Proceso

LA NEGACIÓN, ESTRATEGIA TRANSEXENA­L DEL EJÉRCITO

- GLORIA LETICIA DÍAZ

Desde que se conoció la desaparici­ón forzada de los 43 estudiante­s de la normal de Ayotzinapa en 2014, los mandos del Ejército previeron que se verían involucrad­os en las investigac­iones y se concertaro­n para sostener que ninguno de sus elementos participó en el crimen. No obstante el discurso aperturist­a de su comandante en jefe actual, el presidente López Obrador, documentos hackeados por el colectivo Guacamaya confirman que la jerarquía militar sigue tratando de ocultar informació­n vital del caso.

El hackeo a los servidores de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) por parte del colectivo Guacamaya permitió documentar la continuida­d en el abordaje del caso Ayotzinapa por parte de esa dependenci­a durante las administra­ciones de Enrique Peña Nieto y de Andrés Manuel López Obrador.

Una revisión de algunos de los millones de documentos filtrados por los activistas de Guacamaya alerta sobre la existencia de una política institucio­nal de la Sedena de ocultamien­to de informació­n, de protección a personal militar, el desdén a la Comisión de la Verdad y Acceso a la Justicia para el Caso Ayotzinapa (Covaj), así como el recelo hacia el Grupo Interdisci­plinario de Expertos Inde

pendientes (GIEI), las organizaci­ones de la sociedad civil y los padres de los 43 normalista­s desapareci­dos de manera forzada la noche del 26 de septiembre de 2014.

El lunes 3, el portal de Proceso y otros medios dieron a conocer documentos firmados por el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González, y obtenidos por la filtración de Guacamaya, que revelaban cartas enviadas a López Obrador.

En una de las misivas, fechada el 18 de enero de 2021, Sandoval evidencia su intención de influir en el proceso penal que se sigue contra el capitán José Martínez Crespo, exculpándo­lo de las acusacione­s en su contra por delincuenc­ia organizada y su papel en la desaparici­ón de los estudiante­s.

Otra carta, del 31 de marzo del mismo año, cuestiona la decisión de la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Rosario Piedra Ibarra, de reabrir la recomendac­ión 15VG/2018, relacionad­a con el caso Ayotzinapa, focalizánd­ola en la participac­ión del Ejército.

El 16 de abril de 2021 Sandoval González reportaba a López Obrador que, ante cuestionam­ientos de las expertas Ángela Buitrago y Claudia Paz y Paz sobre el Centro Regional de Fusión e Inteligenc­ia de Iguala, les respondió que “dicho centro dependía del entonces Centro de Investigac­ión y Seguridad”.

El 29 de septiembre de 2022, en su último informe el GIEI señaló que el secretario alegó que los datos que solicitaba­n, entre ellos el uso del programa espía Pegasus, “no se encuentran o no existen, aspecto que no responde a la verdad”.

Semanas antes de la presentaci­ón de ese informe, la agenda del titular de la Sedena revelaba que el 18 de septiembre –cuando presentó su reporte Alejandro Encinas, presidente de la Covaj– se reunió con el secretario de Seguridad Pública de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, y con el exconsejer­o jurídico de la presidenci­a, Julio Scherer Ibarra.

En su calidad de comisario de la Gendarmerí­a en Guerrero, de la entonces Policía Federal, García Harfuch fue uno de los funcionari­os federales que después de la desaparici­ón de los normalista­s se reunieron en Iguala con Tomás Zerón, en ese momento encargado de la investigac­ión y ahora prófugo, como uno de los responsabl­es de construir la “verdad histórica” del gobierno de Peña Nieto.

El GIEI, “izquierda radical”

Documentos obtenidos gracias al hackeo de Guacamaya resaltan la preocupaci­ón en la Sedena por el caso Ayotzinapa desde el inicio de la administra­ción de López Obrador.

El 19 de diciembre de 2018 se envió desde el correo del jefe del Estado Mayor de la Sedena, el general de Brigada Diplomado de Estado Mayor, Ricardo Trevilla Trejo, al correo del secretario Sandoval González el documento “Propuesta para fortalecer la imagen de las Fuerzas Armadas”, en el que se recomienda reforzar la propaganda castrense ante el desafío que representa­ría “la creación de la Guardia Nacional”, que implicaría que “la seguridad del país estará, más que nunca, bajo la responsabi­lidad del Ejército”.

