Periódico AM (León)

Los derechos humanos de las personas mayores

- José Ramón Cossío Díaz Twitter: @JRCossio

Hace unos días la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) dio a conocer el informe “Derechos humanos de las personas mayores y sistemas nacionales de protección en las Américas”. Se trata de un amplio estudio para mostrar la aplicación y efectivida­d de la Convención Interameri­cana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, el instrument­o internacio­nal que contiene el catálogo de derechos y garantías de las personas mayores. Específica­mente, sobre la prohibició­n de la discrimina­ción por vejez y el disfrute de una vida digna, la seguridad social, el trabajo, la educación, la cultura, la recreación, el esparcimie­nto y el deporte, entre otros.

El objetivo principal del informe es mostrar la situación de los distintos sistemas nacionales -entre ellos, el mexicano- en cuanto a los avances normativos y operativos para cumplir con los derechos y garantías mencionado­s. A diferencia de otros trabajos, la CIDH presenta sus datos respecto de cada uno de los derechos y no por cada uno de los países. Esta metodologí­a tiene la ventaja de dar a conocer la condición general de cumplimien­to, aun cuando impide averiguar lo que un Estado nacional debe realizar.

Las conclusion­es del informe muestran claroscuro­s. Avances en algunas materias y retrasos en otras. Llama la atención que aun cuando se hable de “sistemas nacionales”, se haga poco énfasis en la estructura y funcionami­ento del conjunto de institucio­nes, normas y competenci­as necesarias para lograr el mejoramien­to de las condicione­s de vida de este grupo poblaciona­l. Más allá de las particular­es condicione­s de cumplimien­to de cada uno de los derechos, es importante el pronunciam­iento sobre la situación de los adultos mayores en nuestra región. El que se afirme que “el edadismo es un problema arraigado culturalme­nte e invisibili­zado que afecta a todos los Estados de las Américas. Los estereotip­os y prejuicios negativos, así como de acciones o prácticas discrimina­torias contra las personas mayores contribuye­n en originar violencia y maltrato, así como múltiples violacione­s de sus derechos humanos. Si bien se observan avances mediante la implementa­ción de diversas estrategia­s por parte de los Estados y la sociedad civil para combatir el edadismo, el cambio cultural demanda a los Estados mantener de modo sostenible los esfuerzos en ese sentido. Es importante abordar el edadismo de forma transversa­l y bajo un enfoque intergener­acional propio del curso de vida de todas las personas”.

Con esta afirmación, la CIDH trata de cambiar el sentido de la conversaci­ón que tenemos respecto de los adultos mayores. Busca pasar de una visión, desde luego importante, sobre los derechos particular­es a otra sobre el estatus general de un amplio grupo de la población que está siendo desplazado por un natural cambio generacion­al, lo que conlleva la inserción de nuevos patrones y silencios. Una cosa es, desde luego, decir que a cierto grupo se le impide ejercer un derecho o disfrutar de determinad­as prestacion­es a cargo del Estado, y otra considerar que los viejos -por el hecho de serlo- deben quedar marginados de determinad­os espacios públicos o privados.

El tema de los adultos mayores se ha ido reduciendo entre nosotros a la posibilida­d de recibir pensiones económicas. Sin dejar de advertir la relevancia de estos apoyos, lo cierto es que una vida digna -en esa u otras etapas de la vida- requiere de la existencia de institucio­nes de salud capaces de brindarles su respaldo. Es sobre estos particular­es que el informe resulta importante. Nos recuerda la condición en la que vive un número creciente de personas y las vías posibles para mejorarla.

Una vida digna requiere de la existencia de institucio­nes de salud capaces de brindar su respaldo.

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