AMLO y la silla vacía
ugo Chávez colocaba una silla a su lado, la cual debería permanecer vacía impidiendo que sus colaboradores la ocuparan. La restricción alcanzaba a los hombres y mujeres de su más íntima confianza. Si alguien llegaba acomodarse en el mueble le ordenaba levantarse con pésimos modales por insultar la memoria del libertador.
HSe trataba de confundir a la prensa y a su gabinete, ya que al principio se pensaba que la silla estaba reservada para un invitado especial que aclararía puntos de vista relativos a la problemática económica, social o política de Venezuela. También corría el rumor de que en cualquier momento llegaría un dignatario o un gran líder de una organización popular o tal vez un famoso financiero, un simpatizante del extranjero, un afamado corresponsal de periódicos foráneos o hasta un destacado obispo enviado por el Papa o un sujeto representante de cualquier potencia aliada que venían a rendir un informe detallado.
Sin embargo, para la sorpresa de propios y extraños el lugar reservado al lado del dictador, correspondía a Simón Bolívar, “el libertador”, para que éste iluminará la gestión de Chávez, así como los debates por el bienestar del pueblo venezolano.
El fanatismo alucinante de Hugo Chávez llegó al extremo de cambiar el nombre de Venezuela por la República Bolivariana, algo así como si se modificara la Constitución mexicana y de ahora en adelante nuestro país fuera conocido como la “República Juarista”. Cómo novelista me encantaría redactar un diálogo entre Benito Juárez, el Benemérito de las Américas y AMLO, para dejar en claro las diferencias abismales entre uno y otro. ¿Más? ¡Sí, claro! Los delirios del tirano venezolano llegaban al extremo de encontrar en las calles de Caracas letreros con el siguiente texto: “el pueblo es Chávez”, “todos somos Chávez”: ni Goebbels lo podría haber hecho mejor con Hitler.
México cuenta con una larga tradición en materia de sillas vacías desde que el 6 de diciembre de 1914 Emiliano Zapata se negó a sentarse en la silla presidencial, localizada en Palacio Nacional, porque ésta representaba la desigualdad, el abuso del poder la pobreza y las injusticias en contra del pueblo y, por lo tanto, temía las consecuencias ideológicas que acarrearía tomar asiento en una silla “embrujada”, en el entendido que cualquier persona buena que se sentara en ella se convertiría en mala.”
AMLO, preocupado por dicha maldición, decidió mandar a “desembrujarla” tal vez con los chamanes ante quienes se arrodilló el día de su toma de posesión y lo envolvieron en una humareda de copal, solo que el “desembrujo” no funcionó, porque nunca presidente de la República alguno, había causado tanto daño a México en los últimos 100 años. Lo anterior viene al cuento, no solo porque AMLO, al igual que Chávez, cree en la santería, sino porque la semana pasada López Obrador, a imitación del dictador venezolano, al dirigir un discurso, presentó una silla vacía para crear nuevo enigma populista.
¿Por qué razón Chávez habrá escondido las declaraciones vertidas por Karl Marx en contra de Simón Bolívar, cuando hablaba de “las miserias de un personaje atrabiliario y criminal, tan temido como odiado en su tiempo. Como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anarquía militar”.
Bolívar jamás pudo desvincularse de su origen mestizo, al igual que se trataba de un terrateniente y de un déspota propietario de esclavos que no liberó a los indígenas ni a negros ni a mestizos y la explotación de éstos continuó, al igual que en México, por la burguesía criolla, heredera de los privilegios de los peninsulares. López Obrador pretende, al igual que Chávez, lucrar con una figura o histórica (o varias) para aprovechar la ignorancia popular. Si Juárez renaciera en una de mis novelas, sin duda exigiría un lugar en los escenarios históricos de la verdad, con lo cual AMLO tendría el que realmente le corresponde en nuestra vida diaria. Pronto sabremos si la silla que estaba al lado de López Obrador estaba destinada al espíritu del Benemérito, al igual que Chávez hacía con Bolívar. Horror.