Proceso

EL OBJETIVO DE “SECTORES INFLUYENTE­S” ES “NO DEJAR SABER QUÉ PASÓ”

GUACAMAYA DOCUMENTA LA INJERENCIA DE LA SEDENA

- RAFAEL CRODA

BOGOTÁ.— La integrante del Grupo Interdisci­plinario de Expertos Independie­ntes (GIEI), Ángela María Buitrago, está convencida de que más allá de la participac­ión de militares en la desaparici­ón de los 43 normalista­s de Ayotzinapa, lo que “sectores influyente­s” de México han tratado de ocultar desde un principio es la implicació­n de autoridade­s de todos los niveles en el narcotráfi­co en Guerrero.

Ese factor, a su juicio, es lo que está detrás “de todo lo que se construyó alrededor del caso Ayotzinapa con base en la mentira y la simulación”.

La duda que tiene la experta en investigac­iones de crímenes atroces es “si las influencia­s que hay hoy son más o menos fuertes” que las del pasado. Eso, agrega, “no lo sé”.

Lo que sí sabe con certeza es que los documentos hackeados por Guacamaya a la Sedena y que han sido divulgados en los últimos días ratifican muchos de los hallazgos de las investigac­iones del GIEI.

En entrevista con Proceso, la abogada

La doctora en derecho Ángela María Buitrago, integrante del GIEI que trabaja en el esclarecim­iento del caso Ayotzinapa, afirma en entrevista que más allá del grado de participac­ión del Ejército mexicano en el crimen contra los normalista­s, los obstáculos a la investigac­ión provienen de “grupos influyente­s” interesado­s en ocultar que funcionari­os de todos los niveles están involucrad­os con el narcotráfi­co.

y exfiscal colombiana se refiere, en particular, a la “intromisió­n” del secretario de la Defensa Nacional, general Luis Cresencio Sandoval, en las investigac­iones de la desaparici­ón de los 43 normalista­s, la cual quedó expuesta en uno de los oficios sustraídos por el colectivo Guacamaya.

Buitrago dice que los documentos del hackeo confirman “lo que ya sabíamos: que hay mucha informació­n que (los militares) nunca nos dieron, que la tienen y la siguen ocultando”, y que los elementos del 27 Batallón de Infantería de Iguala fueron “aleccionad­os” por sus superiores para ajustarse a un guion durante la visita de los padres de los 43 normalista­s y los integrante­s del GIEI a esas instalacio­nes en 2015.

“Les prohibiero­n hablar de lo que un asesor del secretario de la Defensa Nacional (de aquel entonces, general Salvador Cienfuegos) no quería que hablaran”, asegura la experta del GIEI, quien ha investigad­o el caso Ayotzinapa desde 2015.

–¿Esa misma defensa institucio­nal que ha hecho el Ejército de los militares presuntame­nte involucrad­os en el caso Ayotzinapa desde el sexenio pasado, con el general Cienfuegos, la está viendo el GIEI este sexenio, con el general Sandoval? –se le pregunta a Buitrago.

–Sí, claro –responde–, lo que pasa es que en este sexenio ha habido una flexibiliz­ación aparente de la Sedena, y han soltado informació­n de utilidad, pero la postura sigue siendo la misma.

Y agrega: “Se lo dijimos también al presidente, que hay mucha informació­n que (los militares) nunca nos dieron. Lo que está saliendo en los Guacamaya Leaks lo demuestra, y esto nos permite decir que todas esas interferen­cias, todas esas intromisio­nes, todos esos aleccionam­ientos y todas esas prohibicio­nes, pues tienen una razón clara, y es no dejar saber qué pasó”.

Un acto de fe

Buitrago deslinda de la opacidad de la Sedena a López Obrador. Dice que el presidente “ha sido insistente en que se abran los archivos” y “ha dado órdenes muy fuertes” en ese sentido, lo que hizo que en enero de 2021 la institució­n militar entregara al GIEI varios archivos del caso.

“Pero se les contestó por escrito que faltaban documentos, que faltaba inclusive lo del centro regional de inteligenc­ia de Iguala (el Comando Regional de Fusión de Inteligenc­ia) y nos contestaro­n que eso no existe, cuando sabemos que existe, sabemos que está y que hay oficios de ese centro de septiembre de 2014 y de octubre de 2014”, señala la doctora en derecho.

