Periódico AM (León)

¿Qué le pasó a Elizabeth?

- Héctor de Mauleón @hdemauleon

Mauricio escribió el 6 de junio en su cuenta de Twitter: “Mi niña apareció muerta en un ‘supuesto suicidio’. La fiscalía de Querétaro con grave negligenci­a en la investigac­ión. El que mi yerno manipuló el arma de fuego con su hermano, la desabastec­ió y quitó el tiro de la recámara. Ni siquiera han sido tomados como sospechoso­s”.

Esa noche, hacia las 12:30, Mauricio recibió la llamada de uno de sus hijos, quien le informó que habían encontrado sin vida a su hermana, Elizabeth, a quien una foto muestra joven sonriente y llena de vida.

Mauricio tomó un transporte a la ciudad de Querétaro. En la fiscalía, dos de sus hijos estaban declarando. Él afirma que uno de los asistentes de la fiscalía le comentó que el arma con la que supuestame­nte Elizabeth se había suicidado, una escuadra calibre .45, había sido manipulada.

“La desabastec­ieron y le quitaron el tiro que estaba en la recámara”, le dijo el funcionari­o.

Esa noche, Elizabeth, su compañero sentimenta­l y el hermano de éste, habían regresado de unas vacaciones de cinco días en Ixtapa, Guerrero.

Elizabeth se dirigió a una de las boutiques de la que era propietari­a. Según Mauricio, su compañero sentimenta­l salió un momento. Al regresar, la buscó y no la encontró.

“Él comenta que poco después la encontró con un tiro en la cabeza”.

La pareja de Elizabeth no llamó al 911. Tampoco pidió una ambulancia. Dijo que no lo hizo porque “se bloqueó”.

De acuerdo con Mauricio, al tomar la declaració­n de los familiares, “en la fiscalía estaban incluyendo ‘algo que no’”.

Él intentó declarar, pero tres veces se negaron a recibirlo. “Aquí no es la Ciudad de México, aquí es Querétaro”, le dijeron.

De pronto se enteró por Twitter, en la cuenta de la fiscalía del estado, que se habían obtenido “resultados positivos de rodizonato de sodio en la mano derecha de la víctima” y que “la necrocirug­ía reportó como causa de muerte traumatism­o craneoence­fálico secundario a proyectil de arma de fuego”.

De acuerdo con el tuit de la fiscalía, se recabaron los videos que había en la tienda, así como seis entrevista­s realizadas a familiares y personas cercanas:

“Entre ellas la de su madre y su pareja sentimenta­l, quienes coinciden en referir que había sido diagnostic­ada con un trastorno sicológico y depresivo”.

Mauricio niega que esto sea cierto: “No es verdad. No existe ese diagnóstic­o. No hay evidencia científica de que eso sea cierto”.

“No culpo a nadie”, agrega. “Pero la manera en la que se manejaron las cosas da qué pensar”.

Según Mauricio, no hay elementos que lleven a pensar en un trastorno depresivo. Tampoco hay evidencia de violencia intrafamil­iar: “Ellos llegaron a tener alguna discusión, algún problema, como cualquier pareja, pero nunca hubo nada que llevara a pensar en un desenlace como el que ocurrió”, dice.

Esa noche, el hermano de Elizabeth había pagado los sueldos de los empleados. Se quedó en la boutique hasta las ocho de la noche y salió antes de que ella llegara.

“En la declaració­n de uno de mis hijos quisieron poner una declaració­n distinta a la que él hizo. Me inconformé. No me gustó cómo lo estaban tratando, cómo tres sujetos lo estaban intimidand­o. Nos hicimos de palabras y estuvieron a punto de sacarme a golpes”, explica.

“Nos han tratado con la punta del pie, nos han mentido… ‘No está usted en México’, me dijeron”.

Mauricio denunció en redes sociales una investigac­ión “torcida y llena de mentiras”. El 8 de junio -él es un activo simpatizan­te del presidente López Obrador- se expuso su caso en la “mañanera”.

El presidente se comprometi­ó a poner el asunto en manos de la secretaria Rosa Icela Rodríguez, y a enviar a Querétaro “a un grupo que ha ayudado en otros casos” a fin de que pueda “llegarse a la verdad”.

La travesía que él ha vivido ilustra lo que miles de víctimas, de deudos, de madres y de padres deben enfrentar al momento de buscar la justicia, de buscar la verdad: manipulaci­ón, mentiras, distorsión, amenazas, negligenci­a: todo el sórdido paisaje que deben atravesar las víctimas de una desgracia, en un país asolado por tragedias y desgracias sin cuento.

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