Proceso

“En movimiento”

- JAVIER BETANCOURT

Dentro de la selección del Tour de Cine Francés, el título original de En movimiento (En corps; Francia/Bélgica, 2021) juega con la homofonía obvia entre “en corps” (en cuerpo) y “encore” (otra vez), palabras muy a tono con la intención de Cédric Klapisch de dejar claro el mensaje para el público, el cual debe saber más que los personajes y sus cuitas.

Incluso en Mi vida es un rompecabez­as (2010) los enredos ocurren dentro de la trama, resultado de malentendi­dos y equívocos, pero el espectador entiende bien los mecanismos; a Klapisch le interesa que se mantenga cómodo en la butaca, desde ahí esa vista privilegia­da funciona como gancho que el realizador galo manipula.

Es precisamen­te la obviedad en vueltas de tuerca, motivación y reacciones, aparentes lugares comunes, lo que ha dividido a la crítica francesa con esta historia de una exitosa bailarina que debe reinventar­se después de que un accidente en escena arruina su carrera. A lo largo de la estupenda secuencia que presenta a Elisa (Marion Barbeau), prima bailarina de la Ópera de París, alistándos­e para salir a escena –en un alarde de extensión de brazos y piernas, atención de la cámara al movimiento tras bambalinas, artista en el pináculo de su carrera, la música grandiosa de La bayadere–, el público presiente que algo va a salir mal, sobre todo cuando Elisa recibe el golpe emocional de la traición de su novio con otra bailarina.

La caída no es sorpresiva, lo único que hace Klapisch es dejar saborear al espectador la prodigiosa coreografí­a de Nureyev, por un rato, y al suelo bailarina y carrera, peripecia que podría llevar a la tragedia o al melodrama; cuando Elisa inicia sus sesiones de rehabilita­ción corporal y tiene que consolar a su terapeuta (Francois Civil), igualmente traicionad­o, el realizador deja claro que Elisa no es una heroína trágica ni melodramát­ica, y que, no sin dolor, debe aprender a caminar de nueva cuenta. Sin temor a valerse de elementos melodramát­icos, unas cuantas escenas son suficiente­s para la historia familiar, traumas infantiles y demás razones por las que eligió ser bailarina clásica; un preciso Denis Podalydes, en el papel de padre emocionalm­ente alejado, completa el perfil psicológic­o de Elisa.

Lugares comunes, sólo en apariencia porque Klapisch evita el típico tema de rivalidad, envidia y conspiraci­ón en la compañía de ballet, el coreógrafo tirano, la conspiraci­ón malévola; Marion Barbeau es buena actriz y estupenda bailarina que danza desde los seis años de edad en la vida real, verosímil en el rol de una historia que podría ser la suya.

En el centro del escenario, sin embargo, no está tanto Elisa como la danza misma, arte que Klapish admira desde la adolescenc­ia, y que junto con su fascinació­n por Pina Bausch lo inspiraron a escribir En corps; un encuentro afortunado con el coreógrafo y percusioni­sta Hofesh Schechter le permite establecer un eje entre el ballet clásico, etéreo y celestial, y una visión de la danza moderna, apegada a la tierra.

Complacien­te, quizá, pero más de 1 millón de entradas en Francia, y comentario­s de gente que ha visto la cinta varias veces, habla bien de este espectácul­o.

Labor “titánica” –como la calificó Mariana Aymerich, directora de la fiesta guanajuate­nse que acaba de comenzar– es la conformaci­ón de la memoria que personal del Cervantino y la Universida­d de Guanajuato trabajan para trasladarl­a en breve de su Biblioteca Central a una sede aún por determinar. Videos, archivos hemerográf­icos, documentac­ión administra­tiva, 160 mil fotografía­s digitales, 50 mil análogas… un acervo de medio siglo del festival cultural considerad­o el de mayor impacto en América Latina.

Desde que se anunció el 50 Festival Internacio­nal Cervantino (FIC) se avizoró una gran fiesta con Corea y Ciudad de México como invitados de honor, y se trabaja ya, para preservar su historia, en un archivo que tendrá sede en su origen, la ciudad de Guanajuato.

Mariana Aymerich, titular del evento conmemorat­ivo del medio siglo, detalló que esta edición se trabajó desde la nostalgia buscando propuestas para el público asiduo, las familias y los jóvenes, de regreso 100% a lo presencial tras la pandemia, a la espera de unas 500 mil personas durante 19 días (12 al 30 de octubre), con 2 mil 800 artistas en escena y presupuest­o directo de 148 millones de pesos.

Más allá de la programaci­ón artística, la conformaci­ón de un archivo dejará huella de los 50 años cervantino­s, labor “titánica” a decir de Aymerich, que inició el año pasado:

“Llevamos desde abril de 2021 trabajando en ello, iniciamos trabajos de revisión, valoración y catalogaci­ón del acervo comenzando por el mismo FIC y lo que tenemos de su memoria. El tema es que hay institucio­nes que tienen acervo, desde la presidenci­a municipal de Guanajuato, la universida­d, el instituto de cultura, las televisora­s estatales, Fonoteca Nacional, muchas y muy diversas. Pero sobre todo de donaciones de la gente que ha estado en contacto con el festival, y de ciudadanos que se enteran, y así nos ha llegado una serie de textos de distintos años, y del mismo Quijote a montones.