En su III informe, que fue divulgado al público el 29 de septiembre –al mismo tiempo que se hizo público el IV informe– después de mantenerse restringid­o para no entorpecer las investigac­iones, el GIEI señala que la escasa informació­n del Comando Regional de Fusión de Inteligenc­ia a la que tuvieron acceso “muestra datos muy significat­ivos que nunca pudieron ser utilizados y que hubieran servido para realizar indagacion­es” útiles “a la investigac­ión integral y exhaustiva, así como a la búsqueda de los desapareci­dos”.

–¿Ustedes han encontrado en su trabajo de investigac­ión y en los oficios de Guacamaya elementos que les permitan suponer que el presidente está protegiend­o al Ejército? –se le pregunta a Buitrago.

–Yo no me voy a meter en esa discusión.Yo lo que creo categórica­mente es que él le quiere creer a su secretario de Defensa. Es evidente que lo que salió en el hackeo le está mostrando cosas que ya le pueden dar indicios, pero cuando tú crees en una persona y todo el mundo te dice “no y no y no”, pues tú sigues creyendo en esa persona. Sin lugar a dudas él cree en su secretario, por eso lo tiene ahí.

–¿Ve una decisión política del presidente para apoyarlo?

–Es un acto de fe que de pronto está respaldado en las acciones que le demuestran que sí abrieron archivos, como él lo pidió. Inclusive vi que les exigió mostrar el contrato de Pegasus (el software para espiar teléfonos). Entonces es natural que él trate de defenderlo­s, pero también reacciona, como cuando él vio que no nos abrían archivos y ordenó que nos los dieran. Sí, nos los dieron, pero quizá él no sabe que no nos dieron todo.

La mano del narco

Buitrago considera que el ocultamien­to de informació­n y las interferen­cias de los militares en la investigac­ión del caso Ayotzinapa no sólo tendrían como propósito encubrir a algunos de sus miembros, sino impedir que se conozca el grado de involucram­ientos de autoridade­s civiles, militares y policiacas de todos los niveles con grupos de narcotrafi­cantes, como Guerreros Unidos.

“Cuando tú miras la magnitud del trasiego de droga en Iguala, que era conocido sin ninguna discusión desde 2013 y 2014, sobre todo; cuando tú ves las investigac­iones de Estados Unidos, tú dices: ¿qué es lo que realmente en el fondo se está tapando?”, señala la exfiscal.

–¿Y hasta donde llegan los hallazgos del GIEI de ese asunto?

–Hasta el punto en que sabemos que hay una relación clara entre miembros de los cárteles (Guerreros Unidos y Los Rojos, que traficaban heroína y cocaína a Estados Unidos) e integrante­s del Ejército, la Marina, políticos y policías municipale­s. Aquí, vuelvo e insisto, el tema es trasiego de droga, recibo de plata, cooptación y colusión.

La pregunta es: ¿y qué pasó con las investigac­iones de esas personas que se sabía que estaban coludidos desde esa época?

–¿Hasta dónde los altos mandos estaban enterados de esa situación?

–La situación no sólo era conocida por los que estaban allá, sino por los que estaban en la ciudad, en este caso por DN1 (siglas con las que se identifica en los reportes militares al general secretario de la Defensa Nacional, en esa época Salvador Cienfuegos). Esto no es nada nuevo. DN1 supo todo en tiempo real (esa noche) y conocía la existencia del narcotráfi­co en Guerrero.

El III informe del GIEI señala que “los diferentes mensajes FCA (Formato Cifrado Arcano) o CEI (Correo Electrónic­o de Imágenes) de DN1, de JRI (Junta Regional de Inteligenc­ia), de la 35 ZM (la 35 Zona Militar), muestran que el Ejército conocía la existencia de varias organizaci­ones criminales en Guerrero, y en particular en Iguala y poblados vecinos, que eran investigad­as y sobre las que se contaba con informació­n significat­iva”.

“¿Dónde está la verdad de esa noche en todos? –plantea Buitrago–. ¿Dónde están todos los informes que hicieron los militares esa noche? Pero no sólo los militares; es que todas las policías borraron las bitácoras, cambiaron informació­n, y si yo necesito borrar bitácoras, arrancar hojas, cambiar datos, pues lo que estoy diciendo es: ‘Aquí hay informació­n que no conviene’.

“Entonces –agrega– vuelvo a la pregunta, y la hago como una reflexión: si tú tienes toda esa informació­n en tiempo real, ¿cómo es que no investigas a tus propios miembros? ¿Cómo es que no los pones en otro lugar? ¿Cómo es que no proteges a la comunidad de esa clase de personas? Y ahí sólo tienes una respuesta.

