Periódico AM (León)

Amor pirata

- JUAN VILLORO

e he enterado con sorpresa que en países más rotundos que el nuestro hoy sólo se celebra el Amor. ¿Por qué nosotros agregamos la Amistad? Dedicaré las siguientes líneas a este misterio.

Lo primero que me viene a la mente es que los mexicanos nos especializ­amos en lidiar con el fracaso. Son tantas las circunstan­cias en las que el triunfo nos queda lejos que acabamos prestigian­do la derrota y, hay que decirlo, la amistad es un premio de consolació­n para el amor, su expresión pirata. El 14 de febrero nivela dos cosas muy distintas: aunque sólo tengas la que te interesa menos, puedes brindar.

La fiesta dual estimula la ambigüedad y la indecisión, actitudes tan socorridas que ya califican como “nacionales”. Si invitas a alguien a comer o a cenar hoy, no necesariam­ente propones un encuentro pasional; tanteas el terreno y, según las reacciones, celebras el día de los novios, el de los amigos que aún confían en un upgrade sentimenta­l o el de los resignados “amigos para siempre”.

Borges señaló que una de las diferencia­s entre el amor y la amistad es que el primero requiere de frecuentac­ión. Nadie que ame dice: “nos vemos en dos meses”.

La reflexión de Borges se refiere a la vida adulta. En la infancia y la adolescenc­ia la amistad debe ser continua. En la escuela envidiábam­os a los que tenían hepatitis y pasaban un mes comiendo dulces, lejos de clases. Sin embargo, cuando volvían al salón, descubríam­os que habían pasado por el infierno de estar al margen y prefigurab­an el auténtico sentido de la muerte: se habían perdido de anécdotas y chistes decisivos.

Con los años eso cambia. Dejas de ver a tus compañeros pero en cualquier momento

Mpuedes recuperar el trato, y si pasa demasiado tiempo... ¡ahí está el Día del Amor y la Amistad para organizar encuentros de generación! Otra diferencia entre los niveles del afecto es que la amistad no necesita expresarse. En cambio, el amor debe ser dicho. La amistad no se declara o sólo se declara cuando la cantina ya va a cerrar, llegan las copas del estribo y uno de los comensales exclama: “¡los quiero un...!” y agrega la grosería que más lo conmueve. ¿En verdad describe lo que siente? Por supuesto que no: eso sólo significa que está borracho.

El amor, por el contrario, exige serenatas, sonetos, globos en forma de corazón, expansione­s del alma. Si el globo se poncha como un símbolo del desencanto, queda ese repechaje de las emociones: la amistad.

Pasemos ahora a un concepto que pueblos menos complejos consideran un defecto y que hemos exaltado en virtud. Me refiero a la hipocresía.

Aunque la tradiciona­l amabilidad mexicana está en proceso de extinción, nuestra vida no ha dejado de ser un barroco teatro de la mirada. De pronto alguien nos mira con “ojos de pistola” o, peor aún, se nos “queda viendo”. Habitamos uno de los pocos lugares del planeta donde es terrible “quedarse viendo”. Nuestros ojos sirven menos a la óptica que a la suspicacia (a tal grado que muchos mexicanos estamos convencido­s de que los exámenes de la vista transmiten mensajes en clave).

“Te vimos con Fulanito”, dicen las amigas. Eso lleva a una importante distinción semántica. Hay cosas que ves y cosas que tienes que decir que viste. A la segunda categoría pertenecen las revelacion­es y los escándalos; es decir: “Fulanito”.

En un país donde la sospecha se reparte como el maíz, el Día del Amor y la Amistad permite que una cosa parezca la otra: te pusiste tus pantalones de la suerte para ir a la cita, pero, si la discreción lo requiere, puedes pretextar amistad, el tranquiliz­ador Lado B del festejo.

Los grandes especialis­tas del amor (hombres blancos a los que les fue de la patada) han escrito libros en los que la pasión cumplida incluye la amistad. ¿Sucede al revés?, ¿hay atracción en la amistad? Por supuesto que sí, sólo que no pasa directamen­te por el erotismo sino por sus formas sublimadas: la ropa, el equipo de futbol, el coche, las conviccion­es y, en casos de peligro, la pareja ajena.

El amor y la amistad son magníficas maneras de complicars­e la vida. En nombre de estas intrincada­s virtudes se cometen abusos reprobable­s que no dependen del afecto sino de su negación: del poder para acosar y la impunidad para encubrirlo. El amor se debe declarar y el abuso se debe denunciar. En medio queda la amistad, forma pirata de la emoción que toma y reparte sin decir su nombre.

Los grandes especialis­tas del amor (hombres blancos a los que les fue de la patada) han escrito libros en los que la pasión cumplida incluye la amistad. ¿Sucede al revés?, ¿hay atracción en la amistad? Por supuesto que sí, sólo que no pasa directamen­te por el erotismo sino por sus formas sublimadas:

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