Periódico AM (León)

››Vivió la cultura rarámuri

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Al padre Javier Campos le llamaban El Gallo porque imitaba perfectame­nte a ese animal y toda la gente que le conocía se lo pedía continuame­nte.

“El padre era de los más emblemátic­os en la Sierra Tarahumara, con más de 55 años de presencia en la sierra y 50 como sacerdote. Los cumplía este mes. Ya le preparábam­os sus bodas de oro, pero pidió esperar porque festejaría en Monterrey, donde todavía tenía familia”, recuerda el padre Martínez Espinoza.

El Gallo fue coordinado­r de las comunidade­s eclesiales de base y vicario de la Pastoral de la Diócesis de la Tarahumara, cargo en el que lo sustituyó Martínez Espinosa.

“Sabía de memoria la geografía humana y física de la sierra. A muchos nos desesperab­a ir con él porque se paraba, a todos los conocía de nombre, conocía a los abuelos, conocía a los papás.

“Tenía ahijados por todos lados. Es como el prototipo de misionero bondadoso, asertivo, relajado, parecía que tenía toda la vida para esperar a la gente. A todas partes llegaba tarde porque se detenía con la gente”, agrega el vicario.

Para Martínez Espinosa, el padre Gallo era quien tenía más capacidad para las relaciones humanas, entre los sacerdotes de la sierra. “Él tenía el don de hacer sentir bien a cada persona que se le acercaba”.

Él vivió la cultura rarámuri. Hablaba muy bien el idioma de la Baja Tarahumara y tradujo a ese idioma el Nuevo Testamento, así como un texto para aprender rarámuri.

“Era inspirador en la pastoral indígena y uno de los inspirador­es de las comunidade­s eclesiales de base. Él las fundó en Guachochi, en la Tarahumara. Y sufrió mucho porque los párrocos ya no iban por esa línea. Él era seguidor de monseñor Romero”, dijo en alusión al obispo salvadoreñ­o Óscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980.

El Gallo nació el 13 de febrero de 1943 en la Ciudad de México. Durante su niñez y adolescenc­ia vivió en Monterrey e ingresó a la Compañía de Jesús el 14 de agosto de 1959 a los 16 años. Lo ordenaron el 8 de junio de 1972. Un año después inició su misión como superior local, vicario pastoral y episcopal en la Sierra Tarahumara.

El otro sacerdote asesinado, Joaquín Mora Salazar, Morita, era introverti­do y tímido, pero brillante en sus pláticas, dice el vicario.

“Dicen que su biblia era Mi pie izquierdo, el texto que les ponía a leer a sus alumnos en Tampico, donde lo recuerdan con gran cariño. Yo veía esa historia en muchos lados, sí era su biblia.

“El texto habla de que no hay límites y desde ahí hacía sentir a sus alumnos que no había límites, que nosotros poníamos los límites mentales. Y una persona que no se pone límites mentales, podía superar sus límites físicos”.

A sus ochenta años impresiona­ba a sus compañeros que continuara manejando: iba y venía a todos lados.

Morita nació el 28 de agosto de 1941 en Monterrey. Ingresó a la Compañía de Jesús el 30 de julio de 1958, a los 16 años. Fue ordenado el 1 de mayo de 1971 en Monterrey. Desde 1976 permaneció en la Tarahumara.

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