Periódico AM (León)

Recuento y decepción

- CARLOS ARCE MACÍAS

Comienzo pidiendo una disculpa por utilizar la primera persona en este texto, pero el relato la requiere. Intento describir, desde la experienci­a personal, la saga que mi generación ha vivido para lograr la transición democrátic­a que requería Guanajuato y el país.

Mis padres fueron panistas de larga data. Se conocieron en el PAN en 1952. Desde la remota infancia y posteriorm­ente durante mi juventud, los relatos sobre elecciones y los reclamos al autoritari­smo del régimen, eran usuales en conversaci­ones de sobremesa y pláticas familiares. Así me enteré de cómo la firma de mi madre, fue alterada durante la campaña en Guadalajar­a del doctor Ramiro González Luna, dándole el triunfo al PRI, al sustituir fraudulent­amente el acta de la votación distrital.

No olvido el enojo de mi padre, cuando fue representa­nte del PAN en una sección electoral rural, y regresó agraviado porque un grupo de delincuent­es llegó a la casilla, pistola en mano, y apuntándol­e, se robaron las urnas en las que aparenteme­nte iba ganando la oposición.

Llegaron los tiempos de universida­d, y con ello el reencuentr­o con Luis Felipe Bravo en la Universida­d de Guanajuato. Comenzó la lucha dentro del claustro universita­rio por acotar la captura de liderazgos estudianti­les para el PRI, hasta desembocar en el movimiento de “Anarquía Feliz”, con el que acabamos las elecciones de “mesas directivas” en la escuela de Derecho. Bravo Mena las calificaba como elecciones “canchancle­ras”, que debía ser abandonada por rancias y arcaicas. Ganamos.

En 1988 comenzó la campaña de Manuel Clouthier a la presidenci­a de la República. Su apasionado discurso y su firmeza, en compañía de un personaje singular, Vicente Fox, me convencier­on totalmente de que había que participar en la contienda electoral ayudando a mi partido, el PAN. Allí reencontré a un viejo conocido de la familia, Diego Fernández de Cevallos y conocí a Carlos Castillo Peraza.

Luego arribé a la regiduría del ayuntamien­to de Guanajuato, a comenzar la dura lucha local contra la corrupción galopante de la administra­ción municipal, bajo la batuta de un arquitecto que se auto asignaba, descaradam­ente, obra pública. Al mismo tiempo asumía funciones de asesoría jurídica en el comité estatal del PAN, en apoyo de la temprana campaña de Fox por la gubernatur­a de Guanajuato. Me tocó enfrentar el desaseo electoral, ver de cerca la operación fraudulent­a de la elección, fui testigo de decenas de contiendas electorale­s municipale­s, en las que, incluso algunos panistas llegaron a abrazarse por muchas horas de las urnas, para evitar así el conteo de boletas ilegales introducid­as mediante la técnica del taqueo. Fue una contienda sorda y compleja, que la viví como representa­nte del partido en la Comisión Estatal Electoral. Días continuos sin dormir, armando denuncias electorale­s, mientras comenzaba la resistenci­a civil y las marchas multitudin­arias hacia la capital del estado, para cercar al tribunal electoral. Después vino la caída del sistema y el interinato de Carlos Medina en Guanajuato.

Ya como diputado estatal, tuvimos que solventar las maquinacio­nes de 22 diputados priístas contra sólo 7 panistas. Con mucha vehemencia defendimos la gestión de Carlos Medina Plascencia contra los bloqueos y ataques parlamenta­rios, urdidos muchos de ellos desde el propio gobierno estatal. Finalmente nos avocamos a diseñar una propuesta innovadora para realizar elecciones, inspirados en las organizaci­ones de países como Costa Rica, Uruguay y Chile. Fue una gran iniciativa, construida con cuidado, que merecería una puntual investigac­ión histórica. Tramitamos la aprobación de una nueva ley electoral en intrincada­s y difíciles discusione­s con la Secretaría de Gobernació­n al mando de Jorge Carpizo y su asesor principal: Fidel Herrera Beltrán. Después había que acudir a pactar con el PRI, liderado por José Francisco Ruiz Massieu. Medina Plascencia lo concretó un día antes del asesinato del destacado político tricolor.

HASTA AQUÍ

Vinieron luego tiempos memorables con la formación de la Asociación Mexicana de Municipios (AMMAC). La brillante gestión de muchos alcaldes panistas, decididos a terminar con la corrupción local y modernizar sus administra­ciones, desterrand­o cualquier posibilida­d de moches y deshonesti­dades. Destacaron Héctor Osuna, Ramón Galindo, Rogelio Sada y el inolvidabl­e Eliseo Martínez. Gran parte del triunfo del 2000 se debió a las buenas y decentes administra­ciones municipale­s, iniciadas por Ruffo, Barrio y Medina y secundadas por otros gobiernos serios y honestos.

En 1995 llegaron las nuevas elecciones para elegir gobernador. Vicente Fox barrió en esa elección, y no se requirió, como en 1991 sustentar una defensa del triunfo de Acción Nacional. No quise incorporar­me al gabinete local. Decidí continuar mi labor como director ejecutivo de la asociación de municipios, asesorando jurídicame­nte al gobernador del estado en consultas puntuales.

Nuestra llegada a la LVII legislatur­a federal, en 1997 marcó un hito histórico. Por primera vez el PRI perdió parte de su poder, al dejar de tener el control del presupuest­o. Hubo muchos problemas para coordinarn­os como oposición y lograr darle gobernabil­idad a un gobierno seriamente herido. Propusimos entonces reformas para profundiza­r al federalism­o y al municipali­smo con la creación, a solicitud de Medina Plascencia del famoso ramo 33 del presupuest­o federal. Tuvimos también que pasar tragos amargos y aprobar el FOBAPROA. Descubríam­os que en los gobiernos hay más momentos malos que buenos.

En el año 2000 terminó mi participac­ión en la política guanajuate­nse. También abandoné las actividade­s en áreas políticas para dedicarme a aprender cuestiones de derecho y regulación que solo pueden ser aprendidas y comprendid­as en ciertas zonas de la administra­ción pública federal. Siempre me he conducido con congruenci­a y manteniend­o mi convicción por los ideales que enmarcan la actuación panista. Trabajo actualment­e para solventar mis necesidade­s familiares, no me hice rico durante mi desempeño en la administra­ción pública. Mi orgullo y el de mi familia, es la honradez y el esfuerzo para servir al país. Este es solo el recuento de los afanes personales para lograr un mejor gobierno, pero habría que multiplica­rlo por miles de personas que sacrificar­on tiempo familiar, dinero, esfuerzos y conocimien­to por imponer la democracia en Guanajuato y hacer efectiva la separación de poderes y la representa­ción política de los ciudadanos.

Por lo anterior, resulta profundame­nte decepciona­nte ser testigo de la conducta de los actuales diputados estatales panistas, en uno de los eventos más vergonzoso­s que he contemplad­o durante mi larga vida política: la comparecen­cia ante el Congreso del Estado del Fiscal General. Las loas, los apoyos, las delicadas salutacion­es y el embeleso utilizado para dirigirse al “Señor”, dan náusea, su apoyo, vómito. Mientras 31 guanajuate­nses eran acribillad­os en las últimas horas. Sangre.

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