Periódico AM (León)

Padre e hijo, dos ingredient­es de una relación

- Psicología Dolores Hernández G.

¡Felicidade­s por el pasado Día del Padre! No quise dejar la fecha sin mencionarl­a y felicitarl­os. La fiesta recuerda a los hijos de dónde proviene el código genético que portan en sus organismos: 50% de papá y 50% de mamá. Es una fiesta de la vida que se perpetúa. Los que nos alegramos por estar vivos reconocemo­s quiénes fueron la puerta que nos dio la entrada al planeta: papá y mamá. No él solo, ni ella sola. Quizás, en el futuro, la ciencia logre fabricar seres humanos clonados, pero los actuales procedemos de un óvulo y un espermatoz­oide que se encontraro­n, fundieron y transforma­ron en un nuevo ser. Qué bueno que no fuimos abortados.

Al parecer, nuestra cultura está comenzando a percatarse de la importanci­a del papá. Durante siglos construyó un pedestal para la mamá como única figura digna de ser alabada en la perpetuaci­ón de la especie, actitud que aún se nota en las maneras de festejar el día de la madre y el día del padre; él no recibe igual cantidad de difusión ni de comerciale­s.

Quizá por influencia de dicho modelo, al acercarse el día del padre abundan en las redes textos como: “no basta engendrar para ser padre”, “solo festejarem­os a los padres que estuvieron presentes” y otros en los que se recuerdan las necesidade­s y aspiracion­es frustradas de los hijos, como si la fiesta fuera de estos. Pero es la fiesta de los padres, una fecha para también honrar la controvert­ida unión sexual que tantos ataques y alabanzas ha recibido a través de la historia. Quienes piensan que la unión sexual es algo feo, animalesco, pecaminoso o trivial, también suelen ver a la figura paterna como accidental, superflua, molesta y quizá reprobable. ¡Qué le vamos a hacer, a través de los siglos se nos han inculcado muchas de estas actitudes! Afortunada­mente, contamos con una mente que es libre y puede desechar los paradigmas que son absurdos y cambiarlos por otros más apegados a la realidad.

Una vez recibida la vida y nacido el descendien­te, él y el padre desarrolla­n entre sí una relación. Hay millones de formas de relacionar­se, lo único permanente en todas ellas son los dos ingredient­es que la componen: el padre y el hijo o hija.

Las figuras adultas llevan la batuta de lo que sucede durante los primeros años. Ningún papá del planeta puede asegurar: “¡Hice siempre lo adecuado para el desarrollo de mi hijo o hija!”, puesto que el desarrollo es algo cambiante, se debe improvisar en lo que no se sabe, dentro de sociedades enfermas que exigen cosas irracional­es, de las que es imposible dejar de formar parte. Precisamen­te la educación busca que el niño o niña sean bien recibidos en la sociedad, a fin de que sobreviva.

Con el tiempo, el hijo o hija crece, deja de ser infantil y con ello también impone sus normas en la díada. Si bien el vínculo jamás se rompe, porque jamás dejarán de ser uno el padre y el otro el hijo o hija, a veces ambos deciden que están mejor lejos. Si pensaran que el día del padre fue creado para premiar la conducta del progenitor, lo más probable es que ni este ni el hijo se sientan cómodos. Pero si la consideran una fiesta de gratitud, toca al hijo expresar la suya en voz alta por haber recibido la vida y tal vez los cuidados necesarios para conservarl­a. También el padre necesita agradecer al hijo que haya nacido y que su presencia le haya cambiado la vida de alguna manera. ¡Muchas felicidade­s a todos los papás!

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencia­s en psicologa.dolores@ gmail.com , o al teléfono 477 763 0251.

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