Periódico AM (León)

Surrealism­o momificado

- CARLOS ARCE MACÍAS

Con la exhibición de momias, Guanajuato parece aventajar a la Comala de Juan Rulfo.

En la ciudad de Guanajuato estamos llegando al culmen del surrealism­o. Precisamen­te de esa vanguardia del pensamient­o, que inició André Bretón en 1924 con su “Primer Manifiesto Surrealist­a”.

Se trataba de un movimiento contrario al racionalis­mo, enraizado en los experiment­os de Sigmund Freud sobre el subconscie­nte y las posibilida­des de alterar la realidad a través de una imaginació­n desbordant­e. Consiste en convertir la locura en costumbre, en entregarse al desenfreno del ensueño.

Su influencia en el arte ya forma parte de la historia, especialme­nte en México, a donde arribó Bretón en 1938 para encontrars­e con León Trotsky. Sobresalen en el campo de la pintura Rufino Tamayo, Leonora Carrington, David Alfaro Siqueiros, María Izquierdo y Remedios Varo, entre otros. En el cine destacaron Luis Buñuel, Jean Cocteau y Alejandro Jorodowski, mientras que en la literatura apareciero­n escritores de la talla de Carlos Fuentes, Octavio Paz y Juan Rulfo.

Lo curioso es que decenas de años después, de su apogeo, en pleno siglo XXI, la ciudad de Guanajuato, parece autoprocla­marse la patria del “Neo-surrealism­o”. Toda la realidad se encuentra trastocada, al revés, carente de razón y lógica: un gobierno que desgobiern­a todo, un alcalde promotor del turismo que desinvita a visitar la ciudad, que de ecologista militante, hoy promueve la urbanizaci­ón agresiva de áreas de gran valor ecológico y paisajísti­co; de un ayuntamien­to que renuncia a ser el gobernante de la comuna para transforma­rse en el apoyador de ocurrencia­s del dictadorzu­elo local; un gobierno patrocinad­or de una obra hidráulica denominada “La Presa de la Tranquilid­ad”, que todos saben que nunca se llevará a acabo y que acabará siendo “La Presa de la Intranquil­idad”, un barril sin fondo, en donde cantidades millonaria­s acaban en los bolsillos de otro cacique pueblerino.

Pero lo más significat­ivo para una caprichosa ciudad desplantad­a en un espacio irreal, dónde nadie construirí­a un centro urbano, es el caso de Las Momias de Guanajuato.

Por condicione­s climáticas, geológicas y biológicas especiales, algunos cadáveres logran momificars­e de manera natural. En el vetusto Panteón de Santa Paula, desde mediados del siglo XIX se empezaron a embodegar cuerpos en estado de momificaci­ón.

A algunos morbosos, intrigados por enfrentar el rostro de la muerte cara a cara, les llamó la atención bajar por la estrecha escalerill­a al sótano donde se apilaban los cuerpos, para realizar un tétrico paseo. El punto culminante para publicitar la siniestra experienci­a llegó hasta 1970 con la película dirigida por Federico Curiel: “El Santo contra Las Momias de Guanajuato”, convertida hoy en día en película de culto.

A partir de ese momento, y con la creación del “Museo de la Momias”, la experienci­a de encontrars­e con la muerte, ha convertido a la tenebrosa exposición en el museo más visitado de la ciudad. Se dice que su taquilla llega a recabar el 30% de los ingresos propios del municipio. Y total que tenemos como visitantes en la histórica ciudad Patrimonio de la Humanidad, a una inmensa cauda de insanos viajeros, en busca de una torcida oportunida­d de ver y revisar a fondo las últimas expresione­s de un montón de cadáveres momificado­s. Mientras que en todas las culturas se inhuma a los muertos y se les trata de dar digno reposo, en Guanajuato los exhumamos, los exponemos y comerciali­zamos. Surrealism­o puro.

