La rifa: el gran distractor
“¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano? ¿A hacerte rico en loterías con un millón? ¡Mejor trabaja y ya levántate temprano!, con sueños de opio solo pierdes el camión…”
El enorme cantor de la cotidianidad popular, el Salvador “Chava” Flores, plasmaba en esa canción, mucho del ser nuestro, de la mexicanidad que evade la realidad con sueños. Esa manera de vivir, receptora natural de falsas promesas, tiene en las rifas, en la religiosidad popular, en las decisiones dejadas al infortunio, escapes al hecho de enfrentarnos a la realidad del trabajo y así tener movilidad social y realización plena. Sí, autores como González Pineda en su “psicología de la destructividad del mexicano” nos ayudaron a hacer conscientes al menos, el origen y dinámica interior que nos ha hecho derrotistas y novios deseadores de fortuna. Desde Octavio Paz en su “Laberinto de la Soledad” hasta Gabriel Zaid en “Hacen falta empresarios creadores de empresarios”, se ha estudiado el origen de nuestra ser y actuar.
La cultura nacional, la de las organizaciones, se forma en la interacción del ADN y del entorno. Los ecosistemas emprendedores occidentales se lograron gracias a generaciones de pioneros que poblaron territorios y exploraron lo ignoto; su ADN evolucionó en la conquista de la naturaleza. Las culturas latinoamericanas, por el contrario, nos hicimos en la predestinación del mañana, con la fuerza del destino que nos condenaba. La religión nos hizo resignados y conformistas; perdimos con el tiempo la fuerza y el impulso, como lo estudió Max Weber el padre de la sociología científica. Ni las adversidades nos ayudaron a resolver el dilema del futuro. Otros pueblos tuvieron en las guerras y las invasiones el evento que les proyectó fuera de la adversidad, ya japoneses, ya alemanes, ya singapurenses. El petróleo hizo en México su labor. Nos cayó del cielo y fue la maldición que nos hizo ricos de pronto; fuente de corrupción y de dádivas al poderoso sindicato. Estar en el gobierno era la solución; hacer negocios con él, también. Por eso, la descomposición política fue la punta del iceberg. Creamos un gobierno rico con pueblo pobre como dice el Presidente. Alrededor, empresarios enriqueciéndose en el “capitalismo de cuates” que describe Denisse Dresser con la mitad de paisanos en condiciones de pobreza y sin oportunidades.
Pero el problema es que, en México, nuestro líder, nuestro Presidente AMLO, ha repetido y es un pro hombre de ese estilo de ser que somos. Nos encarna, nos representa, se identifica con nosotros. El Estado nos debe dar todo; la riqueza puede venir de una rifa, no del esfuerzo. Se pasa la charola a los hombres ricos y poderosos para recolectar los faltantes en el presupuesto. Para AMLO el asunto no es crear riqueza, es primero repartirla, aunque la economía esté en recesión, o hayamos tenido el año más sangriento de la historia.
AMLO se dirigió brillantemente a nuestro
ADN: la rifa; el esperado resultado del azar. La riqueza llegada no por el trabajo sino por la buena ventura. El líder que nunca habla de trabajo ni de superación; el que detesta la meritocracia y quiere que el Estado haga por fin justicia a las mayorías, repartiendo el pastel que hoy es más pequeño al caer en recesión; bajan la recaudación fiscal, las exportaciones, la inversión bruta fija, la creación de empleos, la confianza y nos promete ahora la rifa del avión presidencial en lugar de ponerlo a trabajar, aunque sea como charter. Nuestro líder nos distrae para enfrascarnos en una rifa que no es rifa, en el premio mayor de un avión que no es el avión. Se organizará un gran evento y el País estará metido en esa promesa de hacernos ricos “en loterías con un millón” como decía Flores.
En su discurso mañanero, no hay ánimos a la productividad, su mirada es a los males del pasado, no a las oportunidades del futuro. Olvida que la riqueza se crea con esfuerzo colectivo, confianza, superación y educación. Invita a la comodidad de esperar el subsidio público y la dádiva. Para él es mejor pasar la charola que mover a la nación hacia la competitividad y el trabajo. Cuando más necesitamos de confianza en el futuro y de imaginarnos creando y formando a nuestros jóvenes, es cuando más esperamos con rifas, que el buen fortunio nos haga ricos. Compraremos “cachitos” para conseguir el millón, mientras los países asiáticos generan la tecnología que compramos y nosotros, perdemos el camión del futuro…