Me Too modelo 1953
Como siempre, la gloria y el abismo llegaron de la mano. Aquel día, 10 de enero de 1953, el Teatro Esperanza Iris era un volcán a punto de explotar. Más de cinco mil espectadores se apiñaban en la galería. En medio de la disputa de dos ídolos —Jorge Negrete y Mario Moreno, “Cantinflas”— por la dirigencia del Sindicato Nacional de Actores, la actriz Leticia Palma iba a ser llevada a juicio.
Negrete la acusaba de haber sustraído documentos de la ANDA, a fin de emplearlos en su beneficio personal. La acusaba, también, de haber desatado en la prensa una campaña de calumnias contra él y contra el sindicato.
En la calle, la fila de quienes querían presenciar el juicio se extendía a lo largo de varias calles y demandaba una espera de horas. La asamblea convocada por el comité directivo duró diez horas. La prensa afirmaba que “la piedra del toque preparada para este caso” era precisamente Leticia Palma.
Hubo por lo menos cien discursos, tanto para discutir la obra de Negrete al frente de la ANDA, como para acusar o para salir en defensa de la joven artista que acababa de hallar la consagración en una película de Roberto Gavaldón, con guion de José Revueltas: En la palma de tu mano (1951).
En las butacas, mientras tanto, “las pasiones estaban al rojo vivo”. Gritos, carcajadas, abucheos. Ella intentó articular su defensa, pero los gritos de “¡Fuera!” le impidieron hablar.
Tal vez la carrera más corta de una estrella del cine mexicano se le deba acreditar a Leticia Palma. Nacida en Tabasco en 1926, llegó a la Ciudad de México para estudiar una carrera comercial,
y también ciencias biológicas. Alguien le quitó el poco glamoroso nombre de Gloria Ruiz y le impuso el de Nacira de Tello: con el mismo aparece en los créditos de No me defiendas compadre, una de las mejores películas de “Tin Tán”. Se le ve en filmes como Yo bailé con don Porfirio, El hombre de la máscara de
hierro y Escuela para casadas. En 1950, Cinema Reporter informa que el productor Óscar Brooks acaba de ficharla como artista exclusiva. Sucede entonces el fenómeno provocado por “su presencia inquietante”, “su personalidad magnética”, “su atrayente figura” y sus “maravillosos ojos verdes”.
En solo cuatro películas —y ya con el nombre de Leticia Palma—, la actriz alcanza el estrellato en una época en la que las estrellas son María Félix y Dolores del Río. Estelariza, al lado de Antonio Badú, Hipócrita (1949) y Vagabunda (1950). Con Pedro Armendáriz, Camino del Infierno (1951). Y luego aparece inolvidablemente en el minuto 20 de En la palma
de tu mano, con velo y sombrero, instante a partir del cual —al lado del también magnético Arturo de Córdova— “queda colocada entre las grandes actrices del cine mexicano”.
Esa noche de 1953, a pesar de los esfuerzos de “Cantinflas”, Palma recibe la expulsión definitiva el sindicato, y abandona el teatro abucheada, sobajada por su propio gremio. “Votaron en mi contra porque vieron una oportunidad de obtener mejor trabajo”.
Se consuma así, en el momento más interesante de su carrera, el sacrificio de Leticia Palma. No vuelve a filmar. Ni pisa más un set: pronto, se la traga el olvido.
45 años más tarde, una mujer “con el rostro marchito” es entrevistada en el Unomásuno. Es Leticia Palma. Tiene 82 años de edad. “Dios me escogió para que fuera alguien y después me esfumara”, dice.
Gloria o Nacira o Leticia considera, sin embargo, que ha llegado la hora de contar la verdad: “Óscar Brooks quiso que fuera su amante. Yo me consideraba una actriz de carrera. Me resultó inaceptable su proposición”. La actriz lo abofeteó.
Jorge Negrete —que moriría ese año— estaba quebrado “y con poco dinero para atenderse en un hospital”. “Brooks le propuso bloquear mi carrera a cambio de ayuda económica. Esto fue todo, así de sencillo”, dijo Leticia.
Gloria Ruiz murió al año siguiente. Leticia Palma había muerto mucho tiempo antes. De algo servirá en estos días recordar su historia.