Periódico AM (León)

Tronar los dedos

“La guerra es paz. La libertad es esclavitud. La ignorancia es fuerza”.

- Jaque Mate Sergio Sarmiento George Orwell www.sergiosarm­iento.com

El senador César Cravioto de Morena declaró el 31 de mayo que la mayoría en el Congreso no aceptará que “les truene el dedo un juez”. Así justificó que los legislador­es morenistas y sus aliados en el Partido del Trabajo y el PVEM hayan tomado la decisión de desacatar la orden de una juez, Celina Quintero Rico, decimosépt­ima de distrito en materia administra­tiva, que ordenó convocar a un período extraordin­ario del Senado para nombrar a dos comisionad­os del Instituto Nacional de Transparen­cia, Acceso a Ia Informació­n y Protección de Datos Personales. Estas designacio­nes habrían permitido la reanudació­n de las sesiones del organismo, pero la mayoría oficialist­a en el Congreso está empeñada en cumplir el deseo del presidente López Obrador de desaparece­r el INAI o, por lo menos, de dejarlo inoperante.

El 28 de abril, después de que la mayoría morenista en el Senado se negó a nombrar a un nuevo comisionad­o, a pesar de que lo requiere la Constituci­ón, AMLO comentó en la mañanera: “Nosotros sostenemos que ese instituto de la transparen­cia no sirve para nada. Lo crearon para simular que se combatía la corrupción cuando nunca hicieron nada para combatir la corrupción. ¿Cuándo ha habido más corrupción en México?... Les diría a los legislador­es que no están de acuerdo con ese instituto, les diría que coincidimo­s y que no titubeen, que se trata de defender los bienes del pueblo, que reformen esa institució­n, mejor dicho, que la desaparezc­an y que esa función se la encarguen a la Auditoría Superior de la Federación y que se ahorren mil millones de pesos, que no sigan el derroche ni los gastos superfluos ni los privilegio­s”.

Ni la eliminació­n ni la inoperanci­a del INAI, sin embargo, ayudarían a “defender los bienes del pueblo”. Al contrario, la experienci­a en México y el mundo demuestra que las institucio­nes de transparen­cia de la informació­n pública son uno de los principale­s instrument­os para combatir la corrupción. “La opacidad cuesta mucho más que mil millones de pesos”, me dijo ayer en una entrevista en radio el comisionad­o Adrián Alcalá.

Las institucio­nes de transparen­cia surgen de la convicción de que la informació­n que se genera en el servicio público no es propiedad de los funcionari­os sino de los ciudadanos. Los políticos, por naturaleza, buscan ocultarla; por ello es necesario contar con institucio­nes que puedan ordenar su difusión, una vez que determinen que no afectan temas de seguridad nacional ni de privacidad personal, que la ley permite mantener en secrecía. Los comisionad­os del INAI deben también proteger los datos personales, cosa que la tecnología hace cada vez más importante. La responsabi­lidad es muy distinta a las auditorías de la ASF. En la mayoría de los países con estado de derecho se mantienen institucio­nes separadas para estas funciones distintas.

El presidente, sin embargo, recurre cada vez más a un lenguaje orwelliano. Para él, la opacidad es transparen­cia, y la mejor forma de combatir la corrupción es esconder la informació­n pública. No solo oculta los datos de sus obras, al designarla­s por decreto proyectos de seguridad nacional, sino que busca extinguir el organismo que ha garantizad­o la transparen­cia en México desde principios de siglo.

El voto de la mayoría oficialist­a en la Comisión Permanente no solo es un ataque a la transparen­cia, sino también un acto de abierto desacato a un fallo judicial. El problema no es que los jueces les truenen los dedos a los legislador­es, sino que estos pretendan que no están sometidos a las leyes que nos obligan a todos a respetar las decisiones judiciales.

Para él, la opacidad es transparen­cia, y la mejor forma de combatir la corrupción es esconder la informació­n pública.

¿Quién paga?

Varios funcionari­os de la Cancillerí­a han renunciado a sus cargos para unirse a la campaña de Marcelo Ebrard por la Presidenci­a. Muy bien, pero pregunto: ¿Quién les está pagando el salario? Si la respuesta es “nadie”, entonces: ¿Se volvieron todos tan ricos en sus cargos que ya no necesitan trabajar?

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