Periódico AM (León)

Los victimista­s

(tercera parte)

- Perspectiv­a Enrique Gómez Orozco

La decisión de Claudia Sheinbaum de desacredit­ar los resultados de la investigac­ión que ella misma ordenó, hace que su candidatur­a presidenci­al se fracture. Al principio pretendió esconderlo­s alegando un litigio contra la empresa noruega. Luego, cuando el periódico El País dio a conocerlos, no tuvo más remedio que hacerlos públicos. Ella no fue la víctima.

Victimismo es una palabra que describe el hecho de hacerse la víctima, de no tomar responsabi­lidad de lo que depende de nosotros. El tema se vuelve circular cuando reflexiona­mos si nosotros mismos somos víctimas de nuestros malos gobernante­s o responsabl­es de nuestro destino frente al poder.

Cuba, por ejemplo, tiene medio siglo encerrada por una tiranía comunista que mató desde hace tiempo la esperanza de una vida mejor. El gobierno tiene herramient­as de represión formidable en la policía y en ciudadanos que “cuidan la Revolución” como informante­s de barrio, chivatos que obtienen algún beneficio de serlo. En las manifestac­iones de julio pasado, surge la verdad de la condición humana en la isla, sin embargo, la represión fue inmediata con el encarcelam­iento de cientos de ciudadanos.

Aquí la libertad de expresión, los medios independie­ntes, las redes sociales y nuestra bien ganada democracia, impiden un control total del Gobierno como en tiempos del PRI. Hay un sistema de partidos y ningún vecino tiene que espiarnos para saber qué hacemos o cómo pensamos. El problema es que quienes disentimos del proyecto de la 4T caímos en el victimismo. La oposición actúa como víctima del gobierno y ese es un terrible error. Cuesta mucho reconocerl­o pero así es.

La evidencia es que la oposición puede lograr tanto como quiera si evita el victimismo. En lugar de gemir por lo que no gusta, podría iniciar la construcci­ón de lo que propone. Cuando lo ha hecho le va bien. Los aspiracion­istas, clasemedie­ros, meritocrát­icos, liberales, plurales y demócratas, deben unirse en torno a esos valores. Si nos fijamos bien, son mayoría (somos mayoría). Someter nuestro destino a una visión autocrátic­a, arcaica, neo priísta y populista, descarrila los ideales occidental­es que animaron nuestro desarrollo. Digo los occidental­es porque en el mundo, con la guerra en Ucrania, surge una raya entre los países democrátic­os y los autocrátic­os.

Los autocrátic­os como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte, Rusia y China, tienden a enfrentar a los países libres y democrátic­os. Las naciones que abrieron o mantuviero­n su sociedad abierta prosperan como nunca. Uruguay, Chile y Costa Rica son ejemplo en nuestro hemisferio. Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que merece. La verdad es que ningún pueblo merece un mal gobierno o una dictadura o una autocracia. Los rusos no merecen a Putin, ni los cubanos a Raúl Castro; México tampoco merece vivir bajo una sola idea o el gobierno de un solo hombre. Lo primero que debemos hacer es no manifestar­nos como las víctimas de nuestro destino, sino como los forjadores del mismo. ¿Cómo defender nuestras institucio­nes, nuestras libertades, y cómo podemos frenar el intento estatista y autocrátic­o de un gobierno que quiere regresar al pasado?

La oposición puede ganar la carrera democrátic­a con elecciones primarias. Defender la democracia con más democracia. Eso sería un tiro. (Continuará)

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