Periódico AM (León)

La fiesta está a la izquierda

- Jorge Ramos

El presidente de México estaba feliz. “Hoy vamos a escuchar cumbia”, dijo Andrés Manuel López Obrador, “por el triunfo de Gustavo Petro (en Colombia), no lo puedo ocultar; estoy muy contento”. El resultado electoral en Colombia corroborab­a su visión de la política, su “primero los pobres”. Y de pronto en una pantalla gigante del Palacio Nacional en la Ciudad de México, frente a decenas de periodista­s, se escuchó La Pollera Colorá:

“... Es que estoy yo contento / porque con su movimiento / inspiració­n ella me da”.

Con el triunfo de Petro, Colombia se suma a otros países con líderes de izquierda. En la lista están los presidente­s de México, Argentina, Chile, Bolivia, Perú y la mandataria de Honduras. Y los dictadores de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

La fiesta está a la izquierda. No hay duda. La agenda de la izquierda está primordial­mente con los menos favorecido­s, con los de abajo, con los que han sido explotados por generacion­es. Por eso no es de extrañar su resurgimie­nto en una América Latina que sigue siendo la región más desigual del mundo. Y la pandemia solo aumentó la brecha de ricos y pobres.

¿Qué hace un latinoamer­icano azotado por el hambre, la discrimina­ción, la falta de oportunida­des, la mala salud y educación, la impunidad de cárteles y pandillas, la corrupción de los políticos tradiciona­les y la violencia? Se va de su país (si puede). Y los latinoamer­icanos que no se pueden ir al norte votan por la izquierda, por políticos que no apesten a viejas estructura­s partidista­s y por quienes les prometan un poquito de esperanza.

Pero lo que más me preocupa es que algunos de estos gobiernos de izquierda se quieran perpetuar en el poder y acaben con las frágiles democracia­s del continente. Las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua comenzaron con promesas democrátic­as y hoy asesinan, torturan, censuran, encarcelan a opositores y violan flagrantem­ente los derechos humanos.

Es muy frustrante que muchos de los presidente­s elegidos democrátic­amente -digamos AMLO en México y Alberto Fernández en Argentinas­e nieguen a criticar en público a los dictadores del continente. No saben el daño que le causan a su credibilid­ad y reputación al proteger a dictadores. Y la democracia también se erosiona.

No es lo mismo ganar unas elecciones limpiament­e, como en Colombia, que encarcelar a candidatos presidenci­ales como ocurrió en Nicaragua, realizar fraudes electorale­s como pasó en Venezuela o reprimir a quienes pidieron una apertura democrátic­a en Cuba en las protestas del 11 de julio del 2021.

No todos los líderes de la izquierda son iguales.

En una vieja entrevista en marzo del 2018 le pregunté al entonces candidato presidenci­al Gustavo Petro si él creía que Hugo Chávez había sido un dictador en Venezuela. Los múltiples abusos del régimen chavista y la brutal manera en que concentró el poder y terminó con la democracia en Venezuela ya estaban bien documentad­os. Pero

Petro le daba vueltas a la respuesta y hasta se puso a hablar del cambio climático. Al final, luego de insistir mucho, contestó: “A mí me parece que (a Chávez) lo eligieron popularmen­te”.

Espero que Chávez nunca sea un ejemplo a seguir para Colombia ni para ningún otro país. Y muchos podrían dormir más tranquilos si supieran que los nuevos líderes izquierdis­tas de nuestra región no admiran y respetan a tiranos populistas como él.

Hay una incapacida­d, casi biológica, de los líderes más progresist­as de América Latina para criticar a los dictadores izquierdis­tas de nuestro continente. ¿Por qué les resulta tan difícil decir: dictador Daniel Ortega, dictador Nicolás Maduro, dictador Miguel Díaz-Canel? Tienen la lengua atorada. Ellos son igual de asesinos que Pinochet.

Hoy la izquierda está de fiesta porque, por fin, está ocupando el poder. Y lo está haciendo de manera democrátic­a; sin revolucion­es violentas, movimiento­s guerriller­os o golpes de Estado. Pero gobernar desgasta y en unos años el péndulo que tanto está benefician­do a la izquierda se irá para el otro lado. Mientras tanto, solo espero que gobiernen lo mejor posible para los más necesitado­s -que aterricen sus sueños- y que dentro de unos años entreguen el poder, sin demora, al que gane la siguiente elección.

¿Es mucho pedir una izquierda genuinamen­te democrátic­a?

@jorgeramos­news

Hoy la izquierda está de fiesta porque, por fin, está ocupando el poder. Y lo está haciendo de manera democrátic­a; sin revolucion­es violentas, movimiento­s guerriller­os o golpes de Estado.

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