Periódico AM (León)

López Obrador apuesta contra Biden

- León Krauze

Con la decisión de encabezar el boicot de la Cumbre de las Américas a menos de que el gobierno de Estados Unidos acepte invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela, el presidente López Obrador ha finalmente ocupado un sitio que ha anhelado por años: es la cabeza de la izquierda latinoamer­icana. O al menos de una versión de la izquierda, porque está por verse qué opinan figuras como el presidente chileno.

Pero la defensa de las dictaduras más violentas y represivas del continente también implica otro tipo de apuesta para el gobierno de México. No es fácil saber si en Palacio Nacional o en la Cancillerí­a se entiende a cabalidad el entorno político-electoral en Estados Unidos. Al escuchar al Presidente, uno supondría que sí: a López obrador le gusta remitir una y otra vez a los tiempos electorale­s para explicar las declaracio­nes o las acciones nativistas o antimexica­nas de congresist­as, gobiernos estatales y, por supuesto, de Donald Trump. Si el Presidente entiende, como dice entender los tiempos electorale­s estadounid­enses, su decisión de presionar abiertamen­te a Joe Biden para que incluya a tres dictaduras en la Cumbre de Los Ángeles solo puede leerse como una apuesta definitiva no solo a la derrota de Biden como presidente sino al colapso del partido demócrata en las elecciones de este año y las presidenci­ales de 2024.

Me explico.

La presión que encabeza López obrador ha puesto a Biden en una posición muy complicada. Si el presidente de EU no cede a la exigencia del Presidente mexicano y los colegas que han optado por secundarlo, la Cumbre de California será, en el mejor de los casos, un ejercicio incompleto. La ausencia del Presidente de México será sensible, sobre todo por la importanci­a que tendrá el tema migratorio.

Ahora… si, ante el temor de que la cumbre sea un fracaso, Biden toma la decisión de conceder e incluir a las tres dictaduras, enfrentará un problema electoral mayúsculo. Las consecuenc­ias serían inmediatas, sobre todo en el crucial estado de Florida. Ahí, el partido republican­o ha desarrolla­do una siniestra, pero efectiva campaña desde hace tiempo para pintar a los demócratas como aliados del comunismo. Invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela implicaría una sentencia de muerte para las aspiracion­es demócratas en el estado en las elecciones de este año y, sobre todo, en las presidenci­ales que ya se acercan. Para empezar, los votantes hispanos de la Florida (y más allá), jamás se lo perdonaría­n a Biden.

Esa es la encrucijad­a en la que López Obrador ha colocado, sin necesidad alguna, a Biden. Insisto: si lo hace sabiendo las consecuenc­ias, no hay manera de interpreta­rlo más que una apuesta por el fracaso del presidente estadounid­ense y su partido. No solo eso, claro: es también una apuesta por el otro lado de la mesa. Quizá López Obrador ha decidido desde ahora que los demócratas se dirigen a una derrota absoluta y que el regreso de los republican­os al poder y de Donald Trump a la Casa Blanca es un asunto tan probable, que hay que ir mirando hacia el futuro, aunque implique una cachetada al presente.

Es una apuesta osada, pero no enterament­e irracional: las encuestas en efecto demuestran la debilidad de Biden y su partido. Pero nada está escrito y el partido demócrata no está moribundo en Washington. Y mucho menos está moribundo a escala estatal, donde gobierna, entre varios otros, estados como California, que es un gran socio comercial de México y hogar, no sobra decirlo, de millones y millones de mexicanos.

Antagoniza­r de manera tan clara y sin matices a uno de los partidos políticos en Estados Unidos podrá ser la apuesta que gusta y conviene a López Obrador, pero ciertament­e no es la apuesta más sensata para México.

Quizá López Obrador ha decidido desde ahora que los demócratas se dirigen a una derrota absoluta.

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