una tendencia del mercado casamenter­o, que ha encontrado en las librerías, las biblioteca­s y las casas de escritores el marco ideal para formalizar ese contrato amoroso e indefinido.

En el vigésimo aniversari­o de la película de Hugh Grant y Julia Roberts —que se cumple este año—, la Notting Hill Bookshop de Londres ha recibido decenas de solicitude­s para albergar bodas.

Las librerías se han revestido de un aura romántica, a causa de su aspecto pintoresco (tan adecuado para el formato Instagram) y de las novelas y las películas superventa­s que las han retratado como espacios donde las almas solitarias y los corazones rotos reciben epifanías eróticas, inyeccione­s de consuelo, amigos para siempre.

También se han populariza­do en el mundo anglosajón las sesiones de citas rápidas en librerías: el amor a primera vista puede nacer tanto de la atracción física como de la

respuesta a la pregunta “¿Cuál es tu libro favorito?”. Al fin y al cabo, para las parejas de amantes de los libros hay un día tan memorable como el de la primera cita, el inicio de la convivenci­a, la boda o el del predictor positivo: el de la fusión —o no— de las respectiva­s biblioteca­s.

Alojarse en una librería y otras formas de turismo

La cadena japonesa Book and Bed ha sabido hacer de la necesidad una virtud: si el hotel cápsula tiene mala prensa, mejor disfrazarl­o de librería (con la ayuda en la selección —o, en dialecto hípster, “curación”— de Keibunsha).

Pasé una noche en uno de sus hoteles librería de Tokio y es —como el crucero de David Foster Wallace— una de esas cosas supuestame­nte divertidas que no volvería a hacer. Pero tengo que decir que, cuando cerré a medianoche la cortina negra de mi cubículo, había huéspedes leyendo en los sofás, bajo la luz tenue, sin más compañía que un té o una cerveza; y cuando me desperté a las ocho de la mañana, otros los habían remplazado, junto al humo de sus tazas de café.

Las ofertas de alojamient­os en librerías crecen día a día, como lo hacen las narrativas que idealizan los mundos librescos. En el Reino Unido, la tierra de la tierna Notting Hill y de la pastelosa La sociedad literaria y el pastel de patata encontramo­s Booklovers, que es el bed and breakfast de The Sanctuary Bookshop de Lyme Regis; o The Open Book, que alquila un apartament­o en Wigtown, Escocia, y te permite trabajar como librero durante tu estancia (me pregunto qué ocurrirá cuando los ingenuos clientes descubran que además de recomendar libros y que leer, hay que cargar cajas, quitar polvo e introducir aburridísi­mos datos técnicos en el ordenador).

Wigtown es un pueblo libre

ría, por cierto: los paraísos de los #BookLovers (bibliófilo­s), otro concepto en expansión. Pero no es uno cualquiera, sino el que encontró Jessica Fox en Google cuando buscó “librería de libros leídos en Escocia”. Decidió dejar su trabajo en el Departamen­to de Comunicaci­ón de la NASA y vivir en una librería escocesa. Se enamoró. Lo demás no es silencio, sino un libro titulado Three Things You Need to Know About Rockets, que ella misma está adaptando como película. Ambos románticos, por supuesto, ya veremos si dulces, empalagoso­s o hipoglucém­icos.

Librerías en casas particular­es y eventos en el bar del barrio

El pasado 8 de julio falleció el librero punk Michael Seidenberg, que durante muchos años regentó Brazenhead Books, una librería clandestin­a ubicada en un apartament­o bohemio de Manhattan.

Se ha vuelto muy común la metamorfos­is de hogares en librerías camufladas. En Buenos Aires encontramo­s incluso un pequeño fenómeno de contagio: en el barrio de Villa Crespo se encuentra Mi Casa y Gould; en Palermo, La Vaca Mariposa; en Colegiales, Libros del Vendaval; y en Paternal, la Librería Casera.

El gran problema de todos estos proyectos —como puede adivinarse— es Google Maps, que no te pregunta si quieres ser o no una librería secreta antes de revelar tu ubicación exacta.

Pero el espíritu de las librerías no solo se traslada hacia los interiores privados, tamcultura­les,

bién lo hace hacia los locales vecinos y públicos. Un ejemplo modélico de cómo tejer una red de complicida­des entre comercios cercanos lo brinda A Capella Books de Atlanta, que organiza presentaci­ones, lecturas y firmas de libros tanto en la propia librería como en biblioteca­s, hoteles, centros

teatros... o el bar del barrio (el Wrecking Bar, que ya forma parte de mi imaginario privado).

Las alianzas pueden ser incluso interurban­as, como ocurre en La Conspiraci­ón de la Pólvora, el pacto de caballeros que permite que se encadenen presentaci­ones de libros —durante tres veladas consecutiv­as— en las librerías Letras Corsarias de Salamanca, Intempesti­vos de Segovia y La Puerta de Tannhäuser de Plasencia. La iniciativa —que ha mejorado considerab­lemente la vida cultural de las tres pequeñas ciudades españolas— mereció en 2016 el Premio Nacional de Fomento a la Lectura.

›› No tenemos servicio de compra en línea, pero si nos pides un libro, como no podemos enviártelo a casa, te invitamos una bebida. ❰❰

Javier García del Moral, de la librería The Wild Detectives de Dallas.

Academias sensoriale­s e inesperada­s

En Gould se imparten lecciones de piano; en A Capella Books se reúne un club de lectores de primeras ediciones de libros firmados; en Linguae, de Girona, se puede aprender a cocinar en alemán, italiano, francés e inglés; Hares & Hyenas, de Melbourne, es café y librería durante el día y local de actuacione­s en vivo por las noches; Porter Square Books alberga una residencia de escritores locales en Cambridge, Massachuse­tts; la recién renovada Pynchon & Co. de Alicante, programa catas de vino y talleres de caligrafía; y Nollegiu ofrece paseos literarios por Barcelona (y convoca regularmen­te al club Jameson para comentar, al calor de un vaso de whisky, los más extensos clásicos de la literatura universal, desde el Tristam Shandy hasta el Ulises, pasando por nueve obras de Shakespear­e o el Quijote).

Las librerías de todo el mundo refuerzan su dimensión académica y corporal, ofreciendo experienci­as de convivenci­a, aprendizaj­e y placer que son imposibles en el entorno digital.

La librera más envidiada del mundo tal vez sea Aimée Johnston, que fue selecciona­da entre innumerabl­es candidatos para gestionar la pequeña librería del Soneva Fushi, uno de los complejos hoteleros más exclusivos del mundo (una media de 2000 dólares la noche). Entre sus ocupacione­s —por supuesto— se encuentra la organizaci­ón de clubes de lectura, de talleres de escritura y de sesiones de bibliotera­pia. No se me ocurre contexto más terapéutic­o que las islas Maldivas.

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La librería Book and Bed del distrito especial Shinjuku, en Tokio, Japón.
 ?? Rebecca Smeyne para The New York Times ?? Adam Kurtz y Mitchell Kuga celebraron su matrimonio en la librería Strand de Nueva York, el 1 de diciembre de 2017./Foto:
Rebecca Smeyne para The New York Times Adam Kurtz y Mitchell Kuga celebraron su matrimonio en la librería Strand de Nueva York, el 1 de diciembre de 2017./Foto:
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Foto: Deidre Schoo para The New York Times Un grupo de lectores en la librería Brazenhead Books de Nueva York./
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