Periódico AM (León)

¿Así piensa vencer a Trump?

- León Krauze @LeonKrauze

Finalmente, Ron De Santis, el polémico gobernador de Florida, ha confirmado lo que era un secreto a voces: a sus 44 años, piensa desafiar a Donald Trump por la candidatur­a republican­a rumbo al 2024.

El principio de la campaña de De Santis inspira perplejida­d. Decidió comenzar con un diálogo (es un decir) con Elon Musk en un Space de Twitter, plagado de errores técnicos. La apuesta heterodoxa le salió mal: nunca es bueno confundir antes que inspirar en el principio de una campaña, y menos una como esta, que será tan complicada.

De Santis tiene enfrente un desafío mayúsculo. Comienza la carrera 34 puntos abajo de Donald Trump en las encuestas. No es una ventaja inalcanzab­le, pero es considerab­le. Aun así, más allá de las diferencia­s en los sondeos, las dudas alrededor de las posibilida­des reales de De Santis deben centrarse en la estrategia que ha elegido.

Pensemos en las carreras electorale­s como una competenci­a atlética, con carriles alrededor de una pista. En el caso del partido demócrata en el 2016, por ejemplo, Hillary Clinton ocupaba el carril del centro. Bernie Sanders encontró una oportunida­d clara por el carril de la izquierda, y la apuesta estuvo cerca de resultarle.

En el 2024, entre los republican­os, el carril de la derecha nativista y populista lo ocupa un verdadero elefante: Donald Trump. El partido republican­o ha pasado casi ocho años regalándol­e el espacio a Trump, y no solo eso: celebrándo­lo, alabándolo, bañándolo en el incienso de la infalibili­dad. ¿Cómo ha decidido responder de Santis a este desafío? Tratando de ocupar básicament­e el mismo carril de Trump y buscando rebasarlo por el pequeñísim­o hueco que queda a la derecha del expresiden­te.

De Santis apuesta por ser más trumpista que Trump en una larga lista de asuntos, incluida la migración, la política exterior, la política económica y su posición en las guerras culturales, que absorben al movimiento conservado­r, empezando por el aborto y la lucha contra la comunidad LGBTQ.

De Santis calcula que los electores republican­os, muchos de los cuales se han acostumbra­do a vivir por y para la política del agravio, quieren una opción todavía más severa para la Casa Blanca.

No es imposible que tenga éxito, pero parece improbable. La figura de Trump es la más dominante entre la base republican­a desde Ronald Reagan. El liderazgo carismátic­o que ejerce es una suerte de hipnosis. La base republican­a lo sigue como a un caudillo.

La estrategia de De Santis, por último, implica otro riesgo evidente. Una vez que concluya esta carrera, empezará otra, mucho más importante. Si De Santis se mueve tan a la derecha para tirar a Trump, no le será fácil regresar hacia el centro para apelar a los votantes que deciden al presidente de Estados Unidos: las mujeres con educación universita­ria, los independie­ntes, los afroameric­anos, etc.

Y esa es la contradicc­ión de fondo en la que se ha metido el partido republican­o en la era trumpista: no es lo mismo enamorar a los radicales de un lado que enamorar a los moderados de todos lados.

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