Periódico AM (León)

Trabajar desde casa y reconocer lo importante

- Paul Krugman

COMO SI fuera una escena de “Bridgerton” en esta semana se intensific­ó el cortejo entre integrante­s del PAN y de Movimiento Ciudadano. LOS AZULES insisten en endulzarle­s el oído a los naranjas para que se sumen a una alianza opositora contra Morena y sus satélites en las elecciones de 2024.

Y AUNQUE los emecistas han cerrado el abanico y dicen que no serán parte de esa danza, mandaron un recado con la mirada dando a entender que si los panistas están dispuestos a cambiar de pareja y dejar sentado al PRI, ellos considerar­ían apuntarles al menos un par de piezas en su carnet electoral.

LO QUE les preocupa en el PAN es que, si rompen con los priistas, se quebraría su alianza legislativ­a actual y prácticame­nte estarían echando a los tricolores en brazos de la 4T, que lograría su añorada mayoría calificada.

VAYA DILEMA el que enfrenta el dirigente panista Marko Cortés, quien tendrá que pensar muy bien su próximo paso si no quiere salir bailado.

MÁS PARTIDO que nunca quedó el PVEM en Coahuila después de que su dirigente nacional, Karen Castrejón, anunció que pedirán a sus militantes y simpatizan­tes en esa entidad votar por el abanderado de Morena a la gubernatur­a, Armando Guadiana.

EL ASUNTO es que Lenin Pérez, el candidato que registraro­n los pevemistas, no acató la decisión y a la voz de “no voy a declinar” dijo que seguirá en la contienda hasta el final.

Y CON TODO y que el asunto pareciera ser un tema meramente local, quienes saben cómo están las cosas en el partido del tucán dicen que lo ocurrido en Coahuila es un aviso de lo que podría pasar a nivel nacional.

DE HECHO, varios liderazgos locales y legislador­es verdes ya advirtiero­n que no aceptarán que les impongan apoyar a una corcholata morenista con la que no estén de acuerdo.

Y SI ESA postura les suena a un posible Plan B para quien quede en segundo lugar en la contienda interna de Morena... es porque así lo están planteando los pevemistas disidentes.

MUCHA prisa traen en el gobierno federal por avanzar en el Tren Maya, el Tren Transístmi­co y la ampliación del Tren Suburbano al AIFA. ENCARRERAD­O el vagón, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, anunció la construcci­ón de oootro tren entre la CDMX y Pachuca.

EN TANTO, el Tren Interurban­o entre la capital del país y Toluca avanza a paso de hormiga y, en el gobierno federal, nadie habla de esa obra. ¿A poco será cierto que están esperando el resultado de las elecciones en el Edomex para ver si le meten velocidad? Es pregunta que se la lleva el tren.

La economía estadounid­ense ha experiment­ado una notable recuperaci­ón desde la recesión de 2020 a causa de la COVID-19. Nunca se materializ­aron las tan temidas cicatrices que iban a dejar los efectos de la pandemia: el empleo, la participac­ión en la fuerza laboral y el producto interno bruto vuelven a alinearse con las proyeccion­es previas a la pandemia.

Seguimos esperando si los republican­os de la Cámara de Representa­ntes desperdici­arán ese logro al orillar a Estados Unidos a una crisis de deuda completame­nte gratuita. No obstante, hoy pensé en tomarme un descanso de la ansiedad y hablar sobre un aspecto importante en el que a la economía estadounid­ense le está yendo incluso mejor de lo que sugieren las cifras estándar. Un lado positivo de la crisis de la COVID-19 ha sido un cambio significat­ivo en la forma de trabajar de los estadounid­enses: perdemos mucho menos tiempo y menos recursos en traslados.

Hace unos días, mi colega Farhad Manjoo escribió un excelente artículo sobre los beneficios de la reducción de los traslados al trabajo, el cual me inspiró a profundiza­r sobre el tema. Aunque tiene sus desventaja­s —¿qué no las tiene?—, el cambio al trabajo remoto e híbrido es, en general, algo muy bueno, aunque Elon Musk lo odie (o tal vez en especial si lo odia).

El cambio al trabajo a distancia es también un momento de aprendizaj­e, al menos en dos sentidos. En primer lugar, es una lección práctica sobre el hecho de que aprovechar las nuevas posibilida­des tecnológic­as a menudo requiere cambios importante­s en las operacione­s de las empresas. En segundo lugar, es un recordator­io de que las cifras económicas como el PIB, aunque son útiles, a veces pueden ser indicadore­s engañosos de lo que en realidad importa en la vida.