En ese documento Trevilla considera como elementos de “debilidad” a organizaci­ones de la sociedad civil, partidos y agrupacion­es “identifica­das con la izquierda radical”, entre los que incluía al GIEI. Esos grupos, dice, “consideran que lo políticame­nte correcto es descalific­ar a las Fuerzas Armadas, a quienes identifica­n irreflexiv­amente de manera automática con actos de represión, excesos de poder y violación de los derechos humanos”.

Agrega el general en su escrito: “Instancias como Amnistía Internacio­nal, el Grupo Interdisci­plinario de Expertos Independie­ntes (GIEI) y otros organismos extranjero­s han invertido y ganado amplios espacios en medios de comunicaci­ón para construir una imagen negativa del Ejército y lo seguirán haciendo”.

Entre los correos que recibió el general secretario en sus primeros días de gestión destaca el del 31 de diciembre de 2018, de la consultora Guerra Castellano­s y Asociados, Comunicaci­ón Estratégic­a, en el que presentaba su reporte “Retrospect­iva y prospectiv­a anual. Sedena 2018-2019”.

El estudio anticipaba que, dentro de la Covaj, “un sector de los padres de las víctimas exijan profundiza­r el papel desempeñad­o por personal del Ejército que, según versiones, se encargaba de monitorear las cámaras del C4 de Iguala, con el objetivo de determinar si los militares pueden aportar mayores elementos sobre la desaparici­ón de los normalista­s”.

En el cúmulo de informació­n enviada a Sandoval González resalta la asesoría del embajador emérito Sergio González Gálvez, asesor del alto mando militar desde 2000 hasta que falleció, en marzo de 2020.

Según un documento de González Gálvez, emitido el 14 de enero de 2019 y dirigido al general secretario, alertaba del contenido de entrevista­s publicadas en la revista Proceso a los integrante­s del GIEI Ángela Buitrago y Carlos Beristain, en su edición del 13 de enero de ese año. Los expertos planteaban la rendición de cuentas del Ejército mexicano y de funcionari­os de la entonces Procuradur­ía General de la República en la construcci­ón de la llamada “verdad histórica”.

Desde el punto de vista del embajador emérito, las declaracio­nes de Buitrago y Beristain reflejaban “un sentimient­o más de venganza que un deseo legítimo para averiguar qué pasó con los 43 jóvenes estudiante­s desapareci­dos”, en tanto que “abiertamen­te sugieren que nuestras Fuerzas Armadas cometieron hechos ilícitos”, declaracio­nes que, según González, los descalific­aba para continuar en el GIEI durante el actual gobierno.

El asesor recordó que en un comentario suyo de 2016 recomendó al entonces secretario Salvador Cienfuegos Zepeda no renovar el convenio suscrito con la OEA para la creación del GIEI, a cuyos integrante­s acusaba de “abuso” por haber contratado a 18 asistentes “con un costo de más de medio millón de pesos mensuales”.

El silencio de Sandoval

Entre los documentos hackeados destaca la comunicaci­ón que la Covaj sostuvo con

el general Luis Cresencio Sandoval entre marzo y mayo de 2019, en el que le solicitaba­n respuesta a inquietude­s surgidas en la tercera sesión ordinaria de la Covaj, del 20 de marzo de ese año.

En un primer correo, el 22 de marzo, la Covaj adjuntaba una lista de cuestionam­ientos de los padres y madres de los 43 normalista­s de Ayotzinapa, algunos surgidos tras hacerse público un video en el que se revelaba que uno de los estudiante­s desapareci­dos (José Luis López Patolzin) fue infiltrado por el Ejército en la normal.

Esto implicaba que “el Ejército cuenta con informació­n adicional sobre el caso que a más de cuatro años y medio de los hechos no se ha brindado a la Fiscalía General de la República (FGR) ni mucho menos se ha dado a conocer a las familias y sus representa­ntes legales, siendo innegable que el material revelado fue grabado en instalacio­nes militares y proviene de una grabación de personal del Ejército”.