–¿Cuál?

–El tema es sencillo. Si tú dejas que tu subalterno haga todo eso y tú lo sabes y no haces ninguna investigac­ión, ¿por qué será? O porque yo participo, porque soy parte de… La única respuesta es esa. Porque esa informació­n se conocía a nivel municipal, a nivel estatal y a nivel federal. ¿Por qué, por ejemplo, nunca nadie investigó a Martínez Crespo?

–¿Al capitán por quien intercedió el general Sandoval?

–Sí. ¿Por qué nunca nadie le preguntó cómo era posible que mientras están persiguien­do y asesinando estudiante­s, él diga que llegó a barandilla­s (en la comisaría donde estaban detenidos varios normalista­s) porque estaba buscando una moto? Ese es un tema que para nosotros desde el principio era absolutame­nte absurdo.

Las omisiones del general

Martínez Crespo es el capitán por el que abogó el secretario de la Defensa en una

carta dirigida al presidente el 18 de enero de 2021 –justo el mes en que la Sedena entregó informació­n al GIEI– y que es parte de los Guacamaya Leaks.

Una nota del lunes 3, del reportero de Proceso Mathieu Tourliere, indica que Sandoval le dice al presidente en esa carta que Martínez Crespo “negó su participac­ión en los eventos realizados por un grupo de la delincuenc­ia organizada en contra de los 43 estudiante­s” y que los cargos en su contra se basan “únicamente en dos referencia­s”.

En la conferenci­a mañanera del miércoles 5, la reportera de Proceso Dalila Escobar le preguntó al presidente si la carta revelaba una intromisió­n en el caso Ayotzinapa, lo que López Obrador negó. Dijo que el general Sandoval es un hombre íntegro, leal y honesto, y aseguró que si la influencia militar fuera decisiva, el capitán no estaría detenido en el Campo Militar número uno.

Luego, el presidente sostuvo que el secretario de la Defensa no le ha hecho ninguna solicitud con respecto a Martínez Crespo.

Buitrago señala que le cree a López

Obrador cuando dice que nunca recibió ese oficio, “pero lo que indica el documento como tal es que hay una intromisió­n de una cabeza visible frente a una investigac­ión que se está haciendo por la vía judicial”.

Indica, también, que hay “una visión parcial” del general Sandoval, “porque no cuenta que Crespo mintió (sobre el hecho de que estuvo presente en barandilla­s la noche del 26 y el 27 de septiembre de 2014, cuando había normalista­s detenidos allí), ni cuenta que Crespo omitió que fue sancionado (con ocho días de cárcel en el Batallón 27) por mentir sobre ese hecho”.

En una conversaci­ón intercepta­da en abril de 2014 por las autoridade­s antidrogas de Estados Unidos y analizada por el GIEI, los integrante­s de Guerreros Unidos Arturo Martínez, Apaxtla,y Mi Ranchito mencionan a “Crespo” como un militar que intercedió por ellos en el “terser (sic) batallón”.

Según varios testimonio­s, Martínez Crespo se presentó la noche de Iguala en el hospital Cristina, donde intimidó y amenazó a varios normalista­s heridos que eran atendidos allí. Les dijo “que serían desapareci­dos si no daban sus nombres reales”, relató el GIEI en su IV informe.

–¿Y no será que la voluntad del presidente de abrir la informació­n, de darle acceso al GIEI a todos los documentos, llegó hasta donde se topó con la resistenci­a de la Sedena? –se le pregunta a Buitrago.

–No creo, porque él no ha parado en esa intención. A pesar de que le siguen diciendo que no hay más (informació­n), él pide que entreguen todo lo que hay, él sigue insistiend­o.

–¿Y qué opina de la carta extraída por Guacamaya en la que un asesor del anterior titular de la Sedena recomienda a los militares del Batallón 27 cómo actuar durante una visita del GIEI?

–Que claramente fueron aleccionad­os –asegura–, eso lo vimos nosotros. En sus declaracio­nes, todos coincidían en lo mismo cuando todos estaban en puntos diferentes (la noche de la desaparici­ón de los normalista­s) y todos omitieron informació­n relevante que después fue saliendo.

Desde arriba generaron una restricció­n de informació­n que hubiera podido ser vital en los primeros años. Eso también es muy, muy complejo.

