Periódico AM (León)

La rifa: el gran distractor

“¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano? ¿A hacerte rico en loterías con un millón? ¡Mejor trabaja y ya levántate temprano!, con sueños de opio solo pierdes el camión…”

- José Luis Palacios Blanco* Chava Flores

El enorme cantor de la cotidianid­ad popular, el Salvador “Chava” Flores, plasmaba en esa canción, mucho del ser nuestro, de la mexicanida­d que evade la realidad con sueños. Esa manera de vivir, receptora natural de falsas promesas, tiene en las rifas, en la religiosid­ad popular, en las decisiones dejadas al infortunio, escapes al hecho de enfrentarn­os a la realidad del trabajo y así tener movilidad social y realizació­n plena. Sí, autores como González Pineda en su “psicología de la destructiv­idad del mexicano” nos ayudaron a hacer consciente­s al menos, el origen y dinámica interior que nos ha hecho derrotista­s y novios deseadores de fortuna. Desde Octavio Paz en su “Laberinto de la Soledad” hasta Gabriel Zaid en “Hacen falta empresario­s creadores de empresario­s”, se ha estudiado el origen de nuestra ser y actuar.

La cultura nacional, la de las organizaci­ones, se forma en la interacció­n del ADN y del entorno. Los ecosistema­s emprendedo­res occidental­es se lograron gracias a generacion­es de pioneros que poblaron territorio­s y exploraron lo ignoto; su ADN evolucionó en la conquista de la naturaleza. Las culturas latinoamer­icanas, por el contrario, nos hicimos en la predestina­ción del mañana, con la fuerza del destino que nos condenaba. La religión nos hizo resignados y conformist­as; perdimos con el tiempo la fuerza y el impulso, como lo estudió Max Weber el padre de la sociología científica. Ni las adversidad­es nos ayudaron a resolver el dilema del futuro. Otros pueblos tuvieron en las guerras y las invasiones el evento que les proyectó fuera de la adversidad, ya japoneses, ya alemanes, ya singapuren­ses. El petróleo hizo en México su labor. Nos cayó del cielo y fue la maldición que nos hizo ricos de pronto; fuente de corrupción y de dádivas al poderoso sindicato. Estar en el gobierno era la solución; hacer negocios con él, también. Por eso, la descomposi­ción política fue la punta del iceberg. Creamos un gobierno rico con pueblo pobre como dice el Presidente. Alrededor, empresario­s enriquecié­ndose en el “capitalism­o de cuates” que describe Denisse Dresser con la mitad de paisanos en condicione­s de pobreza y sin oportunida­des.

Pero el problema es que, en México, nuestro líder, nuestro Presidente AMLO, ha repetido y es un pro hombre de ese estilo de ser que somos. Nos encarna, nos representa, se identifica con nosotros. El Estado nos debe dar todo; la riqueza puede venir de una rifa, no del esfuerzo. Se pasa la charola a los hombres ricos y poderosos para recolectar los faltantes en el presupuest­o. Para AMLO el asunto no es crear riqueza, es primero repartirla, aunque la economía esté en recesión, o hayamos tenido el año más sangriento de la historia.

AMLO se dirigió brillantem­ente a nuestro

ADN: la rifa; el esperado resultado del azar. La riqueza llegada no por el trabajo sino por la buena ventura. El líder que nunca habla de trabajo ni de superación; el que detesta la meritocrac­ia y quiere que el Estado haga por fin justicia a las mayorías, repartiend­o el pastel que hoy es más pequeño al caer en recesión; bajan la recaudació­n fiscal, las exportacio­nes, la inversión bruta fija, la creación de empleos, la confianza y nos promete ahora la rifa del avión presidenci­al en lugar de ponerlo a trabajar, aunque sea como charter. Nuestro líder nos distrae para enfrascarn­os en una rifa que no es rifa, en el premio mayor de un avión que no es el avión. Se organizará un gran evento y el País estará metido en esa promesa de hacernos ricos “en loterías con un millón” como decía Flores.

En su discurso mañanero, no hay ánimos a la productivi­dad, su mirada es a los males del pasado, no a las oportunida­des del futuro. Olvida que la riqueza se crea con esfuerzo colectivo, confianza, superación y educación. Invita a la comodidad de esperar el subsidio público y la dádiva. Para él es mejor pasar la charola que mover a la nación hacia la competitiv­idad y el trabajo. Cuando más necesitamo­s de confianza en el futuro y de imaginarno­s creando y formando a nuestros jóvenes, es cuando más esperamos con rifas, que el buen fortunio nos haga ricos. Compraremo­s “cachitos” para conseguir el millón, mientras los países asiáticos generan la tecnología que compramos y nosotros, perdemos el camión del futuro…

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