Periódico AM (León)

La era del ladrido

- Jorge A. Meléndez benchmark@reforma.com Twitter: @jorgemelen­dez

Hablemos hoy de otra pandemia que aunque no te mata, sí daña tejido vital necesario para que una sociedad viva en armonía y, sobre todo, para que pueda sentar bases para un desarrollo sostenido. Una plaga de nuestra era: el cinismo. Este término tiene varias acepciones. Quizá la definición más común de un cínico es la de la Real Academia: “Desvergonz­ado que miente o practica acciones o doctrinas vituperabl­es”.

Según el sitio “la mente es maravillos­a”, etimológic­amente cínico y cinismo derivan de la raíz griega kyon, que significa “perro”.

“Se origina en un grupo de filósofos del siglo IV A.C. que se hacían llamar los cínicos y que tenían como líder al ateniense Antístenes. Buscaban un estilo de vida humilde, vinculado a la naturaleza, rechazando al dinero, política y normas sociales”, explica el sitio.

Diógenes luego llevó la corriente a buscar la vida de un perro: “simple, humilde, fuera de toda costumbre, ligada a lo instintivo y la naturaleza”.

El cinismo ganó popularida­d y se expandió por el Imperio Romano.

Pero es la concepción moderna del término la que me interesa.

La sicóloga Valeria Sabater explica que en el siglo XVIII el cinismo “se definió como una actitud orientada a poner en duda toda norma y valor ético o social”.

O como dice el diccionari­o Webster: “Un cínico es un crítico empedernid­o que encuentra fallas en todo”.

Jugando con la raíz etimológic­a, un cínico es alguien que le ladra a todo.

Exacto.

Esa es la otra pandemia: vivimos en la era del ladrido.

Tiempos donde ya no hay héroes. Tiempos donde en lugar de presumir inocencia, se presume culpabilid­ad, amenaza o deshonesti­dad.

Hace poco unos compadres estaban en una cena cuando recibieron una llamada de sus hijas, que estaban en su casa: “Un hombre está tocando la puerta, dice que chocó mi carro y quiere arreglarlo”.

El sistema de vigilancia, accesible por celular, mostraba una camioneta con vidrios polarizado­s y un tipo efectivame­nte tocando el timbre.

“No les abran, vamos para allá”, les dijeron a las jóvenes. Mis amigos pensaron: quieren entrar a robar (o algo peor). Llegaron despavorid­os. Y... ¡era un chofer de Uber que apenado quería llamar a los seguros!

Un “héroe” cotidiano que hacía lo correcto. La reacción de mis compadres fue 100% natural. A fin de cuentas en México la malévola realidad muchas veces supera a la ficción. Las páginas de nuestros diarios están llenas de estas tristes historias.

El reflejo es pensar siempre lo peor.

Por eso:

* Si a alguien lo asesinan, “quizá andaba en malos pasos”.

* Cualquiera que entra a la política es un ladrón.

* Un rumor negativo segurament­e es real. Porque si el río suena…

OJO, no soy ingenuo. Hay motivos de sobra para sospechar de tantas y tantas cosas. Sobre todo, claro, en la política.

Y, sin embargo, nuestro cinismo moderno es rampante.

Se realizan juicios sumarios sin informació­n y sin análisis en lo que sea. Hombre, los vemos a cada rato en nuestras charlas de WhatsApp. ¿Por qué tanto ladrido? Encuentro por lo menos cinco causas:

1. La explosión informativ­a, la superficia­lidad y las fake news.

2. La hipercomun­icación: estamos conectados 24x7.

3. Las redes sociales que ganan plata reforzando nuestras posturas, provocando así una polarizaci­ón creciente.

4. La ausencia de “curadores” que filtren lo real de lo falso.

5. Líderes populistas que aprovechan todo esto para promover ideas simplistas y manipular a las masas.

El resultado de este coctel es una guerra de lodo.

Una triste profecía que se autocumple. Por ejemplo en la política, donde se terminan quedando sólo los que disfrutan revolcarse en el estiércol.

¿Qué hacer? No realizar juicios sumarios sin informació­n, cuidar fuentes, privilegia­r la opinión experta y ser flexible en tus opiniones cuando, tras un análisis, encuentres que son erróneas.

Necesitamo­s más héroes. Y para lograr que levanten la mano, que se asomen y entren al ruedo, necesitamo­s dejar de gruñirles tanto.

A fin de cuentas en la era del ladrido todos terminamos mordidos... y todos terminamos con rabia.

Posdata. The Economist advierte: Andrés Manuel sufre de necrofilia ideológica. Le encantan ideas que murieron ya por malas. ¡Totalmente!

En pocas palabras...

“Un cínico sabe el precio de todo y el valor de nada”.

Oscar Wilde, dramaturgo irlandés.

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