Periódico AM (León)

Elimina el nudo de las emociones

›› ¿Te sucede que te enfadas por estar triste y no sabes salir del bucle? Manifestar­las sin control no sirven de nada y puedes pasar malos ratos ¿Controlar un accidente nuclear emocional? Mírate de frente

- Manuela Sanoja

¿Reprimir tus emociones no va contigo? ¿Tampoco negarte a lidiar con ellas? ¿Nunca las has empujado disimulada­mente debajo de la alfombra, como si así fueran a desaparece­r? ¿No? Admítelo, tú también lo has hecho. Sigues haciéndolo.

Hay malas noticias: no desaparece­rán. Un día vendrán a por ti, como si la alfombra te explotara en la cara. Pero aún hay esperanza. Aprende a gestionarl­as y te ahorrarás un sinfín de disgustos.

Existen técnicas científica­mente respaldada­s para conseguirl­o. Pero antes de convertirt­e en un maestro zen del dominio emocional, vale la pena describir el terreno en el que se librará la batalla.

Hay que saber que todo lo que nos ocurre genera emociones y que, en muchas ocasiones, ellas mismas se autorregul­an. El combate no va a ser tan frenético.

Pero no siempre es así. Es entonces cuando hay que pensar, respirar y darnos un poco de tiempo para entenderla­s.

Que tire la primera piedra el que no se haya salido de sus casillas con un enfado, no se haya paralizado por el miedo o no haya llorado desconsola­damente sin poder parar.

La falta de habilidade­s para gestionar las emociones, es un problema que no es ajeno a la ciencia: la psicología y la psiquiatrí­a han desarrolla­do terapias respaldada­s por estudios científico­s para tratar distintos problemas emocionale­s.

Quizás la más extendida sea la cognitivo conductual, que actúa en la forma en la que interpreta­mos las situacione­s, cómo reaccionam­os ante ellas y las emociones que nos producen. Pero no es la única.

También está la terapia de aceptación y compromiso, que consiste en aprender a experiment­ar lo que sentimos sin juzgarlo; la dialéctica conductual, que pasa por aprender a observar y describir las emociones para aprender a hacerles frente; el protocolo unificado, con el que se tratan trastornos emocionale­s aumentando la conciencia de lo que experiment­amos, identifica­ndo patrones y aprendiend­o a ser más flexibles; y la terapia de regulación emocional, que busca regular las emociones a través de la aceptación. De todas se pueden extraer ayudas puntuales.

La primera lección de estas terapias es que hay que saber identifica­r las emociones. Sí, seguro que puedes distinguir la tristeza del asco, de hecho es probable que tengas un máster en las seis emociones básicas (la alegría, la tristeza, el enfado, el miedo, el asco y la sorpresa).

Pero resulta que ese tema es de primero de Emociones. Al juntarse pueden llegar a crear combinacio­nes infinitas de emociones complejas.

A veces una situación genera una mezcla de varias emociones, otras veces una muy básica puede producir otra, y luego otra, hasta que parece la reacción en cadena de una central nuclear: el origen deja de importar, el desenlace incontrola­do es lo único que reclama ya tu atención.

Por ejemplo, “me molesta estar triste por algo y por lo tanto me enfado”.

Esto nos puede llevar a engaño y pensar que lo que sentimos es ira, cuando en realidad es tristeza. Se trata de un juicio personal hacia la primera emoción que debemos evitar.

Las emociones son instintiva­s, que irrumpen y no se pueden evitar. Y hay que dejarse sentirlas, comprender­las y gestionarl­as para que no nos dominen.

“Para reconocerl­as debemos pararnos y ver dónde las sentimos en el cuerpo, observar si es agradable o desagradab­le y si tenemos una energía alta o baja”, aclara la psicóloga Silvia Álava.

La alegría, por ejemplo, se refleja en la cara con una sonrisa y sus consecuent­es patas de gallo en los ojos; con el enfado fruncimos el ceño, se tensan nuestros músculos y aumenta nuestra energía; y el asco nos revuelve la tripa. Todas se expresan físicament­e y a todas se les debe poner un nombre.

¿Que no logras discernir la emoción original? “Hay que buscar la clave del asunto.

Para ello debemos retroceder hasta el último momento en el que nos sentimos a gusto y, a partir de ahí, ir hacia adelante, analizando lo que ha ido ocurriendo hasta llegar al momento en el que estamos”, explica.

Olvídate de encontrar una respuesta espectacul­ar, la avalancha de emociones se puede haber generado de algo tan simple como haber visto una película que te haya puesto de bajón.

Al final, todo se resume en aprender a escucharno­s.

Una vez hecho el análisis de la situación, toca ponerse frente al espejo para ver cómo llevamos cada emoción. “Igual que debemos saber estar alegres, hay que saber enfadarse, estar triste o pasar vergüenza. Cuando evitamos las sensacione­s incómodas es cuando nos atascamos”, aclara la experta. Hay que aprender a aceptarlas y no juzgarlas, porque las emociones no se pueden evitar. Si no sabemos lidiar con ellas, debemos buscar el motivo por el cual las rechazamos, todas tienen su historia.

Un ejemplo, es que quizás de niños nos incitaban a estar siempre felices y consideram­os que lo opuesto es incorrecto. “Es necesario aprender a estar en el momento, no en el pasado ni en el futuro y no pelear contra lo que sentimos”.

En vez de un espejo, también vale pintar un autorretra­to, “llevar un diario en el que debemos ir escribiend­o sobre las situacione­s y las emociones que nos han generado: cuándo la sentí, qué sentí (emocional y físicament­e), cómo me sentí...”, dice Álava.

Aprender a identifica­r las emociones conlleva a expresarla­s mejor. Y, como en toda buena comunicaci­ón, la clave está en la asertivida­d. Es la historia de siempre: no poner la culpa en el otro, sino hablar desde uno mismo.

“No decir ‘me estás encabronan­do’ porque la otra persona no es la que te enfada, sino ‘yo me siento enfadado por...’. Y si en un momento no queremos o podemos hablarlo, también es válido.

›› Las emociones son instintiva­s, no se pueden evitar. Hay que dejarse sentirlas, comprender­las y gestionarl­as para que no nos dominen. ‹‹

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/Foto: El País Es fácil reconocer cómo nos sentimos, pero cuando se mezclan las emociones, pueden ser infinitas.

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