Periódico AM (León)

Don Roberto (Segunda parte)

- Enrique Gómez Orozco

ADon Roberto Suárez Nieto le encantaba la política. Quedó enamorado del servicio público cuando fue alcalde de Celaya al final de los sesenta. Decía que de todos los puestos que desempeñó el más satisfacto­rio fue ser presidente municipal. La cercanía con la gente y la solución de problemas le llenaba la vida.

Celaya era una ciudad en paz que logró crecer y desarrolla­rse con el impulso y la semilla sembrada por el “Plan Guanajuato” de Juan José Torres Landa, el proyecto más ambicioso de transforma­ción en la historia reciente. Con esa experienci­a regresó a la política desde una acomodada posición empresaria­l. Idealista, no reparaba en gastos para impulsar su ilusión de llegar a la gubernatur­a.

En 1978 tuvo la idea de cambiar las reglas del juego dentro del PRI y adelantó una precampaña electoral para conseguir la designació­n de su partido en Guanajuato. José López Portillo propuso una “democracia transparen­te” como modelo de cambio. Don Roberto lo creyó y atrajo la atención de buena parte de políticos y empresario­s locales, quienes lo acompañaro­n en su esfuerzo. Recuerdo que en la Universida­d de Guanajuato distribuim­os sus revistas y propaganda con el modelo de cambio. Fue una aventura memorable.

AM nació con la idea de hacer periodismo independie­nte, y de paso, apoyar el proyecto que cobraba buena fuerza, pero el presidente López Portillo sólo quería impresiona­r con la presunta apertura democrátic­a. En su mente estaba enviar a Guanajuato a su secretario privado, Enrique Velasco Ibarra, un hombre desarraiga­do a quien nadie conocía. El centralism­o priísta aplastó con una señal la aspiración legítima de Don Roberto. El procónsul del presidente llegó a la “Insula Barataria” regalada por su ex jefe.

Al tiempo, el entonces secretario de Gobernació­n, Manuel Bartlett Díaz, descubrió las corruptela­s de Velasco Ibarra y le mandó una señal que lo hundió: le impuso a tres funcionari­os. Pronto renunció dejando paso a uno de los mejores gobernador­es que ha tenido el estado: Agustín Téllez Cruces, quien en poco tiempo restauró la honorabili­dad y honestidad en el servicio público.

Don Roberto hubiera sido un gran gobernante porque ya había probado eficacia y perfecta pulcritud en todos los puestos que había ocupado. Con el paso de los años regresaría a la política como Secretario General de Gobierno en auxilio del primer mandato panista ordenado por Carlos Salinas de Gortari. Ayudó a Carlos Medina con su visión ordenada y absoluta lealtad. Restauró las finanzas del ISSEG y paró graves errores de funcionari­os del entonces gobernador. Fue un ancla confiable en la transición, siempre atendiendo primero el interés del Estado que el de su partido.

Siempre fue fácil aproximars­e a él para cualquier consulta. Tomaba las cosas en serio y se comprometí­a cuando alguien le pedía ayuda. En alguna ocasión un alcalde de Celaya le pidió consejo. Después de muchas recomendac­iones, el presidente hacía exactament­e lo contrario. Con una carcajada y los brazos cruzados, comentaba que le había dicho a su amigo: “Mira, si vienes a platicar está bien, pero no me vuelvas a pedir un consejo porque no tiene caso”.

Tuvo la tristeza de ver el caos y la destrucció­n de su amada tierra. No concebía cómo Guanajuato y Celaya cayeron tan hondo, cómo la barbarie y la anarquía rebasan la capacidad de los gobernante­s municipale­s y estatales. (Continuará)

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