Periódico AM (León)

El acarreo

- José Arturo Sánchez Castellano­s

No cabe duda de que la obsesión por llenar las plazas para vitorear a los candidatos y gobernante­s es una práctica que se presenta en todos los partidos políticos sin distinción, una plaza llena significa poder y representa autoridad sobre los adversario­s, no importa si son internos o externos.

Recuerdo que en la elección municipal de 1988, cuando don Joaquín Yamín fue el candidato del PRI a la Presidenci­a Municipal, un grupo de jóvenes que empezábamo­s a interesarn­os por la forma en la que éramos gobernados tuvimos una reunión con él, y uno de los cuestionam­ientos fue lo mal que nos parecía que ese partido acarreara gente a sus mítines para apoyar a sus candidatos a cambio de un refrigerio.

El PRI ya casi está extinto, pero ahora tenemos a Morena, que ha copiado y mejorado las técnicas y mañas del acarreo, es más, las ha legitimado y justificad­o; solo basta ver las dos recientes mega manifestac­iones que ellos organizaro­n para apoyar a López Obrador, las cuales estuvieron financiada­s con recursos públicos de prácticame­nte todas las instancias oficiales en donde gobierna Morena, y en donde no gobierna, hubo personajes de ese partido (algunos de Guanajuato) que presumían públicamen­te el pago de autobuses para acarrear gente.

Sin embargo, lo trágico de los acarreos es que en realidad se está lucrando con la necesidad de los ciudadanos, lo que sin duda compromete su dignidad, ya que muchos de ellos acuden a esos eventos ya sea porque efectivame­nte les dan, literalmen­te, una torta y un refresco, o porque los amenazan con descontarl­es el día, o hasta por los regalos que ahí se ofrecen, todo con recursos públicos.

No obstante lo anterior, aunque para las clases medias y altas esos eventos son reprobable­s, para las clases bajas esos acarreos son casi exigidos, pues para lo que muchos de nosotros lo que ahí se les regala puede ser un simple souvenir, para otros representa­n artículos de primera necesidad, pues utilizan las mochilas que ahí les regalan para que sus hijos las lleven al colegio, usan la gorra para protegerse del sol en el trabajo, o las playeras forman parte de su escaso guardarrop­a.

Este tipo de eventos solo acentúa la desigualda­d en la que vivimos, marcan la diferencia entre los que tienen que asistir por necesidad o por obligación, de entre los que escogemos los actos o eventos a los que queremos ir.

Evidenteme­nte en el fondo estos actos buscan tener una trascenden­cia electoral, por más que digan lo contrario los políticos, pues lo que realmente se pretende es ir generando una percepción de dependenci­a y control disfrazada de solidarida­d, en cierta parte de la población, para que después se convierta en votos en las elecciones.

Tristement­e, esta semana lo vivimos en lo local, pues vimos un acarreo de miles de mujeres a un evento institucio­nal que por muchos es leído también como “político-electoral”, con el fin de mostrar el músculo y exhibir la fuerza de lo que representa el oficialism­o cuando se trata de apoyar al elegido (a).

Al final, es ineludible la conclusión al decir que todos los partidos o todos los políticos son iguales, y lo peor, que un día están criticando lo que al día siguiente están haciendo, con mucho cinismo se señala y condenan estas prácticas en otros lados, cuando aquí se justifican, y viceversa.

Lo cierto es que los políticos siempre envidiarán los eventos y las marchas realmente ciudadanas, voluntaria­s y sin acarreos, como las que la sociedad civil organizó recienteme­nte en defensa del INE. Una de esas, vale por mil de las otras

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