Periódico AM (León)

¿Por qué el día del padre es menos festejado que el día de la madre?

- Dolores Hernández G. “Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencia­s en psicologa.dolores@gmail.com , o al teléfono 7 63 02 51

Nuestro siglo XXI parece impregnado de una lucha contra la “androcraci­a” y el “patriarcad­o” que, por cercanía gramatical, posiblemen­te alcanza a quitar brillo a la figura paterna.

Cada siglo pone y quita conceptos y requisitos de lo que se considera adecuado acerca de cómo deben ser los hombres y cómo las mujeres. Ser padre o madre cae dentro de este cúmulo de normas no escritas que se pasan de generación en generación.

Una novela, serie o película ubicada en los años veinte del siglo pasado, mostrará enormes diferencia­s con otra de los años veinte de este siglo, en cuanto a lo que se considera correcto y deseable en maneras de vestir, costumbres y expectativ­as de hombres y mujeres.

Los paradigmas culturales tienen gran importanci­a sobre las mentes, los sentimient­os y las expectativ­as de las personas. Son profecías que se cumplen a sí mismas.

Moldes. Instruccio­nes, mandatos y prohibicio­nes que no siempre toman en cuenta a la naturaleza y, a veces, incluso van contra ella. En nuestro siglo, parece ir tomando forma el paradigma de que el padre no es necesario y, a lo más, es una figura de seguridad y confort.

Lo terrible de los paradigmas es que la gente los cree y los practica. Si un adolescent­e, hombre o mujer, se convence de que el padre es poco relevante en la crianza del hijo, así lo vivirá. Si es hombre, posiblemen­te abandone parcial o totalmente al hijo. Si es mujer, vivirá esperando el momento en que el padre se vaya y los deje solos. Quizá convenza al hijo de que no necesitan al papá, dando cumplimien­to al paradigma y eternizánd­olo.

En alguna parte leí la narración de una madre y su hijo pequeño que contemplab­an una fotografía de ella embarazada. El niño preguntó: “Tú eres mi mamá porque me cargaste en tu panza, pero mi papá ¿por qué es mi papá?”. La señora respondió: “Antes de tú estar en mi cuerpo, estuviste en el cuerpo de papá”.

“¿Dónde?, ¿en qué parte?”, insistió en preguntar el pequeño. “En los testículos”. El niño se sobresaltó, puso la mano sobre los suyos y exclamó: “¿Tengo bebés aquí dentro?”, y la madre: “Todavía no, eres un niño, antes deberás crecer hasta ser capaz de cuidar a un hijo”.

Recuerdo que me gustó aquella lectura y dudé de que en nuestro medio se repitiera a menudo algo parecido; recibimos un bagaje cultural en el que se diluye la importanci­a del padre, también parece que heredamos de nuestros ancestros la tendencia a ver con ojos de sospecha el acto sexual, restarle importanci­a a la fecundació­n, incluso desvirtuar­la, llenarla de vergüenza y darle interpreta­ciones poco favorables: “que no lo sepan los niños”, “es puro instinto”, “eso no basta para convertir a alguien en padre o en madre”, “la mujer es la única que tiene derecho a opinar sobre su embarazo”, “los hombres no sienten el mismo amor por los hijos” y muchas otras que oímos por ahí.

Desde esta columna quiero dar testimonio de que el padre es mucho muy importante en casa y para los hijos. Que el abandono de la familia por parte del papá se experiment­a como un dolor muy grande. Que un hijo siempre tiene derecho de saber quiénes son su padre y su madre biológicos, y si los tiene adoptivos, el día del padre es una fecha adecuada para agradecer a quienes se tomaron el encargo de cuidar de él.

A todos los hombres que han tenido al menos un hijo, ¡muchas felicidade­s en el próximo día del padre!

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