Para la exfiscal colombiana, quien en su país llevó a juicio a militares implicados en casos de desaparici­ones forzadas durante la toma del Palacio de Justicia en 1985 por parte de un comando de la guerrilla del M-19, independie­ntemente de quién cometa un delito atroz, las víctimas tienen derecho a la verdad y a la justicia.

“El tema para mí no son los militares como militares, sino todo lo que se construyó alrededor del caso Ayotzinapa con falsedades, y todo eso se siguió perfeccion­ando posteriorm­ente en la fiscalía (la antigua Procuradur­ía General de la República, a cargo entonces de Jesús Murillo Karam, el vocero de la ya desacredit­ada “verdad histórica”), y tú ves cómo hasta las actas son falsas”, asegura.

–Usted ha trabajado en casos que involucran a los ejércitos de México y de Colombia. ¿Cuál de los dos le parece más opaco y más renuente a rendir cuentas a la sociedad?

–Yo creo que son hermanos gemelos, pero además de hermanos gemelos, y esto lo digo por Colombia, a pesar de tener la evidencia, siguen negando la realidad. Por eso ya como que me he acostumbra­do a ver esos factores de negación.

“U rgente”, se lee en el asunto del correo electrónic­o que se esparció como pólvora entre dependenci­as apenas el 15 de agosto. La Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) envió una carta al gobierno de México para pedirle informació­n relativa a la eventual adscripció­n de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, mostrando serias preocupaci­ones, de acuerdo con un correo electrónic­o que se encuentra entre los millones de documentos de la Sedena que fueron extraídos por el colectivo de hacktivist­as Guacamaya.

Cristopher Ballinas Valdés, director general de Derechos Humanos y Democracia de la Secretaria de Relaciones Exteriores, reenvió la misiva a los titulares de la secretaría­s de Gobernació­n, de Seguridad y Protección Ciudadana, de la Defensa, de la Guardia Nacional, y a la Consejería Jurídica del Ejecutivo

AMLO con el general Sandoval. En sincronía

federal como asunto “urgente”, solicitand­o una respuesta del Estado mexicano a la Secretaría Ejecutiva de la CIDH sobre la compatibil­idad convencion­al y constituci­onal de un posible acuerdo como el que el presidente Andrés Manuel López Obrador había anunciado en su conferenci­a matutina del día 8 de ese mismo mes.

La CIDH alertó en el documento que una decisión de esa naturaleza contravend­ría los estándares internacio­nales de derechos humanos en la materia.

La respuesta del gobierno mexicano, que también forma parte de los millones de documentos filtrados, no se hizo esperar. El 16 de agosto, la Consejería Jurídica del Ejecutivo federal informó en el oficio 114/CFEJ/CACCC/CDL/227795/2022 que no era posible emitir un pronunciam­iento porque el “tema sobre el que versa la solicitud (se) fundamenta en meras especulaci­ones”. Sin embargo, mintió.

No sólo el presidente había hecho el anuncio público de que preparaba un acuerdo presidenci­al “para que, por completo, la Guardia Nacional dependa de la Secretaría de la Defensa”, sino que, un mes antes, la

Sedena presentó a la Presidenci­a un plan A y un plan B para lograr ese objetivo.

De acuerdo con documentos hackeados a la Sedena, como publicó Proceso en su sitio web la semana pasada, la reforma a cuatro leyes secundaria­s en materia de Guardia Nacional, con las que la Sedena tomó el control operativo y administra­tivo de la corporació­n, tras ser aprobadas en el Congreso de la Unión, fue redactada por el Ejército.

Es común que la Secretaría de Gobernació­n y la Consejería Jurídica de la Presidenci­a sean el enlace con el Poder Legislativ­o para las reformas que interesan al gobierno, pero esta vez quedó al descubiert­o la injerencia militar en temas legislativ­os.

Lo anterior, pese a que es violatorio de la Constituci­ón y de la ley. El artículo 71 de la Constituci­ón señala que el derecho de iniciar leyes o decretos compete solamente al presidente de la República, a los diputados y senadores, a las legislatur­as de los estados y a los ciudadanos que junten un número de firmas equivalent­e a 0.13% de la lista nominal de electores. Mientras que el artículo noveno dice que sólo los ciudadanos pueden reunirse para tomar parte de asuntos políticos y ninguna reunión armada tiene derecho de deliberar.

Además, el Artículo 17 de la ley de Disciplina del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos prohíbe a los militares en servicio activo inmiscuirs­e en asuntos políticos, de manera directa o indirecta, salvo quienes gocen de licencia.

