La tragedia anunciada
Brandon Giovanni Hernández Tapia. Tenía 12 años. Murió, al lado de otras 25 personas, en la estación Olivos del Metro, el 3 de mayo de 2021. El vagón en que viajaba cayó desde una altura de 12 metros.
Su madre, Marisol Tapia, lo identificó en el anfiteatro de la Fiscalía de Iztapalapa, después de un día de buscarlo en vano. El adolescente, que volvía de trabajar recogiendo platos de las mesas en un restaurante del centro, tenía la cabeza manchada de sangre.
12 años, y acababa de irse del peor modo posible.
Un funcionario del gobierno capitalino buscó días después a Marisol en su domicilio y le dio 10 mil pesos como apoyo para gastos funerarios. Al día siguiente, le llevó un cheque por 40 mil. Quería que la madre de Brandon firmara un acuerdo de reparación del daño.
El funcionario aquel prometió que habría justicia. Pero ella nunca más lo volvió a ver.
Relata la periodista Icela Lagunas que muchas personas que sobrevivieron esa noche fueron atendidas por paramédicos, que luego los mandaron a sus casas. Se les vio aturdidas por las calles, pero no ingresaron en la lista de afectados. Más tarde, cuando intentaron reclamar algún apoyo psicológico, a consecuencia de miedos nocturnos, episodios de ansiedad e insomnio, sencillamente se les rechazó.
“Ahora todos dicen ser víctimas de la Línea 12”, le dijeron a una de las víctimas en el hospital Javier Medrano.
Esa noche, la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum prometió que habría una investigación a fondo. La senadora de Morena Margarita Valdez no esperó investigación alguna. Dijo que había gente perversa, “que en un descuido van y le mueven a la ballena para que caiga”. El presidente López Obrador no estuvo ahí esa noche, ni nunca. “No es ese mi estilo”, dijo. Para él, visitar zonas de tragedia era “irse a tomar fotos”. “Al carajo este estilo demagógico e hipócrita”, agregó.
Luego, desde la “mañanera”, López Obrador, acompañado por Claudia Sheinbaum, vestida de luto, y por un sudoroso canciller, Marcelo Ebrard, que aseguró haber actuado siempre con integridad y no tener temor a nada, les dio el pésame a los familiares de las víctimas. “No se ocultan cosas, se habla siempre con la verdad. No mentir, no robar, no traicionar al pueblo”, dijo aquella mañana el presidente de México.
Como se sabe, el gobierno capitalino contrató a la empresa noruega DNV para que realizara un peritaje externo que explicara las causas de la tragedia. Sheinbaum alabó en una conferencia a DNV, y su larga trayectoria de éxitos mundiales.
DNV entregó dos peritajes preliminares, que señalaban a las firmas constructoras y cuyas conclusiones apuntaban también al gobierno de Ebrard.
La semana pasada el tercer peritaje fue rechazado por Sheinbaum bajo el argumento de que sus conclusiones eran tendenciosas y ayudaban a la oposición. La firma noruega fue amenazada en caso de que se hicieran públicas sus conclusiones. La verdad fue nuevamente secuestrada por quienes dicen tener un inviolable pacto con esta.
En las redes, la indignación no tardó en estallar. Trascendió que en el equipo de Sheinbaum se habían lanzado unos a otros la papa de caliente: la necesidad de salir a explicar por qué el peritaje definitivo sobre lo ocurrido el 3 de mayo de 2021 había sido rechazado.
La larga trayectoria de éxitos mundiales de DNV fue escondida bajo de la alfombra. Ahora, la prestigiosa empresa noruega que hizo los dos primeros peritajes, era solo un instrumento “al servicio del PRIAN”. “Imagínense”, dijo la jefa de gobierno, en abierta imitación de su líder político.
Desde el día de la tragedia se