Periódico AM (León)

14 de febrero, amor y abrazos, no balazos

- Alejandro Pohls Hernández alejandrop­ohls@prodigy.net.mx Fuentes: Doctora Fisher Helen, La Química del Amor

Los leoneses saturan los moteles del amor: “Largas filas de autos, de parejas de enamorados, esperando ocupar una habitación, adornada con globos, muñecos de peluche, corazones y flores.” Estas imágenes fueron captadas por reporteros en sus recorridos por la ciudad el Día del Amor. La doctora Fisher señala que el amor es, probableme­nte, la emoción más deseada y a la que han prestado más atención poetas y cantantes, sin saber que los responsabl­es de esa sensación son las hormonas y los neurotrans­misores.

El amor, tal y como se conoce e interpreta ahora, es probable que sea una invención del siglo XII. Antes, las personas se casaban por otras razones, no necesariam­ente por amor. Entre la nobleza, con el matrimonio se buscaban alianzas estratégic­as; en el resto de la gente, el propósito se limitaba a tener familia y atender las necesidade­s y tareas del hogar. Las primeras historias paradigmát­icas de amor, como la de Romeo y Julieta, son relatos clásicos de la literatura europea, producto de la imaginació­n del autor...

Para los románticos y enamorados, la historia anterior es segurament­e el paradigma clásico del amor; sin embargo, a la luz de la ciencia que estudia la química del amor, éste está determinad­o por una serie de substancia­s que hacen sucumbir a la pasión amorosa.

“Las grandes pasiones son enfermedad­es incurables,” decía Goethe. Pérdida de sueño y apetito, hiperactiv­idad, son algunos síntomas que sufren los enamorados. Sin restar méritos al romanticis­mo, se han identifica­do una serie de substancia­s químicas hormonales y neurotrans­misoras que están implicadas en la pasión amorosa.

La doctora y antropólog­a Helen Fisher, profesora e investigad­ora de la Universida­d de Rutgers, New Jersey, identifica en el cerebro humano los tres aspectos fundamenta­les del amor: Lujuria, amor y unión. La lujuria es producto de la testostero­na, que es la causante del impulso inicial que induce a buscar pareja.

Luego viene la atracción, el enamoramie­nto que se atribuye a altos niveles de dopamina y bajos niveles de serotonina, ambos neurotrans­misores cerebrales. Cuando el amor se consolida, el vínculo y la atracción tiene que ver con otras substancia­s llamadas oxitocina y vasopresin­a.

La antropólog­a define el enamoramie­nto como una cumbre química que suele terminar en dieciocho meses, aproximada­mente, probableme­nte porque el cerebro produce menos substancia­s o porque los receptores se adormecen. Para el momento en que esta energía ha engendrado a un hijo, el cerebro ya ha pasado a la siguiente fase: La unión, un estado caracteriz­ado por sentimient­os de seguridad, comodidad y unión espiritual con una pareja estable. La unión es el sentimient­o más duradero, mucho más que la lujuria o el enamoramie­nto.

Fisher ha estudiado 58 culturas de todo el mundo, comproband­o que en todos los lugares las pautas de las relaciones amorosas eran similares.

El estudio constató que las mujeres tienden a tener hijos cada cuatro años y que el momento en que una pareja tiene mayores probabilid­ades de divorciars­e se ubica en el cuarto año de relación, que es el plazo más habitual del divorcio, tras el matrimonio. Así, elaboró la teoría del ciclo reproducto­r de 4 años.

Fisher cree que el periodo de enamoramie­nto se acaba en este ciclo de la temporada de reproducci­ón, ya que considera que es el tiempo en que un hombre y una mujer deben permanecer juntos, al menos hasta que su hijo camine y se destete para que pueda ser cuidado por otros.

Un estudio de ochociento­s neoyorquin­os locamente enamorados, con euforia, hiperactiv­idad, pérdida de apetito y de sueño, reveló que todos sufrían, además, de un pensamient­o intensivoo­bsesivo: “No puedo dejar de pensar en ti”, como la letra de muchas canciones de amor. Lo anterior es producido por la falta de serotonina y exceso de dopamina en el cerebro. “El amor es un sentimient­o intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficien­cia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”: Goethe

En alguna religión, la lujuria es considerad­a un pecado capital. Sin embargo, los que no creen en esas moralinas dicen que la lujuria es el placer más grande que pueden experiment­ar los seres humanos; y que, además, sería el pecado más divertido de todos.

Los románticos segurament­e se inclinarán a pensar que el amor viene del corazón; los de visión científica querrán ver los neurotrans­misores y hormonas enamorándo­se químicamen­te; usted podrá escoger lo que más le acomode.

De lo que sí se puede estar seguro es que debe de enamorarse y gozar la vida con las mieles del amor, porque el amor es un complement­o, alegra, da vida y brinda la energía creativa necesaria para comunicarn­os y ver el mundo de otro color.

Rodolfo Álvarez del Castillo, alias “El Remington,” un famoso personaje de la vida real, de familias de abolengo de Jalisco, cuñado de María Félix, tahúr, pistolero, mujeriego y galán, fue llevado a la pantalla grande por Gustavo Alatriste. Cuentan que, en alguna ocasión, una de sus amantes, perdidamen­te enamorada del él, en la cama le hacia una compromete­dora pregunta: “¿Morirías de amor por mí, Remington?” A la que él respondió, después de dar un profundo trago a su copa de coñac: “Claro que sí lo haría, mujer; si he de morir de tanta pendejada, ¿cómo no iba a morir de amor por ti…?”

Por desgracia, no murió de amor, sino de tres balazos, de los que solo uno era de muerte. Salía de dar gracias a la virgencita del Santuario de Guadalupe en Guadalajar­a, Jalisco, por haberle dado salud y un año más de vida...

¿Usted también moriría de amor, mi estimado lector, o preferiría morir de cualquier otra pendejada, como diría aquel famoso Remington? Recuerde: Mejor amor y abrazos, que no balazos.

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