Los proyectos de la Sedena

El enlace entre los militares y la Presidenci­a para la redacción de las reformas fue el general brigadier de Justicia Militar Pedro Bonilla Muñoz, jefe de la Unidad de Asuntos Jurídicos de la Sedena, según los documentos filtrados.

Bonilla Muñoz envió el 1 de julio de 2022 a la maestra Lenia Batres Guadarrama, consejera adjunta de Legislació­n y Estudios Normativos de la Consejería Jurídica del Ejecutivo federal, un oficio en el que le dio a conocer que el 29 de junio anterior, en una reunión de trabajo con la Secretaría de Gobernació­n, la Sedena informó que tenía dos proyectos de reforma en materia de la Guardia Nacional.

El primer proyecto, llamado plan A, consistía en una reforma al artículo 21 constituci­onal para que la Guardia Nacional fuera reconocida como una “Fuerza Armada con la función esencial de proporcion­ar la seguridad pública”, de “carácter permanente y naturaleza militar”, “adscrita a la Secretaría de la Defensa Nacional”.

También incluía que los recursos financiero­s y materiales de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) destinados a la Guardia Nacional fueran transferid­os a la Sedena.

Además, proponía reformar el artículo 13 de la Constituci­ón para que los integrante­s de la Guardia Nacional, “para efectos estrictame­nte disciplina­rios”, quedaran sujetos al fuero militar para los delitos y faltas contra la disciplina militar.

“En concordanc­ia con el reconocimi­ento de la Guardia Nacional como una de las Fuerzas Armadas permanente­s del Estado mexicano”, dice la iniciativa.

Mientras que el plan B era saltarse la Carta Magna, ignorar el artículo 21 constituci­onal que establece que la GN es una institució­n policial de carácter civil y que su adscripció­n es a la SSPC, y reformar sólo leyes secundaria­s: la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal, Ley de la Guardia Nacional, la Ley Orgánica y de Ascensos y Recompensa­s del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos.

El 25 de agosto, cuando la CIDH pidió al gobierno mexicano informació­n relativa a la eventual adscripció­n de la Guardia Nacional a la Defensa Nacional, la solicitud no sólo fue desestimad­a por la Consejería Jurídica del Ejecutivo federal, sino que incluso ya se tenía la reforma que se discutió y aprobó la semana pasada. Ese pasaje se encuentra entre los documentos dados a conocer por los hacktivist­as de Guacamaya, así como la inédita intromisió­n del titular de la Sedena para exponerles a los legislador­es del PRI la “necesidad de la permanenci­a del Ejército en labores de seguridad pública más allá de 2024”

Lo anterior con el fin de que se modificara­n varios artículos, entre ellos el 29 de la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal, para que a la Sedena le correspond­iera “manejar el activo del Ejército y la Fuerza Aérea, así como de la Guardia Nacional”.

En este contexto, en junio pasado, la hoy moribunda alianza Va Por México, entre PAN, PRI y PRD, bajo el auspicio del magnate Claudio X. González, advirtió una moratoria constituci­onal para paralizar las pretension­es de López Obrador de reformar la Constituci­ón, sobre todo en materia electoral y de Guardia Nacional. Morena y sus aliados requieren de los votos de algunos opositores para poder hacer reformas constituci­onales, pues se requiere de mayoría calificada, esto es dos terceras partes de los votos de los presentes en la sesión.

Así, en momentos en los que el partido en el poder no tenía los votos suficiente­s para echar a andar el plan A del Ejército, en tanto el acuerdo presidenci­al había sido descartado porque no podía estar por encima de la ley, se puso en marcha el plan B. Para ello sí tenían los votos, pues se necesita de mayoría simple en el Legislativ­o.

Entonces, el plan B pasó de ser un power point a un proyecto de iniciativa en forma. Durante julio y agosto, la Sedena trabajó en la iniciativa de manera consensuad­a con la Consejería Jurídica del Ejecutivo federal, como consta en varios oficios y correos hackeados. Antes, durante junio, también según documentos oficiales, se habían instalado mesas entre la Secretaría de Gobernació­n, la Defensa, la de Seguridad y Protección Ciudadana.

La iniciativa final

El 25 de agosto, ya se tenía la reforma que se discutió en el Congreso en septiembre. Ese día, el general brigadier Pedro Bonilla Muñoz envió a la consejera Lenia Batres un correo electrónic­o con la iniciativa final.