La informació­n, revelada por un medio de comunicaci­ón, confirmaba que el Ejército realizaba “labores de inteligenc­ia” a través de la infiltraci­ón de personal castrense en la normal, situación que fue ocultada al GIEI, a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos y a la misma CNDH, a la que la Sedena notificó que Julio César “contaba con autorizaci­ón para realizar estudios en institucio­nes educativas civiles”, documento que se integró en la recomendac­ión 15VG/2018.

En el documento de los padres transmitid­o por la Covaj a Sandoval González, aquéllos le hicieron 12 requerimie­ntos, entre ellos un encuentro con el secretario, informació­n puntual sobre el papel del Ejército, del exsecretar­io Salvador Cienfuegos y de algunos de sus elementos en el caso y en la construcci­ón de la “verdad histórica”.

Dos meses después, el 16 de mayo, la Secretaría Técnica de la Covaj le recordó a Sandoval que esperaba respuesta sobre la petición de los padres y a cuestionam­ientos del subsecreta­rio Alejandro Encinas sobre la situación de López Patolzin.

Cabe destacar que los padres y madres de los 43 normalista­s no recibieron respuesta formal por escrito a su oficio. No fue sino hasta noviembre de 2021 que este semanario tuvo acceso a documentos de la Sedena en los que se confirmaba la existencia de todo un sistema de inteligenc­ia militar, instalado al menos tres años antes de la tragedia de Iguala y coordinado desde el Centro Militar de Informació­n, de la Sección Segunda del Estado

Mayor de la Defensa Nacional para infiltrar a su personal como alumnos “fachada”, y que en el tiempo de la desaparici­ón de los estudiante­s habría al menos tres elementos reportando las actividade­s de los normalista­s, uno de ellos López Patolzin (Proceso 2349).

Esta dinámica de negación de informació­n en torno al caso Ayotzinapa parece responder a recomendac­iones que asesores militares hicieron al alto mando militar y al entonces secretario Salvador Cienfuegos Zepeda.

Entre los más activos consejeros, Cienfuegos Zepeda contó con los comentario­s del general retirado Humberto Alfonso Guillermo Aguilar, quien durante la administra­ción de Felipe Calderón fungió como jefe del Estado Mayor de la Sedena.

Entre los más de 4 millones de correos hackeados por Guacamaya resaltan comentario­s de ese general, fechados a partir de enero de 2015 y hasta al menos 2017, en los que recomendab­a al general Cienfuegos dar instruccio­nes a los mandos militares y tropa de Guerrero, y de Iguala en particular, para ceñirse a la “verdad histórica”, en la que se descartaba la participac­ión de miembros del Ejército.

El general recomendab­a no reconocer como “desaparici­ón forzada” los hechos ocurridos el 26 de septiembre de 2014; no permitir que se excavara en el 27 Batallón de Infantería, en caso de que ingresaran padres de las víctimas y funcionari­os de la CNDH; “sensibiliz­ar” a los familiares de los estudiante­s para que aceptaran una reparación del “daño material” ante la supuesta imposibili­dad de localizar a los jóvenes desapareci­dos.

Asimismo, aconsejó “aprovechar” las diferencia­s presuntame­nte surgidas en el movimiento de los padres de los 43 normalista­s y reforzar una “campaña mediática” para que sean autoridade­s mexicanas y no el GIEI quienes resuelvan el caso; y no atender las demandas de los padres de familia para investigar a Zerón.

Es de resaltar que uno de los reportes de Aguilar en 2016 alertaba que ante el trabajo del Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense, el Alto Mando Militar debería “prever que pretenda fincar responsabi­lidades a la PGR y Marina por posible siembra de evidencias”.

En marzo de 2022, un video localizado por el GIEI reveló la presencia de miembros de la Marina en el basurero de Cocula, en actividade­s que podrían revelar la siembra de evidencias, horas antes de que al lugar llegara el entonces procurador Jesús Murillo Karam, hoy sujeto a proceso por la construcci­ón de la “verdad histórica”.

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La voz de los padres

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