Aspiraciones distintas
Nada es más esencial al ser humano que soñar, que anhelar. Eso nos hace levantarnos temprano, seguir adelante cuando estamos cansados, tomar riesgo o sacrificarnos hoy por la promesa de un mejor mañana. Resulta paradójico que un hombre cuya vida ha estado repleta de aspiraciones hoy las condene. Nieto de un español que migró a México, aspirando a una mejor vida, AMLO lo emuló al irse de Tabasco a la Ciudad de México para estudiar en la UNAM, una aspiración que hoy rechaza en otros. López Obrador aspiró a puestos de liderazgo en el PRI de su estado, e incluso a la gubernatura en una elección que perdió. Aspiró a ascender en el PRI nacional y al no lograrlo migró a otro partido, aspirando a ser jefe de Gobierno en la Ciudad de México, y de ahí aspiró a la Presidencia de la República. Después de perder dos elecciones presidenciales, aspiró a formar su propio partido y finalmente logró su aspiración máxima: llegar a la cima política del país. En lo material, aspiró a tener un rancho en Chiapas y un departamento en Copilco que cambió por una casa en una privada en Tlalpan. En forma curiosa, ¿o quizá hipócrita?, él siempre ha vivido —y todo su gabinete reside— en los “pretenciosos” barrios del poniente de la Ciudad de México. Bueno, excepto ahora que vive en el palacio más lujoso del país.
Pero López Obrador también abriga aspiraciones menos afortunadas. Aspira a que el Estado reemplace a las empresas privadas, aspira a devolverles a Pemex y a CFE la posición monopólica que antes gozaron, sin ver que sólo incrementarían su eficiencia compitiendo. Aspira a que, como por arte de magia y sin hacer cambios estructurales, ambas empresas se vuelvan rentables por decreto. Aspira a una soberanía energética absurda que se basaría, al menos en parte, en refinar petróleo importado.
Aspira a regresarnos al mundo de los setenta que dependía de hidrocarburos y de petróleo escaso, sin ver que las crisis ambientales que azotan al planeta nos fuerzan a apresurar el camino hacia energías limpias que provengan de fuentes renovables. Aspira a que la corrupción se acabe porque existe la aspiración misma, pero sin construir Estado de derecho, sin fortalecer contrapesos y sin fundar una Fiscalía con recursos y autonomía para aplicar la ley sin sesgo alguno. Aspira a un México más seguro pactando con organizaciones criminales que no tienen memoria ni palabra, ofreciéndoles “abrazos, no balazos”, pero sin formar policías bien equipadas, entrenadas, con capacidad de investigación, y ministerios públicos profesionales y serios. Aspira a acabar con las violaciones de derechos humanos, pero militariza el país y aborrece la transparencia. Aspira a abatir la pobreza, pero fomenta programas que promueven dependencia e impiden movilidad social alguna. Imposibilita el avance de empresas privadas capaces de crear riqueza y de generar empleos reales. Pero, sobre todas las cosas, aspira a tener todo el poder, a hacer que su miope “transformación” sea inalterable, a pesar de la atroz evidencia donde en dos años retrocedimos cuatro, y de que diez millones de nuevos pobres patentizan el retroceso que nos azota.
López Obrador tiene razón en desear que la gente se conforme, que no aspire a progresar, a ser más, a aprender, e incluso a tener. Su transformación y su infausto proyecto serán irreversibles, en efecto, el día en el que los mexicanos renunciemos a creer en nosotros mismos, romanticemos la miseria y la asumamos como condición inmutable; encontremos solaz en la mediocridad y nos resignemos a agradecer las limosnas que, con nuestro propio dinero, nos da nuestro Mesías.
Pero muchos, muchos mexicanos nos sabemos capaces de tanto más. Reconocemos que hay talento y conmovedor deseo de salir adelante. Lo vemos en México y también entre paisanos que cruzan la frontera, emprenden, progresan y hasta arriesgan la vida para darles más oportunidades a sus familias.
Por eso, señor Presidente, si no está dispuesto a abonar a los sueños de millones de mexicanos, al menos deje de estorbar.
Lo vemos en México y también entre paisanos que cruzan la frontera, emprenden, progresan y hasta arriesgan la vida para darles más oportunidades a sus familias.