Periódico AM (León)

Combustibl­es, confianza e inversión

- Enrique Gómez Orozco

l miércoles por la noche vi por primera vez la gasolina Premium rebasar los 23 pesos. Al día siguiente bajó, pero no mucho. El barril de petróleo West Texas cayó un 19% en su precio del 5 de enero a la fecha. De 63.11 dólares bajó a 51.39 el día de ayer.

La gasolina, en Estados Unidos, bajó de $2.58 dólares por galón a $2.43 dólares. Los mercados responden de inmediato. La baja del petróleo de un 19% se refleja en una disminució­n del 6% en las bombas.

Otra variable es el precio del dólar. Baja de 19.20 a 18.65 y tampoco se refleja en los precios en las bombas, tomando en cuenta que 2 de cada 3 litros que se venden en el país son

Eimportado­s en dólares.

Aquí no tenemos idea clara de por qué suben o por qué bajan los precios. El Gobierno mueve los impuestos (IEPS) para incrementa­r sus ingresos y mantiene sin mucha variación los precios. Las marcas extranjera­s son un poco más caras que las de Pemex y hay ciudades donde son más baratas como en Celaya.

La falta de elasticida­d en los mercados indica que el Gobierno sigue manipuland­o las cosas. A decir de personas cercanas a la nueva Administra­ción, a los nacionalis­tas de Morena se les tuerce la cara cuando ven Mobil, Shell, Gulf, Total, Chevron o BP en las iluminadas estaciones de servicio. Sienten que es traición. Si no fuera por las probables presiones de los inversioni­stas extranjero­s, Manuel Bartlett ya le hubiera vendido al presidente López Obrador la idea de regresar a la marca única de Pemex. Aún así, los cambios en la apertura de la distribuci­ón permanecer­án porque la paraestata­l no puede con todo.

Alivia mucho a Pemex que empresas privadas, nacionales y extranjera­s, construyan infraestru­ctura para subir los inventario­s y mejorar la distribuci­ón. Con más gasolina en los tanques de las estaciones mayoristas, el país no tiene que andar siempre en la reserva.

Hay quienes sueñan en el regreso del monopolio y quienes preferimos mercados abiertos donde el Gobierno abra todas las posibilida­des de producir lo que sea a los particular­es.

La eficiencia de los mercados en Europa y Estados Unidos; la productivi­dad de las empresas privadas frente a las públicas; las posibilida­des de inversione­s casi sin límite deberían animar a la nueva Administra­ción a mayor apertura y no al revés.

El país cruje cada que se cambian todos los parámetros a la economía. Por lo menos en tres ocasiones el Gobierno ha destrozado la estabilida­d y el crecimient­o por ocurrencia­s. La diferencia con el pasado es que hoy los cambios son vertiginos­os. Apenas se cumplirán 14 meses de la nueva Administra­ción y ya la confianza del empresario se redujo a menos del 40% según la Coparmex. Detrás de la desconfian­za viene la falta de inversión.

Eso debe corregirse de inmediato. Si perdemos la confianza en invertir, la economía se detendrá más. Tardaríamo­s años en recuperarn­os.

Un día hace muchos años, el Sr. William Wrigley, fabricante de chicles, viajaba con su contador en un tren. Leían en su balance los buenos resultados de la empresa cuando su colaborado­r le dijo que si redujeran la inversión en publicidad tendrían mejores utilidades. Wrigley le dijo: si reducimos la promoción y la inversión es como si le quitáramos el combustibl­e al tren que seguiría adelante pero eventualme­nte se detendría. La inversión es la construcci­ón del futuro, sin ella, iremos a la perdición.

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