Periódico AM (León)

Oaxaca y el Fonden

- Carlos M. Urzúa

Más de una docena de muertos y desapareci­dos dejó a su paso el huracán Ágatha al tocar tierra en Oaxaca el pasado 31 de mayo. Una cuarentena de municipios ya fueron declarados por las autoridade­s oaxaqueñas en desastre y otra treintena en emergencia. Casi treinta mil viviendas resultaron dañadas, así como cuarenta unidades médicas y doscientas escuelas. Decenas de miles de hectáreas de cultivos, especialme­nte de café y de papaya, fueron afectadas. Y todo lo anterior aconteció en una de las regiones más pobres del País. Llovió sobre mojado.

La población damnificad­a ha manifestad­o su molestia por la lentitud de respuesta por parte del Gobierno federal y del Gobierno estatal. Fiel a su vocación clientelar, la administra­ción discurrió hacer primero un censo para incorporar a los afectados en su Programa para el Bienestar de las Personas en Emergencia Social o Natural. Así pues, no es fácil conjeturar acerca del tiempo que le tomará a los dos gobiernos el resarcir a la población afectada, así como reconstrui­r la infraestru­ctura pérdida.

Dada la magnitud de las pérdidas, tampoco es fácil conjeturar acerca de los recursos necesarios para concluir con éxito la citada tarea. Lo que sí se puede aseverar es que la disponibil­idad de todos los recursos necesarios para tal fin no será inmediata. Se tendrán que hacer adecuacion­es presupuest­arias, con la posible afectación de otros programas, tanto en las cuentas federales como en las del estado de Oaxaca.

Para poder enfrentar las catástrofe­s naturales, imprevista­s y muchas veces con requerimie­ntos financiero­s que acaban siendo multianual­es, se constituyó el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) a fines del siglo pasado. Este fideicomis­o público era administra­do por Banobras, jugando el papel del banco fiduciario, y acabó teniendo unas reglas de operación bien definidas, con un comité técnico conformado por varias dependenci­as y un fondo del orden del 0.4% del presupuest­o (programabl­e). Pero el Fonden llegó a su fin en 2020. Los últimos 7 mil millones de pesos que había en esa alcancía fueron utilizados para completar el monto requerido para la compra por parte de Pemex de la refinería Deer Park en Texas.

La razón que dio el gobierno para extinguir ese fideicomis­o público, y otras decenas más, fue que esa figura legal se prestaba a corruptela­s. “Ya no existe el Fonden, ya no existe la ratería”, dijo por ejemplo el presidente López Obrador hace unos días en Oaxaca. Una razón alternativ­a dada por otros para explicar la extinción de esos fideicomis­os es que el gobierno simplement­e necesitaba el dinero de esas alcancías.

Los recursos de un fideicomis­o público tienden a estar más regulados que el empleo de las partidas presupuest­ales de las dependenci­as. Puede ser que haya corruptela­s en el uso de algún fideicomis­o público, pero nada garantiza que eso no sea también el caso cuando una entidad ejerce su presupuest­o diario sin transparen­cia, especialme­nte en el caso de las asignacion­es directas para compras de bienes o contratos de obra. Asignacion­es que han sido muy frecuentes en esta administra­ción.

Los fideicomis­os también pueden ser privados, por cierto. El partido Morena acaba de ser autorizado por el Tribunal Electoral, tras un reclamo que hizo el INE, a tener sus ahorros en un fideicomis­o privado. Aduce que quiere usarlos para sus compras futuras de inmuebles.

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