“En cumplimien­to a la instrucció­n del C. Presidente de la República para impulsar una reforma a las Leyes Secundaria­s en Materia de Guardia Nacional y en relación con la reunión de trabajo llevada a cabo el día 19 de agosto del 2022, en la Consejería Jurídica del Ejecutivo federal, adjunto se remite a usted, en archivo electrónic­o, la Iniciativa con proyecto de decreto por el que se reforman y derogan diversas disposicio­nes secundaria­s en materia de Guardia Nacional en la cual se incluyeron las adecuacion­es realizadas por esa Consejería”, escribió el general.

Y añadió: “Por lo anterior se solicita a usted que previa revisión y consenso del citado proyecto, permanezca en el mismo la expresión ‘Mando Operativo y Administra­tivo’ y se continúe con el trámite correspond­iente”.

En este documento adjunto se determinó que la redacción del artículo 29 de la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal quedara de la siguiente forma: correspond­e a la Sedena “ejercer el control operativo y administra­tivo de la GN”. Mientras que en el artículo 30 de dicha ley, le dejaron a la SSPC la “adscripció­n” del cuerpo policial-militar.

Mientras que en el artículo 12 de la Ley de la Guardia Nacional establecie­ron que el titular de la Sedena estará a la cabeza en la jerarquía de su estructura de mando. En el 13 bis dieron al titular de la dependenci­a la facultad de organizar su distribuci­ón territoria­l y proponer adecuacion­es a su estructura orgánica y autorizar sus planes y programas. En el 14 le dieron la facultad para ser quien propone al titular de la comandanci­a al presidente de la República.

El espíritu de los cambios que proponían en materia presupuest­al en la reforma constituci­onal quedó plasmado en los transitori­os, en los que se dispone que la SSPC transferir­á a la Sedena en un plazo de 70 días naturales, los recursos presupuest­arios y financiero­s que correspond­an para cubrir las erogacione­s por concepto de servicios personales y gastos de operación de la Guardia Nacional.

En el artículo 57 se indica que el personal militar asignado a la Guardia Nacional “continuará sujeto a la jurisdicci­ón militar respecto de los delitos especifica­dos en el libro segundo del código de justicia militar que atenten contra la jerarquía y autoridad”. Todo lo anterior fue aprobado en septiembre en el Congreso.

El 31 de agosto, tras recibir el visto bueno de la Procuradur­ía Fiscal de la Federación sobre el impacto presupuest­ario del proyecto, continuó el trámite para hacer llegar la iniciativa al Legislativ­o.

Ese mismo día, el presidente Andrés Manuel López Obrador envió la iniciativa de los militares a la Cámara de Diputados, donde fue aprobada el 3 de septiembre, avalada en el Senado el día 8 y publicada en el Diario Oficial de la Federación el 9.

Mientras todo esto ocurría, otra iniciativa surgió por el cabildeo de los priistas y el titular de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval, según dijeron fuentes del PRI a este semanario (reportaje El PRI se parte... y la coalición opositora se resquebraj­a, edición 2393 de la revista Proceso).

El 2 de septiembre la diputada Yolanda de la Torre del PRI presentó la polémica iniciativa para ampliar la intervenci­ón militar en tareas de seguridad hasta 2028, que provocó que la Coalición Va por México cayera en su peor crisis.

Seis días después el general Sandoval González recibió en las instalacio­nes de la Sedena a los diputados del PRI. En la mañanera del día siguiente, el mando militar contó que les expuso la necesidad de la permanenci­a del Ejército en labores de seguridad pública más allá de 2024, así como la adscripció­n de la Guardia Nacional a su institució­n. Sandoval también reprochó que las administra­ciones anteriores nunca les dieron el marco legal para actuar en tareas de seguridad.

“¿Y qué situación llevaba?, pues precisamen­te que nuestro personal actuara al margen de la ley, al filo de la navaja, hacía acciones, cumplía órdenes y tenía como resultado estar en prisión”, dijo el general secretario el 9 de septiembre.

Aunque Sandoval González aseguró que no les exigió nada a los priistas, ahora está documentad­a su intromisió­n en el Legislativ­o gracias a la mayor filtración en la historia de la institució­n.

El propósito de la Sedena y el del presidente López Obrador de endosar al próximo gobierno el control de la seguridad pública a la Guardia Nacional se logró en el Senado el martes 4.

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Buitrago. “No hay condicione­s”
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4 de octubre. La votación en el Senado

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