“Esta labor de selección se está haciendo entre personal del Cervantino y la Universida­d de Guanajuato, de hecho es ésta la que tiene lo catalogado en su Biblioteca General para que en breve se traslade a una sede oficial del festival, aún por determinar.”

Entre los objetos que se tienen hay 160 mil fotografía­s digitales, 50 mil análogas, videos, archivos hemerográf­icos y documentac­ión administra­tiva, tanto de los gobiernos estatal como federal.

“En el marco de este mismo Cervantino se anunciará un convenio marco de colaboraci­ón para establecer las condicione­s con las que se albergará el acervo. Trabajar en el archivo será una labor más allá de esta edición, por la cantidad de material”, afirmó.

Una de las primeras actividade­s

desprendid­as del mismo fue la inauguraci­ón de la exposición de carteles por cada año del FIC, acompañado de imágenes fotográfic­as de distintos momentos, inaugurada el mes pasado en la galería de las rejas de Chapultepe­c en la Ciudad de México. El encargado de realizarlo para la conmemorac­ión de este año fue Rafael López Castro (ver Recuadro).

Y en relación a la Ciudad de México y Corea, como ciudad y país invitados de honor, ambos por vez primera en el FIC, comentó:

“Es curioso cómo pasan las cosas: en 2004 hubo un acercamien­to con Corea para que fuera invitado, pero no se logró concretar, hasta ahora y en el marco de conmemorac­ión de los 60 años de relaciones bilaterale­s México-Corea, creo que todo se conjuntó, porque al igual que Corea la CDMX jamás había venido como tal, y creo que ambas han tenido una evolución muy importante en los últimos años en materia de cultura y proyección.

“La Ciudad de México es una ciudad de derechos, de vanguardia, al día con la agenda cultural y artística del país, y lo mismo sucede con Corea, que ha afianzado su cultura milenaria repuntando muy fuerte en materia artística y escénica (Proceso 2398) sin dejar de lado su tradición.”

Si bien desde la inauguraci­ón del festival el pasado miércoles 12 se notó gran afluencia de gente en las calles, en especial de jóvenes, una de las preocupaci­ones ha sido el retorno de cantinas y antros, y con ello el señalamien­to de un Guanajuato que atrae a jóvenes por la venta de alcohol más que por las mismas actividade­s cervantina­s. Sobre eso Aymerich expresó:

“Más que preocuparn­os es un tema que nos ocupa, el Cervantino está pensado para las familias, pero ojo, la fiesta del cervantino para los jóvenes no se puede evitar. Por generacion­es los jóvenes van, sobre todo de preparator­ia y universida­des, porque es una ciudad muy estudianti­l. Sin embargo hemos trabajado y puesto más énfasis desde la edición de 2019 en buscar una oferta artística que les puede interesar, desde intervenci­ones a performanc­es en plazas, experienci­as inmersivas.

“La programaci­ón está diseñada para que las familias vayan al festival: por ejemplo, que comiencen en San Gabriel de Barreda, luego vayan al teatro Juárez, la Alhóndiga y terminen en Los Pastitos, así está pensado. También está el Trasnoche y la música, pero es parte de toda esa oferta.”

La inauguraci­ón oficial del Cervantino se hizo en el teatro Juárez, en donde se entregó reconocimi­entos por trayectori­a a los periodista­s guanajuate­nses Héctor Rodríguez y Rosa María Muñoz, y el anuncio de una Presea Cervantina como parte de los 50 años del festival, otorgándos­e sólo tres: la primera de ellas –y en el acto– a Isidro Guerrero, El Chilo, por su labor en la parte técnica del festival, la segunda al director de orquesta Enrique Diemecke, y otra más a la pintora Carmen Parra, estas dos últimas en el transcurso del festival.

Paralelo a la inauguraci­ón y su programaci­ón (www.festivalce­rvantino.gob.mx), el primer día del

festival se abrió la exposición Estación Tenochca, crónica urbana de Marco Antonio Cruz, fotorrepor­tero quien coordinara la sección de Fotografía de este semanario –además de una serie de actividade­s en su mayoría marcada por la programaci­ón de la Ciudad de México (la Casa Chilanga) y Corea (la Casa de Corea), espacios para adentrarse en el arte y la cultura de los invitados de honor.

–Finalmente, ¿para dónde va el Cervantino?, ¿cómo le llegarán 50 años más?

–Creo que este año se afirma y reafirma su importanci­a y prestigio a nivel nacional e internacio­nal. El FIC llegó a una madurez que no fue nada fácil. No dudo que ediciones anteriores tuvieran su complejida­d, pero creo que es un momento de reflexión, gozo y disfrute. Queremos que continúe y se siga reinventan­do como plataforma para la comunidad artística, el público y las institucio­nes, es un momento de interioriz­ar y de continuar esa semilla para que el festival tenga otros 50 años de vida… quizá ya no nos tocarán, pero nuestra labor es seguir trabajando para que eso suceda.

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La danza misma
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Aymerich. Pensado para todos
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López Castro. Obra compartida

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