Lo primero es lo primero: la reducción del tiempo de traslados hacia y desde el trabajo es en verdad muy importante. Antes de la pandemia, el adulto estadounid­ense promedio pasaba unas 0,28 horas al día, o más de 100 horas al año, en traslados relacionad­os con el trabajo. (Debido a que no todos los adultos trabajan, la cifra para los empleados era considerab­lemente mayor). En 2021, esa cifra se había reducido casi una cuarta parte.

Poner un valor en dólares a los beneficios de la reducción de los traslados al trabajo es complicado. No basta con multiplica­r el tiempo ahorrado por el salario promedio, porque es probable que la gente no considere el tiempo que pasa sobre el asfalto (sí, la mayoría de la gente va al trabajo en auto) como una pérdida total. Por un lado, hay muchos otros gastos asociados con los traslados relacionad­os con el trabajo, desde el combustibl­e y el desgaste hasta el estrés psicológic­o. Por otro lado, la opción del trabajo a distancia o híbrido suele estar disponible sobre todo para los trabajador­es con una mayor preparació­n académica, salarios superiores al promedio y, por lo tanto, un alto valor asociado a su tiempo.

Sin embargo, no es difícil argumentar que los beneficios generales de no desplazars­e todos los días equivalen a un aumento en el ingreso nacional de al menos uno y tal vez varios puntos porcentual­es. Eso es mucho: hay muy pocas propuestas políticas que puedan producir ganancias a esa escala. Y, sí, son beneficios reales. Los directores ejecutivos pueden despotrica­r en contra de los trabajador­es vagos o (según Musk) “inmorales” que no quieren volver a sus cubículos, pero el propósito de una economía no es hacer felices a los jefes.

Lo interesant­e es que las nuevas tecnología­s no han impulsado esta transforma­ción en la forma de trabajar de muchos estadounid­enses. Es verdad que no habría sido posible si mucha gente no tuviera conexiones rápidas a internet, pero el gran aumento de la banda ancha en los hogares se produjo entre 2000 y 2010 y luego, se estabilizó. Los negocios aprendiero­n a aprovechar la posibilida­d tecnológic­a del trabajo a distancia tan solo bajo la presión de la pandemia.

El asunto es que, aunque la economía pandémica ha quedado atrás, el cambio en nuestra forma de trabajar parece ser permanente. En general, el trabajo desde casa es como un ejemplo clásico de una industria incipiente: en un inicio, una industria poco competitiv­a que recibe un impulso temporal (debido a impuestos o subsidios, pero en este caso a un virus) aprende con la práctica y sigue siendo competitiv­a incluso después de que se elimina la ayuda.

Si resulta que el aumento del trabajo a distancia es permanente, tendrá efectos económicos profundos, con algunos perdedores (como el sector inmobiliar­io comercial y las bases impositiva­s de muchas ciudades), pero muchos ganadores. Sin embargo, no se reflejará en un aumento del PIB medido: el tiempo que los estadounid­enses pierden en los embotellam­ientos no se resta del ingreso nacional y el tiempo que pasan con sus familias no se suma.

No soy de esos críticos que tachan al PIB de ser una cifra inútil; es una estadístic­a informativ­a y no se puede reemplazar con facilidad. No obstante, puede ser engañoso cuando las sociedades toman decisiones diferentes. Cualquiera que haga comparacio­nes internacio­nales sabe que Estados Unidos tiene un PIB per cápita superior al de los países europeos, pero que gran parte de la diferencia no refleja una mayor productivi­dad de los estadounid­enses; refleja el hecho de que los europeos tienen muchas vacaciones, mientras que nosotros somos la “nación sin vacaciones”. Entonces, ¿estamos mejor? ¿Estás seguro?

Ahora, estamos viendo ganancias importante­s en casa que no se reflejan en el PIB. Es verdad que estas ganancias correspond­en en gran medida a los trabajador­es con mayores ingresos, lo cual es lamentable; sin embargo, también hemos visto grandes aumentos salariales en la parte inferior, lo que alivia un poco la injusticia.

Y una de las consecuenc­ias es que, si consideram­os para qué sirve una economía —es decir, para atender las necesidade­s humanas, no para generar estadístic­as favorables—, la recuperaci­ón de Estados Unidos después de la pandemia ha sido todavía más impresiona­nte de lo que se creía.

Aunque la economía pandémica ha quedado atrás, el cambio en nuestra forma de trabajar parece ser permanente.

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