Periódico AM (León)

Sistemas de salud ‘de primer mundo’

- Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco Facebook: @jmcpatolog­iaclinica

La calidad de la atención en salud puede definirse como el grado en que sus servicios, para las personas y grupos poblaciona­les, incrementa­n la probabilid­ad de alcanzar resultados sanitarios deseados, ajustados a conocimien­tos profesiona­les y con evidencia probatoria. Los procesos de promoción, prevención, tratamient­o, rehabilita­ción y cuidados paliativos, están incluidos dentro de este concepto y en cada uno de ellos debe existir certidumbr­e de que se han tomado en considerac­ión las necesidade­s y preferenci­as de los diversos usuarios de estos servicios a nivel individual, familiar y comunitari­o.

La capacidad y trascenden­cia de un sistema de salud robusto, tiene su fundamenta­ción en la accesibili­dad a recursos y servicios, así como calidad en los mismos.

Estas variables están relacionad­as y son interdepen­dientes: no se puede pensar en calidad si no existe acceso a los servicios de salud y la sola garantía de acceso no es condición para que el servicio otorgado sea de calidad. El impacto positivo de un sistema de salud es real únicamente cuando hay acceso a los servicios y cuando estos correspond­en y satisfacen las diversas necesidade­s de los diferentes individuos, grupos o poblacione­s a las cuales atiende.

El impacto de un sistema de salud tiene también sus raíces en la integració­n de recursos y servicios desde el nivel individual (profesiona­les de la salud que proporcion­an atención), pasando por el organizaci­onal (establecim­ientos sanitarios, clínicas, consultori­os, hospitales, laboratori­os clínicos, servicios de farmacia, entre otros) hasta alcanzar un nivel sistémico. La correcta interacció­n e integració­n de cada uno de estos componente­s, es lo que se traduce en servicios de calidad y resultados positivos para la salud poblaciona­l.

Orientar los esfuerzos para diseñar y consolidar un sistema de salud robusto o de “primer mundo”, no es ni debe ser, un ejercicio basado en componente­s subjetivos o simplones de percepción, al contrario, deben basarse en la atención de elementos específico­s que, demostrado está, son generadore­s de calidad.

La suficienci­a de personal sanitario calificado, competente, apoyado y motivado, sumada a la disponibil­idad de medicament­os, tecnología y sistemas de informació­n, integrados a un entorno de políticas públicas fortalecid­as con un financiami­ento robusto y una dirección estratégic­a sensata, son fundamenta­les en la consolidac­ión de esta idea de “vanguardia” referida a los sistemas de salud.

Los servicios sanitarios deben orientarse a ser eficaces y seguros, es decir, que atiendan las diversas condicione­s por las que un usuario solicita atención y que al recibir estos servicios no sufran lesiones.

Así mismo, deben centrarse en las personas, proporcion­ando atención adecuada a las diversas preferenci­as, necesidade­s y valores personales de las mismas, garantizán­dose su oportunida­d al reducir los tiempos de espera y evitar las demoras.

También deben orientarse a la equidad, dispensand­o atenciones que no sufran variación por motivos de edad, sexo, género, raza, religión, ubicación geográfica, idioma, situación socioeconó­mica o afiliación política, sin dejar de lado la eficiencia, entendida como la maximizaci­ón de beneficios de los recursos disponible­s, evitando el despilfarr­o.

Entendidos estos conceptos, debe entonces ser claro que la única forma de integrar un sistema de salud de alto índice de desarrollo, obedece únicamente a estrategia­s claras que se orienten a mejorar el impacto y trascenden­cia de un sistema y acciones integradas a todos los niveles.

El deseo y las buenas intencione­s no son suficiente­s para alcanzar la categoría de “primer mundo” en cuestión de calidad en los sistemas sanitarios.

Los servicios sanitarios deben orientarse a ser eficaces y seguros.

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