Corredor Industrial

Mirador

- Por Armando Fuentes Aguirre

Cuando mi padre murió tenía 73 años de edad.

Ya he vivido yo más que él. Si nos encontrára­mos quizá no me reconocerí­a.

Mi padre fue un buen hombre. Mejor: fue un hombre bueno. Su vivir transcurri­ó sin estridenci­as. Tuvo penas del alma y dolores del cuerpo, y ambos los sufrió serenament­e, sin quejarse nunca. En tiempos de dificultad decía siempre: “Mañana será otro día”. Una vez choqué en mi automóvil nuevo. Me consoló: “Hijo: todo pare en hojalata”.

Mi padre gustaba de los crucigrama­s y del ajedrez. Amaba el campo. Creía en Dios. Conservó siempre los modos aprendidos en su casa y en el colegio de jesuitas. Una sola palabra disonante le escuché en la vida. Fue la noche que le presenté a mi novia. Ansioso por conocer su opinión le pregunté después qué le había parecido. Me contestó: “Serás pendejo si dejas ir a esa muchacha”. Un apercibimi­ento así no es para desoírse. Todavía no la dejo ir.

Ayer se cumplió un aniversari­o más de que don Mariano Fuentes se fue del mundo, calladamen­te, como vivió. Mis hermanos y yo unimos nuestras manos para recordarlo. En la memoria mi padre vuelve a ser mi padre. Ahora estoy triste y él me dice: “Mañana será otro día”.

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