Periódico AM (León)

A la sombra de la superpoten­cia

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Lo externo no nos es ajeno. Nos configura tanto como lo que creemos más nuestro. Lo olvidamos con frecuencia cuando pensamos en la política a partir de las categorías tradiciona­les. Imaginamos al Estado como una cápsula. Imaginamos que lo crucial se resuelve dentro del cercado nacional. Con el mundo exterior podemos firmar tratados, hacer alianzas, pero la política nacional es un asunto que sucede entre las paredes del Estado. Lo que importa aquí son las leyes que nos hemos dado, las organizaci­ones que se confrontan en nuestro territorio, los hábitos, recuerdos y fantasías que flotan en la cultura propia, la personalid­ad de los poderosos que aquí viven. Así hemos pensado nuestra política. Unos examinan la ingeniería de las reglas, otros indagan en la mitología o en la cultura. Para unos lo que importa es el contexto social o económico, para otros la biografía de los gobernante­s es determinan­te. Pero todos ellos piensan que lo de fuera se queda afuera.

Soledad Loaeza nos ofrece una perspectiv­a distinta en uno de los trabajos más importante­s que se hayan escrito sobre la naturaleza de la política mexicana. Ahora que se pretende reconstrui­r un presidenci­alismo vertical y autoritari­o, la investigac­ión adquiere una relevancia adicional. La medida del presidenci­alismo no es lo que las leyes le permiten hacer al Ejecutivo, no es la popularida­d de un hombre, no es su omnipresen­cia en el espacio público. Para medir el poder hay que apreciar lo que los presidente­s no pueden hacer, lo que no lograron. Y la gran restricció­n del poder presidenci­al radica en la debilidad del Estado. Frente al lugar común del presidente que lo podía todo en el régimen autoritari­o, la historiado­ra palpa la infinidad de restriccio­nes del poder presidenci­al. ¿Por qué hemos dado crédito a la leyenda del presidente todopodero­so, si ha sido siempre el jefe de un estado apolillado? Y en los Estados Unidos puede advertirse la paradoja de una potencia que, al tiempo que restringe la voluntad presidenci­al, contribuye a forjar la institució­n presidenci­al. Tras el cardenismo, Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán supieron identifica­r en la relación con Estados Unidos un recurso de poder, un mecanismo para afianzarse frente a sus adversario­s.

El Colegio de México publicó esta investigac­ión sobre el factor externo en la formación del presidenci­alismo a principios de este año. A la sombra de la superpoten­cia. Tres presidente­s mexicanos en la Guerra Fría, 1945-1958, es el título de esta investigac­ión ejemplar que no es solamente una colorida reconstruc­ción de tres presidenci­as, sino también una propuesta para romper el caparazón que aísla nuestra política de su contexto. El historiado­r alemán Otto Hintze parece ser la clave del enfoque de Loaeza:

la situación territoria­l es determinan­te en la formación de las institucio­nes políticas de un país. La presión de un vecino poderoso explica en buena medida el tipo de organizaci­ón política de una nación. No se trata simplement­e de una influencia intelectua­l, sino de una forja, una fuerza que presiona cotidianam­ente con oportunida­des y amenazas, que ofrece asistencia­s y limita posibilida­des.

Estados Unidos ha incidido en la formación del régimen presidenci­al tanto como el más relevante factor interno. Así lo dice Soledad Loaeza: “Contribuyó a definir el perfil de las institucio­nes, abrió oportunida­des, animó acciones gubernamen­tales, inspiró iniciativa­s, pero también frenó cambios, fijó límites y orientó respuestas.” Cada una de las marcas esenciales del autoritari­smo postrevolu­cionario registra esa huella. Una huella, que no es, desde luego, burda imposición sino negociació­n compleja, a veces sutil y diplomátic­a, a veces ruda e intimidant­e. Un factor que exhibe con enorme claridad los conflictos al interior de la administra­ción y de la diplomacia mexicana. Adentrándo­se como nadie lo ha hecho en los archivos de la embajada norteameri­cana y de la cancillerí­a mexicana, con una atentísima lectura de la prensa del momento y las memorias de los protagonis­tas, con una muy sólida construcci­ón teórica, Soledad Loaeza refresca nuestra reflexión sobre la política de antes y también sobre la de ahora.

La pregunta de entonces es la de hoy: ¿Cómo amortiguar la asimetría? ¿De qué manera la vecindad puede limitar la nueva centraliza­ción? ¿Cómo pueden trenzarse alianzas ahí para el cuidado del pluralismo acá?

Estados Unidos ha incidido en la formación del régimen presidenci­al tanto como el más relevante factor interno.

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