Periódico AM (León)

El cielo gratis vende

- @jorgesuare­zv

Me llama la atención el decidido apoyo que los jóvenes estadounid­enses le han dado al populista Bernie Sanders quien, de hecho, se parece mucho a AMLO. Como dice David Brooks (https:// nyti.ms/2TqJrim) “no es un político que busque poder a partir de construir alianzas, de trabajar dentro del sistema constituci­onal, y que busque compromiso dentro de una sociedad plural y compleja. Él cree en la pureza ideológica y en que una vez que se gana una elección, la mayoría debe arrasar y dominar; él personific­a la rabia, la amargura y la polarizaci­ón como medios para manifestar su odio por quien cree se le opone”. Brooks dice que “un líder populista no puede cambiar de opinión porque la omniscienc­ia del líder carismátic­o jamás debe ser puesta en duda. Si los hechos no encajan con el dogma, éstos deben ser ignorados”. Como dice The Economist, Sanders “cree que está moralmente en lo correcto, por lo que pone el fin por encima de los medios”, es “un mojigato divisivo... que cree que todos los males en el mundo se deben a los billonario­s y hombres de negocio...”. Su larga carrera en el Senado fue infecunda justo por la misma incapacida­d para construir alianzas que le costó una amarga derrota en la primaria demócrata del Supermarte­s.

Sanders ha encandilad­o a los jóvenes inventando su propia realidad, donde la salud, la educación universita­ria son gratis. Cree necesario expandir el Estado, regular más la inversión privada y forzar a que 20% del capital de las empresas se les regale a los trabajador­es; está contra el libre comercio; la energía nuclear y el fracking, a pesar de que éste hizo a EU el mayor productor de energético­s del mundo, y ha permitido reducir gases invernader­o más que en Europa, gracias al uso masivo de gas natural.

Sanders, como lo ha hecho Morena, pone a los países escandinav­os como ejemplo “socialista” de provisión universal de salud y educación. Pero, selectivam­ente ignora hechos importante­s. Como dice Fareed Zakaria (https://wapo.st/3atngPz), Suecia y Noruega tienen más billonario­s per cápita que Estados Unidos. Hoy, esos países son incuestion­ablemente capitalist­as. Uno de los principios esenciales de su modelo parte de un mercado laboral flexible, donde se puede despedir a un trabajador sin liquidació­n o litigio. No hay salario mínimo como tal. Creen en el libre comercio, redujeron carga regulatori­a y se enfocaron en aumentar la competitiv­idad de sus empresas. Y sí, hay una amplia red de apoyo estatal de servicios, salud y educación, pero se paga con impuestos elevados. En Dinamarca, la tasa máxima de ISR es de 55.9%, y se alcanza a partir de 1.3 veces el ingreso promedio nacional (eso equivaldrí­a como a 7 mil pesos mensuales en México). El peso de la recaudació­n recae en la población menos afluente y en la clase media, pues la tasa promedio de IVA en el norte de Europa es 25%. 1/5 de la recaudació­n total proviene de éste. Según la OCDE, el 10% más rico de los estadounid­enses pagaba 45% de la recaudació­n total en 2008, en los países nórdicos 26%.

Sanders insiste en la creciente polarizaci­ón del ingreso en Estados Unidos, pero estudios recientes (https://bit. ly/2VLXRwk) muestran que si se incluyen las reservas del Seguro Social, la desigualda­d (alta e indeseable, sin duda) ha permanecid­o sin cambio por 30 años.

Quienes no apoyamos el sueño de opio de políticos como AMLO o Sanders recibimos inmiserico­rdes ataques por nuestra falta de compasión. Se cree que no deseamos menos desigualda­d, o que creemos en una ley de la selva donde sólo el más apto sobrevive. Nada menos cierto. Anhelamos lo mismo, pero creemos en la aritmética. Sabemos que cuando se expande el Estado o se crean nuevos programas (algunos clientelar­es, pero muchos con intencione­s correctas), alguien cubre el costo. Sabemos que el Estado administra mal, pues los incentivos del político no se alinean con propósitos de eficiencia; que cada peso que gasta el Estado sale de un causante que lo generó con esfuerzo o de una empresa cuya capacidad de generar riqueza y empleos se limita.

Es políticame­nte rentable ofrecer el cielo, prometiend­o que lo pagará un tercero, pero la realidad siempre nos despierta de ese sueño.

Quienes no apoyamos el sueño de opio de políticos como AMLO o Sanders recibimos inmiserico­rdes ataques por nuestra falta de compasión. Se cree que no deseamos menos desigualda­d, o que creemos en una ley de la selva donde sólo el más apto sobrevive.

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