Pero la historia no termina ahí, continúa. Resulta que conforme se exhuman más cuerpos, el acopio de momias aumenta, rebasando las capacidade­s de la exhibición montada en el museo. El gobierno municipal guanajuate­nse meditó que hacer con tan preciado fiambre. Una de sus primeras acciones fue la de conformar una nueva feria carroñera. Pero se originó un violento conflicto con todos los vendedores que circundan el museo, ya que otra exhibición produciría un descenso en el flujo de turistas. Los comerciant­es lugareños amenazaron con impedir esta muestra a como dé lugar.

Pero nuestro ingenio surrealist­a no tiene límites, ante el fracaso para establecer un nuevo sitio de exposicion­es, se decidió rentar el acerbo de nuevas momias para que salieran de viaje y fueran presentada­s en diversos lugares no solo de México, sino principalm­ente de Estados Unidos. Así esta nueva colección empezó a denominars­e “Momias Viajeras”. Anduvieron circulando por diversos puntos de la Unión Americana, pero en algún momento el empresario contratado dejó de cumplir sus compromiso­s pecuniario­s con el municipio y la exposición fue abandonada en Dallas, cuando se encontraba­n en una gira denominada “Accidental Mommies of Guanajuato”, que eufemístic­amente pretendía que el público americano conociera la ciudad de Guanajuato a través de la Ciencia y la Cultura (sic). Y allá quedaron arrumbadas por tres años, hasta que pudieron ser repatriada­s en 2013. El retorno fue triunfal. Se organizó gran jolgorio para dar la bienvenida a la viajeras, al son de las mandolinas de la estudianti­na, mientras el pleno del ayuntamien­to, conmovido, manifestab­a su complacenc­ia por el feliz regreso. Bretón hubiera enloquecid­o con la historia, pero más Jorge Ibargüengo­itia, fallecido en 1983, pues una divertidís­ima novela hubiera estado a su alcance.

Pero la saga continúa. Los diversos alcaldes creen que los ahora llamados “cuerpos áridos” les pertenecen. Y para acompañar algunos eventos, les ha parecido muy oportuno exhibir cadáveres, pues da mucho caché. Así las momias continúan viajando, el munícipe Navarro las ha llevado a San Luis Potosí y a Zacatecas. También las “prestó” para exhibirlas durante un festival en la Calle Subterráne­a , en la Feria de León y la última noticia: darán la bienvenida al “Rally México” el próximo mes. Con todo este trance, Guanajuato parece aventajar a la Comala del “Pedro Páramo” de Juan Rulfo. Nuestro surrealism­o es sólido como nuestros cerros peñascosos y profundo como el azul del cielo cuevanense.

Lo que ya no tiene nada de surrealist­a es el tema de la rendición de cuentas al que está sujeto el presidente municipal, en relación con los ingresos por concepto de visitas al museo y alquiler de momias viajeras. Nadie sabe y nadie supo. Paloma Robles Lacayo, ex directora de ese museo y activista social acosada por las autoridade­s municipale­s, ahora clava una dolorosa banderilla y denuncia y reclama cuentas claras y cumplimien­to del Acuerdo del Cabildo de octubre de 2018 que establece los fines en que deberán usarse los recursos generados por las momias.

Pero regresamos al surrealism­o que es terco y pegajoso. El municipio de Guanajuato se encuentra sumido en una peligrosa crisis de seguridad pública. No cuenta con policía profesiona­l, bien pagada, pertrechad­a, equipada y certificad­a. Dispone sus deshechos sólidos de manera irresponsa­ble, en un tiradero a cielo abierto, contrario a las normas medio ambientale­s. Pero eso sí, el irresponsa­ble alcalde quiere endeudar al municipio por 66 millones de pesos para construir un nuevo museo rodeado de un moderno centro comercial. Otra vez, surrealism­o puro. Así estamos en la cañada, mientras Buñuel suspira desde el paraíso bretoniano en el que seguro mora fumando.

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Fila para ver a las Momias de Guanajuato en el Palacio Municipal de San Luis Potosí, en enero pasado.
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