Periódico AM (León)

Afrolatino­s y el racismo

- Jorge Ramos @jorgeramos­news

Todas las noches, entre semana, me siento junto a la periodista Ilia Calderón en el Noticiero Univisión para contar lo que ha pasado en el mundo. Pero mucha gente no sabe todo lo que ella tuvo que pasar para estar sentada ahí. Su historia, como la de muchos afrolatino­s en Estados Unidos, está marcada por enormes logros personales y perseveran­cia frente a un ambiente hostil y racista.

Ella nació en el Chocó, en Colombia, que describe como “nuestro pequeño paraíso negro”. Pero a los 10 años, cuando se fue a estudiar a un colegio católico a la ciudad de Medellín, una de las estudiante­s blancas le hizo un gesto de asco y le dijo: “Negro ni mi caballo”. Ese primer choque con el racismo en América Latina la marcaría para siempre.

Cuando se mudó a Miami en el 2001 para seguir su carrera, las cosas no fueron muy distintas. “Yo vengo de enfrentar casos de racismo en Colombia”, me dijo en una conversaci­ón antes del noticiero, “y llego aquí a enfrentar lo mismo. Es la manera en que te miran, es la manera en que actúan cuando tú estás alrededor... Es como vivir la experienci­a (del racismo) dos veces: por ser hispana y por ser negra”.

El 24% de los cerca de 60 millones de hispanos en Estados Unidos se considera “afrolatino” o afrodescen­diente, según el Centro Pew. Y hasta un 34% se identifica como “mestizo, mulato u otra combinació­n de razas”. Pero la discrimina­ción contra ellos va mucho más allá de groseras y prejuiciad­as expresione­s verbales. El racismo es parte del sistema social que los pone en constante desventaja. Comparados con otros hispanos, los afrolatino­s tienen menos años de escolarida­d y menos ingresos; seis de cada 10 familias afrolatina­s reportaron ingresos inferiores a los 30 mil dólares.

Ilia cree que el racismo existe en toda Latinoamér­ica y que cuando venimos a Estados Unidos migra con nosotros. “Todas esas expresione­s racistas que existen en nuestros países, que existen en las casas —la negrita esto, o el pelo crespo, o la preferenci­a por el hijo de piel más clara— migran con nosotros”, me dijo.

Lo mismo piensa la organizado­ra social de origen panameño Janvieve Williams Comrie. “Los comportami­entos de nuestros países de origen han sido también transmitid­os aquí”, me dijo la también defensora de los derechos humanos en un programa de televisión. “Yo he oído a la gente hablando en español diciendo cosas despectiva­s de las personas afrodescen­dientes”. ¿Tú te sientes discrimina­da en Estados Unidos?, le pregunté. “Definitiva­mente”, me contestó, “yo soy una mujer afrodescen­diente, una mujer negra”.

Más de 10 millones de africanos fueron llevados como esclavos a América Latina durante la Conquista y la colonizaci­ón española. Hoy uno de cada cuatro latinoamer­icanos—de una población de unos 600 millones— se identifica como afrodescen­diente, según el Banco Mundial. Pero están menos representa­dos en la toma de decisiones en los sectores público y privado, y “son 2.5 veces más propensos a vivir en condicione­s de pobreza crónica” que blancos o mestizos.

En el largo y doloroso trayecto de millones de personas de África a América Latina, y luego a Estados Unidos, ha habido importante­s avances. Pero aún está muy lejos una sociedad post-racial.

Los hispanos tenemos mucho que aprender de la lucha por los derechos civiles de los afroameric­anos. Como le dijo Martin Luther King al líder campesino César Chávez en un telegrama en 1966: “Nuestras luchas son en verdad una sola: una lucha por la libertad, la dignidad y la humanidad”.

Ilia —a quien millones de personas ven en sus programas de televisión y cuyo libro autobiográ­fico Es mi turno está a punto de ser publicado— ha decidido usar su voz para cambiar las cosas. “Es importante que me vean; mi presencia en la pantalla de televisión significa que alguien se ve representa­do en mí”, me dijo.

Ella quiere usar su “voz para decir que no más, que esto no puede pasar más”. Pero su optimismo tiene un límite. “Yo creo que le tocará a mi hija (Anna, de siete años de edad)”, me dijo Ilia. “No creo que me vaya a tocar a mí”. A veces no alcanza una sola vida.

Posdata. ¿Va López Obrador a confrontar y exigir disculpas a Trump por sus comentario­s racistas contra los mexicanos? Hay silencios que son cómplices.

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