¿Por qué el día del padre es menos festejado que el día de la madre?
Nuestro siglo XXI parece impregnado de una lucha contra la “androcracia” y el “patriarcado” que, por cercanía gramatical, posiblemente alcanza a quitar brillo a la figura paterna.
Cada siglo pone y quita conceptos y requisitos de lo que se considera adecuado acerca de cómo deben ser los hombres y cómo las mujeres. Ser padre o madre cae dentro de este cúmulo de normas no escritas que se pasan de generación en generación.
Una novela, serie o película ubicada en los años veinte del siglo pasado, mostrará enormes diferencias con otra de los años veinte de este siglo, en cuanto a lo que se considera correcto y deseable en maneras de vestir, costumbres y expectativas de hombres y mujeres.
Los paradigmas culturales tienen gran importancia sobre las mentes, los sentimientos y las expectativas de las personas. Son profecías que se cumplen a sí mismas.
Moldes. Instrucciones, mandatos y prohibiciones que no siempre toman en cuenta a la naturaleza y, a veces, incluso van contra ella. En nuestro siglo, parece ir tomando forma el paradigma de que el padre no es necesario y, a lo más, es una figura de seguridad y confort.
Lo terrible de los paradigmas es que la gente los cree y los practica. Si un adolescente, hombre o mujer, se convence de que el padre es poco relevante en la crianza del hijo, así lo vivirá. Si es hombre, posiblemente abandone parcial o totalmente al hijo. Si es mujer, vivirá esperando el momento en que el padre se vaya y los deje solos. Quizá convenza al hijo de que no necesitan al papá, dando cumplimiento al paradigma y eternizándolo.
En alguna parte leí la narración de una madre y su hijo pequeño que contemplaban una fotografía de ella embarazada. El niño preguntó: “Tú eres mi mamá porque me cargaste en tu panza, pero mi papá ¿por qué es mi papá?”. La señora respondió: “Antes de tú estar en mi cuerpo, estuviste en el cuerpo de papá”.
“¿Dónde?, ¿en qué parte?”, insistió en preguntar el pequeño. “En los testículos”. El niño se sobresaltó, puso la mano sobre los suyos y exclamó: “¿Tengo bebés aquí dentro?”, y la madre: “Todavía no, eres un niño, antes deberás crecer hasta ser capaz de cuidar a un hijo”.
Recuerdo que me gustó aquella lectura y dudé de que en nuestro medio se repitiera a menudo algo parecido; recibimos un bagaje cultural en el que se diluye la importancia del padre, también parece que heredamos de nuestros ancestros la tendencia a ver con ojos de sospecha el acto sexual, restarle importancia a la fecundación, incluso desvirtuarla, llenarla de vergüenza y darle interpretaciones poco favorables: “que no lo sepan los niños”, “es puro instinto”, “eso no basta para convertir a alguien en padre o en madre”, “la mujer es la única que tiene derecho a opinar sobre su embarazo”, “los hombres no sienten el mismo amor por los hijos” y muchas otras que oímos por ahí.
Desde esta columna quiero dar testimonio de que el padre es mucho muy importante en casa y para los hijos. Que el abandono de la familia por parte del papá se experimenta como un dolor muy grande. Que un hijo siempre tiene derecho de saber quiénes son su padre y su madre biológicos, y si los tiene adoptivos, el día del padre es una fecha adecuada para agradecer a quienes se tomaron el encargo de cuidar de él.
A todos los hombres que han tenido al menos un hijo, ¡muchas felicidades en el próximo día del padre!