Sólo quedan los gallos...
La incertidumbre y el miedo se sienten en los alrededores del salón de eventos California, en Purísima del Rincón.
La noche del miércoles todo era llanto y caos, con un par de docenas de heridos y ocho muertos por un ataque a balazos cuando se llevaba a cabo una pelea de gallos; ayer sólo estas aves quedaban adentro, quizá olvidadas.
Bicicletas, automóviles, motonetas, camionetas, toda clase de vehículos pasa afuera del lugar de la masacre mientras las cintas plásticas que delimitaban el área están amontonadas junto a manchas de sangre de las víctimas.
Todos cuantos pasan afuera del salón de la Adolfo López Mateos voltean su mirada a la puerta blanca en que un orificio de bala en el cristal y la huella de una mano ensangrentada son muestra de la masacre ocurrida media hora después de las 9 de la oche.
“Sensacionales torneos de gallos”, se lee en los programas del evento colgados en la puerta; otros quedan en el piso, tirados por el viento.
Pasado el mediodía, adentro del inmueble resuena el canto de los gallos.
“Estábamos adentro, bendito sea Dios... siempre estamos aquí afuera, siempre. Y anoche llegamos de León y nos metimos, y apenas en lo que acabábamos de sentarnos que empiezan las detonaciones... cerramos la puerta y nos fuimos para adentro”, narra una vecina.
Enfrente, un comerciante. “Conmigo no había ni clientes, está un puro muchacho ahí echándose una torta, y ¡pas! que se oye bien fuerte ¿verdad?, no pues yo luego luego corrí y metí a mi mujer y a mis niños”, dice.
Un día después las camionetas de la Policía Militar llegan a ratos para resguardar el lugar.
“Nosotros no hacemos investigaciones, pero para entender la parte operativa tenemos que entender la parte mecánica de lo que pasa para poder prevenir”, dice el comandante de la XII brigada de la Policía Militar, José Luis Chiña Silva.
Los únicos que están fijos son dos elementos de la Policía Municipal, quienes desde la banqueta de enfrente observan a quienes merodean por la zona.
“Tengo 22 años viviendo aquí, nunca me imaginé que iba a ver algo así aquí, años atrás todo era bien tranquilo, tiene apenas poco que empezó toda esta violencia”, dice Julia, otra vecina.
La balacera pasó, pero los vecinos tienen miedo.
“Nos quedamos bien nerviosos todos aquí, a ver si cierran eso mejor (el salón), ni fiestas ni nada. Había pleitecillos cuando eran sólo fiestas, pero nunca nada así”, dice Juan.
Los neumáticos ruedan y los autos pasan frente al salón de eventos California, los peatones ven las manchas de sangre en la calle y tratan de no pisarlas, mientras voltean a ver el lugar de la masacre.