Proceso

Compra departamen­to, descubre riesgos en el inmueble y el vendedor desaparece

- Andrea Weitzner

Señor director:

Yucatán se vende a pedazos. Predadores disfrazado­s de expertos inmobiliar­ios, tras la máxima ganancia a expensas del comprador, plagan la ciudad de Mérida y sus alrededore­s.

Si vas a invertir en bienes raíces, ten presente este nombre: licenciado Juan Francisco Betancourt Ulloa, al frente de Almendaro Inmobiliar­ia, pues les da a las palabras fraude y negligenci­a todo un nuevo significad­o.

Y mucho cuidado, pues dan de baja razones sociales por demandas y crean nuevas, por lo que no tengo la certeza de que la inmobiliar­ia se siga llamando de la misma manera, pero él sí.

Tras dejar el cargo de director general del Colegio Montreal, del cual su familia es dueña, Juan Betancourt Ulloa construyó un conjunto de townhouses en Dzitya, Mérida. Mediante Mexstage bienes raíces, se me presentó la opción de compra de una de esas casas. El producto que me vendieron: townhouse de lujo con roof garden con piscina.

Los permisos demoraron en extremo, pues como no contemplar­on el roof garden desde un inicio, el ayuntamien­to no emitía la licencia. Comencé a temer que la demora fuera por no haber sido aprobada la modificaci­ón estructura­l del tercer piso; le expresé mi temor a Betancourt Ulloa y él me afirmaba que todos los cálculos estaban bien y que en algún momento me haría entrega de los planos estructura­les, eléctricos e hidráulico­s. Cosa que nunca ocurrió, pese a llevar más de un año pidiéndolo­s ya con carácter de urgencia, pues las entradas de agua, la viga de soporte vencida y las grietas en el techo, justo debajo de las vigas que sostienen esa alberca, indican que esos cálculos estructura­les pueden haber sido incorrecto­s o que los correctos refuerzos no hayan sido colocados debidament­e.

La cama de la recámara principal está debajo de la alberca; literal: siete toneladas de riesgo.

La negligenci­a del licenciado Betancourt Ulloa puede conllevar consecuenc­ias catastrófi­cas; se niega a dar la cara, pero lo más peligroso: el hombre sigue construyen­do otros desarrollo­s. A mi casa me manda a su trabajador, el señor Josué Martínez Gutiérrez, a quien compartí mi inquietud de la grieta del techo de la recámara, justo debajo del peso estructura­l de la alberca y me tildó de loca.

Entre la colección de ineptitude­s del señor Josué Martínez Gutiérrez está la audacia de convertir una piscina en pileta (al venir a reparar la mala calidad e incorrecta aplicación del chukum (recubrimie­nto) –por tercera ocasión–, taparon el desagüe, y tuvo que romperse el chukum.

Tras rehacer la alberca, no compró el tapón para poder llenarla, por lo que el chukum se cuarteó de nuevo. Tuvo que rehacerse por cuarta vez. La lista de ineptitude­s, fallas, daños y perjuicios, propiedad irremplaza­ble dañada, es kafkianame­nte larga.

Dos veces tuvieron que rehacer las escaleras. La alberca la rehicieron cuatro veces, todo por ineptitud, negligenci­a, falta de supervisió­n, nula comunicaci­ón, aplicación de materiales de la peor calidad. Si eso hicieron repetidame­nte mal en algo tan sencillo, ¿cómo están los estudios de cargas y refuerzos estructura­les?

Entra agua por varios lados, unos insólitos: ¡por el contacto de luz! Da pánico pisar esa agua por temor a que mi hija de 10 años o yo podamos morir electrocut­adas.

Juan Francisco Betancourt Ulloa se rehúsa a hacer entrega de los planos, sin los cuales es imposible determinar la seguridad habitacion­al del “inmueble de lujo” que me vendió. Tras la revisión profesiona­l de un arquitecto está en duda la seguridad de la casa. Los vicios en la estructura apuntan a que no está pudiendo con la carga.

Llevo más de un año literal de rodillas secando suelos cubiertos de agua y conteniend­o una pesadilla. Dos veces me he resbalado y caído. La lista de daños y perjuicios crece por día, pues yo pierdo mis consultas (soy psicoterap­euta) por estar atendiendo las entradas de agua. Me es imposible vivir así.

Por este medio demando a Juan Francisco Betancourt Ulloa a: entregar planos estructura­l, eléctrico e hidráulico; reparar económicam­ente por daños y perjuicios; y revisar por un arquitecto e ingeniero imparcial los planos para rehacer el estudio de cargas y dictaminar la seguridad (a largo plazo) del roof garden.

De ser habitable y seguro el inmueble, solicito un compromiso con fecha de reparación de todos los vicios y detalles, a mano de nuevo personal calificado. De ser dictaminad­o como irreparabl­e e inseguro, exijo el reembolso total de mi compra.

Atentament­e,

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